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Rafael Rodríguez-J*

Las señales que la Junta Directiva del Banco de la República está enviando al mercado, son de debilidad y no de fortaleza, y en su afán por combatir la inflación la está aumentando, y con ello, malogrando la formidable recuperación de la economía luego de la contingencia sanitaria y del estallido social, solapadamente promovido por Petro y sus corifeos.

Que no se olvide, que es al Gobierno y no al Emisor, a quien le corresponde dirigir la economía, así como vigilar y controlar los precios del mercado, hoy encarecidos por la intermitencia en la cadena de suministro durante la pandemia, y, principalmente, a causa del vandalismo alentado por el mal llamado “Pacto Histórico”, así como por la conducta predatoria de un puñado de productores, que abusando de su posición dominante expolian a su antojo el mercado, fijando precios mínimos de venta al consumidor y precios máximos de compra a proveedores.

Las equivocaciones de la Junta Directiva del Banco de la República son mayúsculas. Al parecer, algunos de sus miembros no han entendido la Teoría de la Intervención Monetaria, tan solo útil para combatir la Inflación Monetaria que surge cuando hay exceso de liquidez en el mercado, pero inútil para enfrentar la Inflación Reflectiva originada en la escasez o encarecimiento de commodities o materias primas como el petróleo y aún más inútil, para controlar la Inflación Inducida derivada de la colusión o cartelización delictiva de agentes del mercado.

El Emisor tampoco ha entendido, que la disminución del costo del dinero en estos momentos es vital para mantener el ritmo de la recuperación y con ello, retomar el gradiente de crecimiento que mostraba la economía antes de la contingencia sanitaria.

Las decisiones de la Junta Directiva del Banco reflejan facilismo y desconocimiento, así como total insensibilidad e indolencia frente a varios sectores económicos que mantienen altos niveles de endeudamiento o requieren fondeo para poder mantenerse en el mercado. El nuevo aumento de la Tasa de Intervención, solo favorece a los bancos y perjudica a toda la población.

Contrario a lo decidido por el Emisor, lo que se requiere, es que antes que aumentar la Tasa de Intervención, reducirla de manera decidida y sin vacilación, forzando la caída de las tasas de interés para aliviar la penosa situación de cientos de miles de deudores y, además, para disuadir el arribo de capitales extranjeros itinerantes o golondrina en busca de inversiones especulativas de portafolio que tan pocos beneficios le reportan a la nación.

En los actuales momentos, mantener una Tasa de Intervención cara, con el pretexto de evitar una expansión monetaria y con ello, que se desborde la inflación, es un absoluto adefesio técnico, y, evidencia, mala interpretación y aplicación de la exitosa teoría de Milton Friedman, la cual, solo es aplicable en época de Inflación Monetaria y no de Inflación Reflectiva y mucho menos, de Inflación Inducida.

Restringir y encarecer la oferta monetaria en un país desbancarizado y ávido de crédito, en cambio de exigir a los bancos prudencia en la colocación de créditos de consumo y disminución de los abusivos costos financieros que cobran a los usuarios, devela una política lejana a la realidad y cercana al error.

Sería inaudito, que el remedo de gobierno que padecemos asignara nuevos recursos para subsidiar intereses de los créditos de vivienda, cuando el mismo Estado puede reducirlos; hacerlo, sería tanto, como dedicar parte del presupuesto nacional para que los establecimientos de crédito aumenten sus descomunales utilidades.

De seguro que al Emisor le sobran buenas intenciones, pero le faltan fundamentos y razones técnicas para justificar sus decisiones. Sus medidas mediáticas y sin contexto, se han ido alejando del acierto y la prudencia para acercarse a la improvisación y al yerro.

La infalibilidad que algunos le atribuyen a la Junta del Directiva del Banco de la República, se viene desmoronando, desde que Juan Manuel Santos la politizó e hizo de ella un bazar burocrático y un club de vanidad y arrogancia.

Pareciera que el Emisor estuviera empeñado en crear una nueva teoría sobre control monetario, de lo contrario no se explica, la improcedencia de las medidas que viene adoptando y peor aún, la justificación de las que no ha adoptado, como es su silencio inexplicable y tolerante ante la especulación cambiaria que hoy situa el Dólar por encima de 4.500 Pesos.

El aumento de la Tasa de Intervención desatará alza en las tasas de interés, lo que lucrará más al sector financiero a expensas de los usuarios del crédito, y, además, encarecerá el dinero y por ende el endeudamiento, orientará más ahorro hacia la intermediación, y, desestimulará la inversión y el consumo.

Ojalá que los miembros de la Junta Directiva del Banco de la República, estudien o repasen conocimientos, al parecer, ignorados, olvidados o mal interpretados, abandonen la arrogancia, escuchen los mensajes claros e inequívocos que envía el mercado y no sigan distorsionando la ciencia económica y los preceptos básicos de la política monetaria, cambiaria y crediticia.

Es lamentable que la extraordinaria recuperación económica lograda después de la pandemia, ahora se vea comprometida por una reforma tributaria innecesaria, regresiva, recesiva e inflacionaria, y, además, por una inflación inducida por el mismo Banco de la República.

Además de las obtusas ocurrencias de Petro, y de sus despropósitos y desvaríos, ahora la nación también se ve amenazada por las erráticas medidas adoptadas por la Junta Directiva de un Emisor sin norte y a la deriva.

*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Profesor de Derecho Comercial y Financiero. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

 
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