Para empezar, una rectificación. No todos los artistas son los mayores manipuladores y generadores de noticias falsas en Colombia. Esa es una afirmación a todas luces injusta y desproporcionada que generaliza sin equilibrio. