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Diego Mesa            

El sector extractivo, léase la producción de materias primas finitas como los hidrocarburos y los minerales, tienen un tratamiento tributario especial en la mayoría de los países que tienen la fortuna de contar con estos recursos. Esto se da por varias razones, entre las que sobresalen la propiedad del Estado sobre los recursos que yacen en el subsuelo y las altas rentas económicas que se pueden generar en la producción de estos.

La propiedad del Estado es una decisión política, casi universal, y por lo general está definida en las constituciones de los países. Como el Estado es el propietario de estos recursos no renovables, los gobiernos cobran una contraprestación económica por su extracción, gravamen que se conoce como regalía. El fin principal de las regalías es que el Estado, ejerciendo su título de propietario, reciba un pago por la extracción del petróleo y los minerales en su territorio, independientemente de si la actividad es rentable o no. Algunos países, además de las regalías, participan directamente en la producción de estos recursos a través de una empresa estatal, como el caso de Brasil para petróleo o de Chile para cobre. Otros países optan por mecanismos diferentes que también les aseguran un porcentaje de la producción, como los contratos petroleros de producción compartida, comunes en Guyana y Surinam. Como en todo, hay excepciones. Por ejemplo, en Estados Unidos la propiedad del subsuelo, como la del suelo, es en su mayoría privada y por lo tanto el concepto de regalía no aplica y mucho menos el de empresa estatal.

En el caso de las rentas económicas, los gobiernos buscan tener una mayor participación en la explotación de sus recursos. Para lograr este fin, algunos países han implementado diversos instrumentos fiscales, además de los impuestos tradicionales como el impuesto sobre la renta. La clave es que estos mecanismos cumplan con el principio de progresividad. Esto quiere decir que cuando la rentabilidad es alta, el recaudo sea proporcionalmente mayor. Igualmente, y aplicando el principio de simetría, la progresividad también implica que cuando la rentabilidad es baja o nula, estos mecanismos generen muy poco o ningún recaudo. Por este motivo, los países que han logrado tener regímenes tributarios progresivos, como Noruega o Australia, nunca fijan sus impuestos con respecto al precio de los commodities dada su alta y frecuente volatilidad, sino frente a indicadores que realmente reflejen la rentabilidad de los proyectos extractivos.

Finalmente, las regalías y los impuestos deben operar de manera armónica. Las regalías deben ser deducibles de la base gravable de los impuestos, como ocurre hoy en todos los países, de lo contrario las empresas tributarían sobre un ingreso que nunca percibieron. En el caso de los impuestos progresivos, estos deben ser fáciles de administrar. Por ejemplo, se deberían aplicar por igual al petróleo y al gas natural, sino sería muy difícil para la administración tributaria asignar costos compartidos entre dos tipos de hidrocarburos que se producen en un mismo pozo. Cualquiera que sea la combinación de impuestos y regalías, lo más importante es que la carga tributaria no ahogue a las empresas, o se corre el riesgo que tanto hidrocarburos como minerales se queden enterrados en el subsuelo para siempre.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 5 de noviembre de 2022.

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