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Rafael Rodríguez-Jaraba*

Si bien voté en blanco para alcalde Cali, deseo que la gestión que inicia Alejandro Eder como alcalde, sea exitosa y, más que eso, que logre redimir la ciudad de la grave situación social, fiscal, urbana, y de inseguridad en que la deja sumida el remedo de alcalde que padecimos durante los últimos cuatro años.

La crisis que afronta Cali es grave y profunda, y los responsables son los últimos dos alcaldes; el anterior que se dedicó a intentar aprender administración pública sin lograrlo, y el que, por fortuna, el próximo 31 de diciembre termina su periodo y será recordado por su personalidad oscura y solapada, por sus perversas acciones encaminadas a dividir y enfrentar la ciudad, así como por sus indelicadezas y abusos e, insaciable voracidad para expoliar la hacienda pública municipal, tal y como lo demuestran los procesos fiscales que se le adelantan y que tendrá que seguir afrontando.

La ruina que embarga a Cali, sobrecoge y no se compadece con el liderazgo, auge y desarrollo que la caracterizaron. El deterioro de su sistema de transporte masivo es gradual e irreversible, la indisciplina urbana evidente y el destrozo de su amoblamiento proverbial, todo, resultado de la tolerancia complaciente de la actual administración ente el vandalismo, asalto y saqueo que perpetró una minoría criminal fletada desde Bogotá.

Hoy, salir a la calle en Cali, produce miedo y regresar sano y salvo, gratitud. La ciudad está asediada por delincuentes y criminales que mantienen a la población intimidada y en permanente estado de tensión e indefensión. A esto se suma, el caos en la movilidad, la pauperización vial y urbana y, la creciente invasión de sus laderas, así como del espacio público.

Superar tan honda crisis, no es fácil. Se requiere un gobernante íntegro, con formación, preparación, capacidad, talento y valor. Un gobernante que vuelva a gobernar y haga sentir a la ciudad gobernada. Un gobernante que transmita conocimiento, respeto, autoridad y señorío. Un gobernante que redima el orden y el civismo y, sea capaz de construir compromiso y consenso ciudadano. Alguien decidido a rescatar la esperanza ausente y el orgullo perdido. Alguien capaz y dispuesto a retomar el mando y reorientar el rumbo.

Recuperar la gobernabilidad de la ciudad y devolverla al sendero del progreso exige, vigorosas acciones de contención y choque que pongan freno a la corrupción, la descomposición y la anarquía, y más que eso, audaces políticas de prospección visionaria y de planeación coherente, posible y sostenible, que destierren el facilismo, el repentismo y la improvisación que entronizaron las últimas administraciones.

La ciudad necesita restituir la confianza en la administración; restablecer el respeto por las autoridades; recuperar la seguridad; mejorar la movilidad; ordenar las finanzas; aumentar el recaudo fiscal; disminuir el gasto; aumentar la inversión; reparar y mantener la malla vial; y, ejecutar urgentes obras de infraestructura.

Alejandro Eder, debe, atacar el origen de los problemas y no sólo atenuar sus efectos; privilegiar la educación; desterrar la corrupción; confrontar la anarquía; revertir el desorden urbano; atraer inversión nacional y extranjera, e, incluir y asimilar a la ciudad a miles de ciudadanos sin arraigo ni localía. La problemática social, fiscal, urbana y de seguridad de la ciudad, supera la imaginación de la ciudadanía y desafía la inteligencia creativa del nuevo alcalde.

Eder, debe exigir pulcritud, responsabilidad, diligencia y eficacia a los miembros de su gabinete, así como a todos los funcionarios de la administración, de manera que se obtengan resultados tangibles y medibles, y que, en su gobierno, se destierre la vanidad y la costumbre burocrática de salir a los medios a hacer anuncios vacíos de contenido.

Ojalá que Eder haga de la cordura, la racionalidad y la sostenibilidad, el fundamento de la recuperación integral de la ciudad; que se asesore bien; que materialice sus anuncios y haga realidad sus promesas; y, que logre concitar el interés y la participación de toda la ciudadanía en favor del civismo, el orden, la seguridad y la productividad que otrora caracterizó a Cali.

Ojalá que Cali, no solo siga siendo tan solo la capital de la salsa, sino que, además, vuelva a ser la capital cívica, solidaria, cultural, industrial, productiva y tecnológica de Colombia.  

Qué Dios bendiga a Cali, y ojalá que, bajo el timón de Alejandro Eder, sus mejores días estén por venir.

*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

 
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