La ciudad está sorprendida y asustada con los titulares de prensa que cada vez son más aterradores. Robos a mano armada ya no solo en las calles, sino también en el interior de los sitios públicos.
Antes a la gente la atracaban, pero ahora la atracan y la matan por robarle cualquier cosa. La vida en Bogotá vale lo que cuesta una bicicleta o un teléfono celular.
La gravedad del asunto está resumida en un reporte del diario El Tiempo en octubre pasado: “Los datos de hurtos a personas son quizá los que más inquietan a la ciudadanía y a las autoridades. Esta cifra aumentó un 25,8 por ciento en los primeros nueve meses del año, pasando de 59.815 denuncias en el 2020 a 75.239 en el 2021”.
Cuando la alcaldesa Claudia López se posesionó, el 1 de enero de 2020, la promesa que hizo a todos cuantos vivimos o trabajamos en Bogotá fue contundente: "Prometo honrar esa confianza y dar todo de mí para que nuestra Bogotá sea en los próximos cuatro años una ciudad y región más cuidadora, incluyente y sostenible".
Veinticuatro meses después, los maravillosos ciudadanos y ciudadanas –como ella los llamó en su pomposo discurso de Año Nuevo- ven con desconcierto que la ciudad está hecha un caos, para utilizar términos decentes. A la inseguridad campante se suman problemas serios en la movilidad y desorden en la ejecución de las obras de infraestructura, por citar algunos.
Esta semana los medios nos sorprendieron con otra ingrata noticia: Bogotá figura, junto con Medellín y Cali, entre las ciudades del mundo donde más horas se pierden en trancones. Aquello de que “el tiempo es oro”, aquí no se cumple: los conductores que transitan por la capital perdieron en promedio 94 horas en atascos durante 2021.
La alcaldesa que habló de inclusión no escucha a los ciudadanos, menos a sus detractores. Al contrario, con su altanería los lastima cada vez que quiere cuando sale a las calles o da entrevistas en televisión.
Luego, como si fuera el Chavo del Ocho, sale de nuevo pero esta vez a ofrecer disculpas porque se le chispoteó. Solo le falta decir que no le tenemos paciencia.
Lo que la alcaldesa llamó como región cuidadora no cuida a nadie y prueba de ello son las cifras de inseguridad que azotan a la capital de todos los colombianos. Homicidios, disputas entre bandas de microtráfico, hurtos con muertes violentas incluidas y, lo que faltaba, estafas con mensajes de texto y llamadas falsas.
No escribo estas líneas en mi condición de Senador de la República. Lo hago primeramente como ciudadano de Bogotá que quiere y le duele la ciudad, que es la ciudad de todos los colombianos.
Según el censo 2018 (Dane), Bogotá tiene a 7’200.000 habitantes. Bien sabido es que la ciudad no solo la constituyen rolos (descendientes de personas no nativas de Bogotá) ni cachacos (hijos de bogotanos propiamente). El grueso de su población lo conforman colombianos que emigraron desde distintos puntos de la geografía nacional y aquí se establecieron en busca de oportunidades.
Tolimenses, boyacenses, huilenses, vallunos y gentes venidas de tantas partes sentimos gratitud con la ciudad y no podemos ser ajenos a las consecuencias de una mala administración. A la alcaldesa hay que decirle con respeto, pero con total determinación, que la ciudad se le salió de las manos o le quedó grande, lo que es lo mismo.
Ella resultó inferior al reto de gobernar la primera ciudad de Colombia, traicionó la confianza de quienes la eligieron para el segundo cargo más importante del país (1’108.541 votos) y está incumpliendo sus propias promesas, las cuales –valga decirlo– quedaron plasmadas para la posteridad en su discurso: “Vamos a construir una ciudad que sea segura para todos”, “tenemos que trabajar mancomunadamente para bajar el robo y la impunidad que hoy atormentan a nuestra ciudad”, y “tenemos que reducir el trancón”.
Como dice la famosa canción de una cantante argentina: “Palabras, palabras, palabras”.
La ciudad de todos los colombianos no puede estar a la deriva mientras la alcaldesa, en vez de gobernar, ofende a la gente o participa de manera indebida en política. Es hora de que ella explique este desmadre.
Radiqué una queja disciplinaria contra la mandataria en la Procuraduría General por el desorden reinante en Bogotá. Por lo anterior apoyo el llamado del Partido Conservador para que en audiencia pública la funcionaria explique el caos que vive la ciudad en materia de inseguridad y movilidad. Invito a los ciudadanos a respaldar la revocatoria. También le dejé unos binoculares en el Palacio Liévano para que vea con nitidez los resultados de dos años de mala gestión y el descontento de la ciudadanía.
Los mismos prismáticos que necesitamos el resto de colombianos en este año electoral para no equivocarnos a la hora de elegir. Porque esta sinsalida no la vamos a resolver a punta de memes. Debemos tomarnos el futuro de la ciudad y del país con más seriedad y menos chistes.
Claudia López, además de ser polarizante e ineficiente, actúa como si fuera una convidada de piedra de la situación de Bogotá. Los colombianos no nos podemos quedar indiferentes ante lo que está sucediendo en nuestra capital. Ante este tipo de liderazgos ególatras todo el país debe levantar la voz y debe poner los ojos en Bogotá.
https://www.kienyke.com/, Bogotá, 09 de febrero de 2022.