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Juan David Ramírez Correa

Al alcalde de Medellín, Daniel Quintero, le dio por llamar mafiosas a las empresas del llamado Grupo Empresarial Antioqueño.

Palabras indignantes y ofensivas.

Entonces, lo dicho por el alcalde, como si fueran palabras mayores, significa que estamos rodeados de mafiosos. ¿Por qué? Simple y sencillo: Por extensión.

A ver, todos tenemos o hemos tenido cercanía con los empleados del GEA. Estamos hablando de empresas que generan más de cien mil empleos.

Pero, según la lógica del alcalde, esos trabajadores están al servicio de la mafia. Su mitomaniática forma de actuar lleva a pensar que personas como yo, que en algún momento trabajamos en estas empresas, que tenemos vecinos, familiares y amigos que prestan sus servicios para ellas, somos mafiosos. Qué fuerte y qué feo.

Hablar de mafia en Medellín es complejo y aburridor. De entrada, nos mete en el mundo de la violencia, la sangre y la sordidez.

Pablo Escobar y sus secuaces, esos sí eran mafiosos. No necesitamos recapitular lo que hicieron. A imagen y semejanza de ellos apareció el estereotipo de los mafiosos. Primero, tipos mostrones, que se mueven en carros estrambóticos, someten a las mujeres, dominan los territorios y son de formas exageradas. Luego, como artimaña para no llamar la atención, aparecieron los de “bajo perfil”, más refinados, buscando pasar desapercibidos.

Pero todos traquetos, personas que, por defecto, cargan con una condición intrínseca de la mafia: Generar violencia.

Los mafiosos no ahorran en técnicas letales.

Su lógica se basa en matarse entre ellos, ajustan cuentas a punta de balas, huelen el miedo de la gente y la someten a punta de intimidaciones. Su mente opera bajo la lógica de extinguir por cualquier medio todo aquello que les implique barreras, como policías, jueces, magistrados, políticos, líderes sociales, entre otros.

Ya lo vivimos en Medellín y la consecuencia fue un mar de muertos y mucho dolor para una ciudad que aún lucha por rechazarlos. Tan duro ha sido esto que ya tenemos afinado el ojo para saber quiénes son traquetos, mafiosos. Es más: aún luchamos contra la cultura mafiosa, una filosofía de vida que desborda cualquier sistema de valores. La cultura del “habitus traquetos”, como algunos investigadores podrían referirse a los comportamientos mafiosos incrustados en la cotidianidad, que son poco agradables y edificadores para nuestra sociedad.

Alcalde, créame, mis vecinos y las personas que conozco que trabajan en el GEA no hacen eso. Le añado algo: están convencidas de que su trabajo construye, aporta y sirve. Cosa que un mafioso no entiende. Además, la educación que les brindan a sus hijos no está concebida para hacer de ellos herramientas de la mafia.

Si por casualidad algún familiar suyo trabajó o trabaja en las empresas a las cuales usted tachó de mafiosas, pídale disculpas. De verdad, hágalo, porque lo catalogó de mafioso, le puso una impronta que duele y ofende. Una impronta que refleja lo equivocado que está al querer imponernos una narrativa inútil, vacía y vulgar, que hiere a la ciudad y la dignidad de sus habitantes.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 25 de enero de 2022.

Publicado en Otras opiniones

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