La disyuntiva electoral que afrontamos es simple y decisiva; votar por un terrorista anacrónico, mentiroso y sin escrúpulos, o, elegir a un empresario experimentado defensor de la libertad y la democracia, y obsesionado por extirpar la corrupción que nos asola.
Derrotar a Petro, es derrotar la perversidad, la violencia y la villanía, así como la de los corifeos que lo secundan en sus patrañas y argucias.
Petro ha demostrado que odia más la democracia que lo que quiere a Colombia. Su conducta mesiánica, incendiaria y temeraria, ofende la dignidad nacional y pone en evidencia que su resentimiento, rencor y amargura, están por encima de los intereses nacionales. La nación debe rechazar sus infamias y ratificar con el voto su vocación democrática.
Petro, con su engañosa demagogia viciada de mentiras, falacias e imaginación injuriosa, antes que reunificar la nación, busca fracturarla aún más, e imponer un régimen totalitario de corrupción, intimidación y venganza.
La aversión de Petro por la democracia es desmedida y visceral. Su obsesión por deslegitimar el Estado de Derecho no tiene límite ni consideración alguna, así tenga que distorsionar la verdad, tergiversar la historia y apelar a la injuria y la calumnia. Petro y sus acólitos, dejaron de ser opositores del Gobierno, para convertirse en enemigos del país y animadores de su desgracia.
En la emboscada que Petro le ha tendido a la democracia colombiana, solamente caerán vándalos profesionales, algunos jóvenes desinformados y desorientados, ciudadanos ingenuos e incautos, detractores endémicos de los gobiernos de turno y obsecuentes deudores del cínico y desvergonzado Juan Manuel Santos, entre ellos, Ernesto Samper Pizano, Roy Barreras, Armando Benedetti, Piedad Córdoba, Luis Fernando Velasco, Alfonso Prada, Juan Fernando Cristo, las FARC, el ELN, FECODE, así como algunos opacados artistas en franca decadencia, incluida, la otrora luminosa y hoy, la oscura y perturbada Gaviota.
De ganar Petro, de seguro que su gobierno será igual de falso y perverso a como ha sido su campaña; sucia, mentirosa y miserable. Los llamados “Petrovideos” y, los no pocos actos de perfidia de Petro, develan su carácter incendiario y su tolerancia complaciente con las formas más despreciables de hacer política.
Que nadie olvide, que Petro reconoció en reciente entrevista, que en política “todo vale” y que, asesinar, secuestrar, extorsionar y robar se justifica, si con ello se persigue un fin político. Petro sostuvo, que en nombre de la rebelión cualquier acto es válido, así atente contra los derechos, e inclusive, ese derecho sea la vida.
No tengo duda que, de ganar Petro, se perpetuaría en el poder y se interrumpiría de manera indefinida la vigencia de la democracia. Tampoco tengo duda, que su gobierno emprendería una voraz persecución contra todo aquel que no se muestre obsecuente con sus obtusos desvaríos y despropósitos, sin descartar la posibilidad de obligar a sus opositores al exilio, reducirlos a prisión e inclusive, desaparecerlos.
La villanía de Petro supera la imaginación de muchos. Su prédica de “perdón social” es tan falsa, como su lugar de nacimiento y sus supuestos títulos universitarios.
Para evitar esta epopeya, es necesario que la nación concurra a las urnas y ejerza su derecho al voto en defensa de la democracia y en repudio al comunismo, pues el voto en blanco no es una opción en la segunda vuelta presidencial, por ser, además de inconstitucional, tan solo una expresión de disentimiento, abstención o inconformidad, que carece de efecto vinculante en el resultado electoral.
Desde el punto de vista práctico, el voto en blanco es inocuo, y absolutamente inútil e ineficaz, en razón, que no tiene incidencia alguna en la elección presidencial. En resumen, el voto en blanco en la segunda vuelta, ni suma, ni resta; es inconstitucional, neutro, costoso y tan solo sirve de desahogo emocional del elector que lo deposita.
Invito a mis lectores a defender la libertad y la democracia votando por Rodolfo Hernández, y así asegurar que no se interrumpa la democracia y se mantenga la libertad.
* Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante, Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Catedrático Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.