La crisis que afronta Cali es grave y profunda, y los responsables son los últimos dos alcaldes; el anterior que se dedicó a intentar aprender administración pública sin lograrlo, y el que, por fortuna, el próximo 31 de diciembre termina su periodo y será recordado por su personalidad oscura y solapada, por sus perversas acciones encaminadas a dividir y enfrentar la ciudad, así como por sus indelicadezas y abusos e, insaciable voracidad para expoliar la hacienda pública municipal, tal y como lo demuestran los procesos fiscales que se le adelantan y que tendrá que seguir afrontando.
La ruina que embarga a Cali, sobrecoge y no se compadece con el liderazgo, auge y desarrollo que la caracterizaron. El deterioro de su sistema de transporte masivo es gradual e irreversible, la indisciplina urbana evidente y el destrozo de su amoblamiento proverbial, todo, resultado de la tolerancia complaciente de la actual administración ente el vandalismo, asalto y saqueo que perpetró una minoría criminal fletada desde Bogotá.
Hoy, salir a la calle en Cali, produce miedo y regresar sano y salvo, gratitud. La ciudad está asediada por delincuentes y criminales que mantienen a la población intimidada y en permanente estado de tensión e indefensión. A esto se suma, el caos en la movilidad, la pauperización vial y urbana y, la creciente invasión de sus laderas, así como del espacio público.
Superar tan honda crisis, no es fácil. Se requiere un gobernante íntegro, con formación, preparación, capacidad, talento y valor. Un gobernante que vuelva a gobernar y haga sentir a la ciudad gobernada. Un gobernante que transmita conocimiento, respeto, autoridad y señorío. Un gobernante que redima el orden y el civismo y, sea capaz de construir compromiso y consenso ciudadano. Alguien decidido a rescatar la esperanza ausente y el orgullo perdido. Alguien capaz y dispuesto a retomar el mando y reorientar el rumbo.
Recuperar la gobernabilidad de la ciudad y devolverla al sendero del progreso exige, vigorosas acciones de contención y choque que pongan freno a la corrupción, la descomposición y la anarquía, y más que eso, audaces políticas de prospección visionaria y de planeación coherente, posible y sostenible, que destierren el facilismo, el repentismo y la improvisación que entronizaron las últimas administraciones.
La ciudad necesita restituir la confianza en la administración; restablecer el respeto por las autoridades; recuperar la seguridad; mejorar la movilidad; ordenar las finanzas; aumentar el recaudo fiscal; disminuir el gasto; aumentar la inversión; reparar y mantener la malla vial; y, ejecutar urgentes obras de infraestructura.
Alejandro Eder, debe, atacar el origen de los problemas y no sólo atenuar sus efectos; privilegiar la educación; desterrar la corrupción; confrontar la anarquía; revertir el desorden urbano; atraer inversión nacional y extranjera, e, incluir y asimilar a la ciudad a miles de ciudadanos sin arraigo ni localía. La problemática social, fiscal, urbana y de seguridad de la ciudad, supera la imaginación de la ciudadanía y desafía la inteligencia creativa del nuevo alcalde.
Eder, debe exigir pulcritud, responsabilidad, diligencia y eficacia a los miembros de su gabinete, así como a todos los funcionarios de la administración, de manera que se obtengan resultados tangibles y medibles, y que, en su gobierno, se destierre la vanidad y la costumbre burocrática de salir a los medios a hacer anuncios vacíos de contenido.
Ojalá que Eder haga de la cordura, la racionalidad y la sostenibilidad, el fundamento de la recuperación integral de la ciudad; que se asesore bien; que materialice sus anuncios y haga realidad sus promesas; y, que logre concitar el interés y la participación de toda la ciudadanía en favor del civismo, el orden, la seguridad y la productividad que otrora caracterizó a Cali.
Ojalá que Cali, no solo siga siendo tan solo la capital de la salsa, sino que, además, vuelva a ser la capital cívica, solidaria, cultural, industrial, productiva y tecnológica de Colombia.
Qué Dios bendiga a Cali, y ojalá que, bajo el timón de Alejandro Eder, sus mejores días estén por venir.
*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.