El pasado fin de semana se adelantaron elecciones en Venezuela. Triunfo el chavismo. Hace algunas semanas se confirmó la farsa de Nicaragua donde Ortega y señora se hicieron reelegir habiendo previamente encarcelado a todos sus contrincantes electorales. Pero llevamos más de seis décadas presenciando las ‘elecciones’ cubanas donde, con porcentajes mayores al 99 por ciento, se entroniza al dictador de turno. Y lo de Evo Morales, con sus particularidades, es muy parecido a lo de estos vecinos olvidados y condenados a sufrir las dictaduras populistas.
Mientras tanto en los foros internacionales abunda la retórica para condenar estos atropellos a la democracia sin que surtan ningún efecto. Los tiranos se quedan, se consolidan, siguen oprimiendo a sus pueblos y empujándolos al desespero del éxodo. Nada conmueve el corazón de los Castro ni de Díaz- Canel. Tampoco importan los millones de venezolanos que sobreviven en toda Latinoamérica mientras Maduro y sus secuaces se lucran del narcotráfico y dolarizan la economía borrando ceros a la moneda local para disfrazar la magnitud de su fracaso económico. A los Ortega, guerrilleros marxistas, se les olvidó hace tiempo el pueblo del que tanto se lucraron y hoy oprimen, muy al estilo Somoza, uno de los países más pobres del mundo.
Hay que decir la verdad: estos regímenes han tenido el apoyo abierto o táctico de la izquierda regional e internacional, de nuestros círculos intelectuales que, a pesar de la evidencia fáctica, siguen cerrando los ojos frente a los abusos y atropellos de todos los derechos humanos que ellos mismos tanto invocan. Tienen el respaldo del oscuro Foro de Sao Pablo que mucho daño ha hecho a la democracia regional. A estos regímenes los apoyan naciones como Irán, Corea del Norte y Rusia; se aprovechan de la inutilidad creciente de Naciones Unidas o la OEA; se benefician de las ambiguas posiciones de la Unión Europea y de la incapacidad de la diplomacia estadounidense acomplejada por tantos fracasos internacionales.
Colombia, luego de la vergonzosa contemporización del gobierno de Santos con Chávez y Maduro, ha sido valiente y decidida en su denuncia de lo que ocurre con nuestros vecinos. Hemos asumido, con humanidad y dignidad, el inmenso costo directo de la migración masiva de venezolanos y las amenazas de los esbirros cubanos y venezolanos que actúan en nuestro país amparados en pasaportes diplomáticos. El presidente Duque pasará a la historia como uno de los pocos mandatarios que, con coraje y decisión, intentó darles una esperanza a los millones de venezolanos oprimidos. Pero, como siempre, no hubo solidaridad regional ni mundial.
Ahí siguen, apoyados en elecciones predefinidas y sistemas electorales amañados, los sátrapas tropicales, respaldados por la mamertería local que no sabe cómo disimular su secreta admiración por los tiranos populistas.
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https://www.portafolio.co/, Bogotá, 23 de noviembre de 2021.