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Rafael Rodríguez-Jaraba*

Se cumplen 25 años, de haber sido elegido Hugo Chávez como presidente de Venezuela y con él, de la llegada al poder del perverso Socialismo del Siglo XXI, el más retardatario, regresivo y funesto populismo comunista contemporáneo.

Sí, en 1998 el tropero y mesiánico Hugo Chávez resultó electo, bajo el señuelo de cambiar las costumbres corruptas de una nación acostumbrada a la abundancia, la solvencia y la suficiencia, fruto del capricho de la naturaleza, y no de la educación, el empeño, el esfuerzo y la superación. Para ese entonces, el mayor orgullo de Venezuela era disponer de las mayores reservas petroleras del mundo, no, de ser la nación más educada, culta, civilizada, eficiente y sostenible.

A la Venezuela de los años 70, 80 y 90 le sobraba riqueza, pero le faltaba educación y, salvo algunas excepciones conformadas por minorías nativas o criollas y, inmigrantes cultos, la educación de la que disponía era precaria. No en vano en el hemisferio se le veía, como una nación rica pero floja e inculta. El país de Bolívar padecía el problema consuetudinario que padecen los nuevos ricos; se distraen en el consumo suntuario de la riqueza, más no en educarse para producirla, mantenerla y multiplicarla.

25 años después de elegido Chávez, los resultados del régimen sobrecogen y deprimen. El populismo rampante y atorrante de Chávez y Maduro, tan solo ha logrado devastar y pauperizar por completo el país y condenar a sus ciudadanos la más vergonzante miseria, indigencia y humillación.

Hoy, Venezuela afronta, quizás, la mayor crisis que pueda haber padecido una nación occidental. El desabastecimiento, la hambruna, la miseria, la inseguridad, la hiperinflación y el éxodo masivo de sus nacionales, evidencian los daños inestimables causados por un puñado de solapados bandidos disfrazados de rojo, que se entronizaron en el poder de lo que era una perfectible democracia para convertirla en un feudo en el que impera la más torpe, corrupta y disparatada dictadura.

Para medir los estragos causados por el castrochavismo, tan solo basta repasar las estadísticas de fuentes neutrales y advertir que, cuando Chávez asumió el poder la pobreza afectaba al 43,9% de los venezolanos, y hoy, 9 de cada 10 ciudadanos viven en la pobreza.

No debe olvidarse que, cuando el teniente coronel golpista asumió el poder, prometió cambiarse el nombre, si al final de su mandato hubiera un solo niño en la calle; hoy son cientos de miles los niños venezolanos que sobreviven con la basura de las calles.

Qué celebración más aciaga y amarga, y que desengaño para algunos ingenuos e incautos que aún insisten en creer que, el populismo comunista resuelve los problemas propios que causa el progreso y el desarrollo, y que destierra la corrupción. La historia no conoce mayor despliegue de indelicadeza, abuso y corrupción que, el de los regímenes totalitarios y comunistas, y el de Chávez y Maduro, así lo ratifica.

No se debe olvidar que, el mentiroso, cínico y desvergonzado ex presidente Juan Manuel Santos, en clara demostración de servilismo con el sucesor de su “nuevo y mejor amigo”, el difunto Chávez, ofreció promover un diálogo con los líderes de la mancillada oposición venezolana para tratar de legitimar a Maduro, pero cuando advirtió que las protestas no eran pasajeras, se retractó. Santos nunca dejará de ser hábil, por sinuoso, farsante y escurridizo.

Igual que Santos, hicieron los desvergonzados Ernesto Samper Pizano y Rodríguez Zapatero, obsecuentes defensores y espadachines de la dictadura venezolana. Por su parte, el terrorista colombiano Iván Márquez decía: "Venezuela es un ejemplo a seguir".

