Para encuadrar el relato: Sergio Fajardo había sido electo para el periodo 2004-2007 y yo me postulé para sucederlo a nombre de Compromiso Ciudadano. En esas elecciones del 2007 también fue candidato Luis Pérez, que quería regresar a la alcaldía, a pesar de la mala fama con la que terminó su gestión en el año 2003. Un desprestigio al que solo le compite el del actual alcalde Daniel Quintero.
Consiguió como aliado para obtener votos a Óscar Albeiro Ortiz, un cura que había dejado huella criminal en los sitios por donde pasó y que, por ese entonces, ejercía como párroco de El Limonar, en San Antonio de Prado, al sur de Medellín (https://bit.ly/32rRy6S).
El cura, famoso por sus concurridas misas de sanación, hacía proselitismo desde el altar y, según dijo después la Justicia, dirigía la banda paramilitar llamada Los Reinsertados, que apaleaba y asesinaba a personas. Alguna vez que visité El Limonar, vi la iglesia forrada con publicidad política de Pérez. Y no fui testigo, pero me contaron que en una de sus prédicas el padre Óscar me maldijo.
Cuando Lupe lo buscó ya el cura había sido denunciado incluso por masacres, por lo que le pedí, como secretario de Gobierno, al arzobispo Giraldo que lo retirara de la parroquia. Quizá por eso, según narró una testiga protegida por la Fiscalía, Pérez y dos políticos amigos —un congresista y un concejal— lo citaron a una reunión medio clandestina en el Club de Ejecutivos. Allí llegó el cura con su aspecto desaliñado —es bajito y redondo de cuerpo, siempre con barba de varios días—, acompañado de Francisco Antonio Arias, alias Toñito. Y mientras negociaban se comunicaban por teléfono con Álex Bonito, representante directo de don Berna, el patrón mayor. Votos por plata, un arreglo sencillo (https://bit.ly/3IC9Wts).
Lupe se sentía ganador: bendecido por un cura sanador, al que le recibió, piadoso, la comunión, apoyado por toda la estructura paramilitar de Los Reinsertados, organizada alrededor de la Corporación Democracia, bajo el mando de don Berna; y con el apoyo de casi toda la clase política tradicional, el triunfo era seguro (sentencia del Tribunal Superior de Medellín. Disponible en la web. Son numerosas las páginas dedicadas al tema. https://bit.ly/3qZCgzX).
Tuve la fortuna de recibir de la ciudadanía una votación histórica. Luis Pérez no pudo procesar su derrota, se victimizó diciendo que estaba enfrentado a los poderosos y, con los mismos aliados, se empeñó en un sabotaje a fondo de mi alcaldía. Intentó iniciar revocatoria de mandato, cosa de lo cual quedó constancia en unas actas que los paramilitares hicieron firmar a gente común en el barrio Isaac Gaviria. Orquestó con don Berna, a través de Job (el de la Casa de Nari), una campaña para hacerme parecer como un borracho empedernido. Periodistas locales y nacionales participaron en la difamación (los nombres de quienes recibían bonificaciones estaban en una lista que se encontró en la camisa de Job, cuando este fue asesinado).
Luego Lupe me acusó de haber recibido apoyo de los paramilitares en mi campaña. Y el abogado Diego Álvarez (de la misma trama de la Casa de Nari) presentó una carta sin firma en la que don Berna lo afirmaba. Lupe se esforzó en conseguir testimonios, intentó enredar a la viuda de Job, pero nada. Yo pedí que me investigaran, conseguí abundantes pruebas testimoniales e impresas del apoyo paramilitar que él había recibido. El fiscal 28 especializado, quien resolvió archivar las diligencias el 8 de julio de 2010, dijo algo contundente: los paramilitares beneficiaron a Luis Pérez.
Y llegaron las elecciones de 2011. Lupe, de nuevo en campaña, repitió aliados. Yo lo denuncié. EL COLOMBIANO publicó una foto en la que aparecía en la comuna 8 con dos concejales y con los voceros paramilitares de la zona. Y la providencia citada, del magistrado Pinilla Cogollo, en el 2013, lo detalla: No solo en esta comuna, en diferentes zonas de Medellín se aplicó constreñimiento a los habitantes mediante desplazamientos, golpizas y diversas formas de violencia para favorecerlo.
Pero en ese momento las autoridades no actuaron ni sobre esa denuncia, ni sobre otras hechas por los propios candidatos. En cambio, el procurador Alejandro Ordóñez, a petición de un exfiscal amigo de Luis Pérez, me montó un proceso exprés, porque con mi denuncia yo estaba participando en política, y me destituyó, simbólicamente, porque yo ya había terminado el mandato, y me inhabilitó por doce años. Me dediqué a reestablecer mis derechos. El Consejo de Estado, en marzo de 2014, revocó el fallo de Ordóñez y lo reconvino por sus abusos procesales.
El expediente paramilitar de Luis Pérez está claro y se puede ampliar. No se reduce a la operación Orión. Él es taimado, se cuida, pero a veces prefiere mostrarse como gran amigo y lleva serenata con mariachis, como lo hizo con Suárez Mira, un parapolítico, eterno prófugo de la Justicia. Aunque me da pereza escribir sobre él, hace falta por lo menos un repaso a su enriquecimiento ilícito, que empezó hace años, cuando dirigió el Icfes, y nunca ha parado. Cada que llega al poder directamente o por interpuesta persona, como con el alcalde Quintero, posa de hombre de ideas de futuro, mientras saquea como pirata. Así lo hizo en la gobernación de Antioquia (2016-2019). Son abundantes las denuncias, pero cuenta con extendida impunidad.
¿Hacia qué cambio nos llevará Gustavo Petro, que lo tiene como su aliado en su Pacto Histórico?
Ahí esta la providencia del Tribunal Superior de Medellín, Sala de Justicia y Paz, del 4 de septiembre de 2013, que ordenó: “Expedir copia de esta decisión y de las pruebas correspondientes con destino a la investigación que se le adelanta a Luis Pérez Gutiérrez por el concierto con las bandas o grupos armados ilegales en las elecciones del 2007 y de 2011 y los delitos electorales cometidos por estos” (véase el enlace anterior: https://bit.ly/3qZCgzX).
El expediente es extenso. Pero Petro prefiere los votos amarrados de los clanes a sus principios de defensor de los derechos humanos y enemigo de la corrupción
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 25 de enero de 2022.