Mario Vargas Llosa
Mario Vargas Llosa
Es verdaderamente triste ver el estado en que se encuentra Venezuela. Un país devorado por el comunismo, saqueado de todas las fuentes que hicieron su grandeza en el pasado.
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Lo más importante de la reunión de la Otan en Madrid esta semana ha sido que Turquía levantara su veto, a cambio de ciertas concesiones, a Suecia y Finlandia para que se incorporen al tratado de defensa atlántica. Una vez más se comprueba, de este modo, que Vladímir Putin se equivocó con su invasión a Ucrania, pues aquella medida arbitraria, irracional y matonesca ha tenido como consecuencia un fortalecimiento de la Alianza Atlántica. Tanto Suecia como Finlandia preservaban su neutralidad, a la que han renunciado por temor, debido a aquella absurda guerra desatada por Rusia contra Ucrania. Ninguno de estos países quiere ser invadido por el gigante vecino.
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Al presidente de Rusia, Vladímir Putin, las cosas no le están saliendo como se creía. Por lo pronto, la invasión de Ucrania ha provocado una reacción negativa en todo el mundo que ha desbordado largamente lo que el Kremlin esperaba. Ni siquiera China, que Rusia creía haber puesto de su lado, la ha apoyado abiertamente: mantiene una actitud prudente, que, sin duda, tiene que ver con las manifestaciones hostiles que se escuchan en todo el mundo civilizado.
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He renunciado a encontrar el periódico francés que publicó el texto de los cinco profesores que protestaron contra mi elección a la Academia Francesa, pero reconozco que esa protesta era legítima. No así, sin embargo, que, según los periódicos peruanos, esos profesores me tacharan de “pinochetista”. Nunca lo fui. El mismo día del golpe de Pinochet, en 1973, lo ataqué duramente en la televisión francesa y debo haber firmado, además, cerca de 20 manifiestos protestando contra los crímenes cometidos por la dictadura chilena, a la que incluso fui a criticar a Santiago de Chile y a solidarizarme con sus adversarios.
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El excelente libro que acaba de publicar Cayetana Álvarez de Toledo no es el que suelen escribir los políticos, hombres o mujeres prudentes que por lo general omiten lo esencial y suelen quedarse en la periferia de las confesiones. Cayetana va a lo fundamental desde el principio: su familia, sus nacionalidades, la manera como decidió hacerse española, sus pasiones (que son sus hijas, antes todavía que la política), una síntesis de su vida, su paso por Oxford y la deuda que tiene contraída con el profesor John Elliott, bajo la dirección del cual hizo su tesis doctoral y aprendió a investigar, pasándose algunos años en los archivos, entre libros y periódicos. Su paso por Oxford sí ha dejado en ella una huella: escribe por todo lo alto y dice lo necesario con las palabras siempre justas.
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Lo notable en nuestra época no es que haya países ricos, sino pobres. ¿Cómo se explica? Se explica porque el populismo, la búsqueda del paraíso, los sueños socialistas siguen vivos todavía, pese a los desmentidos que les ha impreso la realidad en todos los intentos habidos de organizar la sociedad de acuerdo a esos ideales. El error, sobre todo en el campo político, sigue haciendo de las suyas, sobre todo en los países subdesarrollados. Y en lo inmediato no da la impresión de que aquello pudiera variar.
Mario Vargas Llosa
El Partido Socialista, en el poder, y el Partido Popular, en la oposición, han fraguado una momentánea alianza en el Parlamento español para poner fin al cannabis que, parecía, iba a ser tolerado en España. Se han equivocado gravemente. Sólo conseguirán con esta prohibición que las mafias de narcotraficantes que pululan ya en España, aunque menos que en México y otros países latinoamericanos, se robustezcan y aumenten su ejercicio criminal, así como el consumo de drogas en el país.
Mario Vargas Llosa
Los votos se inventaron en las elecciones libres, para defender la democracia; los dictadores no necesitan elecciones, ya que las fabrican a su gusto. De una declaración sobre el “bien” votar, un comentarista de la televisión dedujo que yo me refería a la elección que perdí en 1990: los que votaron “bien” votaron por mí, y los que no, “mal”. No había pensado en ello, pero, por esa y otras críticas —muchas, en verdad—, deduje que me había equivocado. Tenía que explicarlo mejor, no para evitar las críticas sino para darles fundamento, si lo tenían.