Para no quedarnos tan solo en el análisis de las nefastas secuelas que dejará el régimen que Nicolás Maduro heredó de Chávez, revisemos las razones por las que el populismo se tomó a Venezuela y a varias naciones del hemisferio, entre ellas, Bolivia, Argentina, Ecuador, Nicaragua y recientemente Chile, y, de no reaccionar pronto, a Colombia le podría suceder lo mismo.

A lo largo de la historia, el populismo ha sido alternativa contestataria provocada por la incapacidad de los Estados para atender las necesidades de las mayorías ciudadanas, pero, antes que atenderlas y resolverlas, las aumenta y agudiza.

El populismo es inmanente al subdesarrollo, el que, por antonomasia, es la falta de buena educación y de ética, y, se nutre con la ausencia de políticas de educación sexual y de planificación demográfica en los sectores de menores ingresos, lo que deriva en desempleo, corrupción y, por ende, pobreza.

Cuando el populismo llega al poder se afinca gracias a la gratitud que despierta el asistencialismo, las subvenciones y los subsidios que prodiga, lo que termina fletando conciencias, neutralizando críticos y amistando adversarios, y con ello, promoviendo unanimismo y descalificando disensos.

De la práctica rampante de populismo demagógico da buena cuenta, la entelequia del Socialismo del Siglo XXI que, valiéndose de dádivas logró arrendar la conciencia de muchos y construir consensos por utilitarismo o conveniencia. La carencia de una política económica seria y sostenible, y la adopción de decisiones intempestivas e irreflexivas financiadas de manera irresponsable con la riqueza petrolera, terminaron develando la incapacidad de un mesiánico y oscuro teniente coronel, enajenado por el resentimiento y la frustración.

Tras la muerte de Chávez, Venezuela tuvo la oportunidad de revertir su destino, pero la pasión pudo más que la razón. Los venezolanos siguieron embriagados bajo los efectos del populismo y, el facilismo propio de la falta de educación los consumió.

La riqueza del petróleo pudo haber hecho de Venezuela una de las naciones más educadas y desarrolladas del mundo; sin embargo, hoy es una de las más pobres, caóticas y anárquicas. Es claro que, en Venezuela, como en toda América Latina, la pasión vence a la razón y la ciencia pierde con la ideología.

Sobrecoge la postración de Venezuela y más aún, el sometimiento, conformismo y resignación de sus ciudadanos, así como la indolencia de la comunidad internacional.

Pero como siempre sucede, toda aventura populista llega a su fin y la sociedad desengañada termina retomando el camino de la cordura. Ojalá que la amarga experiencia venezolana ayude a preparar verdaderos líderes y estadistas capaces de modificar el rumbo del hemisferio.

Entre tanto, las movilizaciones cívicas en Venezuela ante la proximidad de las elecciones, han aumentado la represión en Cuba. La dictadura castrista teme que el fracaso del Narco Socialismo del Siglo XXI termine sepultando el criminal y desvencijado Comunismo del Siglo XX.

Que nadie se extrañe que, el estruendoso fracaso de la aventura chavista termine germinando la semilla reprimida de la libertad en Cuba. Qué irónico sería, que el enajenado Chávez y su obtuso sucesor, terminen exacerbando el anhelo de libertad en Cuba.

La OEA, la ONU, la Unión Europea y las naciones democráticas del mundo, deben estar atentas a las maniobras de Maduro para intentar postergar las elecciones presidenciales e inhabilitar a María Corina Machado, valiéndose de una avanzada invasora en la región de Esequibo, la que desconoce la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia, altera el orden geopolítico del hemisferio y violenta el principio de impenetrabilidad de territorio sobre el cual no se ejerce soberanía, sin desconocer que, Venezuela dispone de añosos títulos sobre esa importante región.

De lograr Venezuela su regreso a la democracia, lo primero que debe hacer, es recuperar su nombre y abolir el calificativo populista de república bolivariana, el que solo evoca fracaso, miseria y desolación.

Dios salve a Venezuela y le dé aliento, valor y coraje a su pueblo para recuperar su democracia.

*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

 
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