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Ossiel Villada          

Semanas atrás Luciana, mi pequeña de seis años, me lanzó esta ‘perla’: “Tata, no debemos usar el carro para ir al supermercado, porque es muy cerca y los carros contaminan el planeta; debemos ir caminando”.

Sus palabras me avergonzaron y me hicieron ver cómo los más viejos vamos por el mundo sin una conciencia clara sobre la huella ambiental que generamos con cada una de nuestras acciones y decisiones.

Mi hija, en cambio, a sus seis años ya sabe perfectamente que cuidar la tierra depende de pequeños actos cotidianos de todos, como usar menos el carro y caminar un poco más. Por suerte, nuestros hijos son nuestros maestros.

Pero el pasado fin de semana entendí también que enfrentar el problema del cambio climático no solo requiere actuar, sino además ser responsable con lo que se dice.

Pensé en eso después de leer la descabellada propuesta del candidato Gustavo Petro, de frenar de forma inmediata la contratación para exploración petrolera si llega a ser Presidente de los colombianos.

Soy un convencido de que el mundo necesita cortar su dependencia atávica de los combustibles fósiles y evolucionar hacia la producción de energías renovables.

También creo que el futuro de este país pasa, en gran medida, por dejar atrás el modelo de extracción indiscriminada de recursos naturales y avanzar hacia la generación de riqueza a través de la formación intensiva de talento humano, con foco en la economía digital.

Pero me resulta absolutamente inaceptable que el camino para llegar a esa meta sea el que señala Petro. No es posible hacer lo que él propone, sin condenar a este país a una catástrofe económica y social de graves proporciones.

No es responsable plantear la idea de darle un portazo a la inversión en exploración petrolera, cuando hoy este país solo tiene reservas de crudo para unos seis años.

¿Qué hacemos con los 16 millones de vehículos que bien o mal mueven nuestra economía, el día en que se acabe la producción nacional y nos toque importar petróleo más costoso aún? ¿Pasar a depender de Venezuela?

¿Qué hacemos si en este país, según el Runt, hoy apenas tenemos menos de cinco mil vehículos eléctricos y unos 17.000 híbridos?

¿Qué hacemos si el petróleo representa el 32% de las exportaciones de este país y de la plata que deja salen unos $5 billones anuales de regalías para financiar la construcción de vías, escuelas, electrificación, acueductos, entre otros?

¿Cuántas reformas tributarias habría que hacer para conseguir ese 12% de los ingresos de la Nación que generan los hidrocarburos? ¿Con cuántos estallidos sociales de por medio? ¿A qué costo en términos de empleo, desarrollo social y crecimiento económico?

Detener el cambio climático es una prioridad para la especie humana en este siglo. Pero cada vez hay más evidencias de que la solución no es paralizar de facto la producción de hidrocarburos, sino desarrollar un modelo que transfiera gradual y aceleradamente los grandes capitales, la tecnología y el conocimiento de esa industria, a nuevos modelos de producción de energías renovables.

Eso no se va a lograr en el breve lapso de los cuatro años que dura una Presidencia. Por eso el debate ambiental que debe dar Colombia no puede partir de ideas irrealizables lanzadas solo para conseguir votos.

Un día tendré que explicarle a Luciana una difícil realidad derivada del mundo que hemos construido: sin producción de petróleo no existirían el 90% de sus juguetes.

Pero alguien debería explicárselo ya a Petro: hay derivados de hidrocarburos en el shampú con el que se baña, en su cepillo de dientes, en su computador, su celular y su televisor; en la bolsa del pan que compra en la panadería y hasta en la suela de sus costosos Ferragamo.

Así que por ahí no es.

https://www.elpais.com.co/, Cali, 25 de noviembre de 2021.

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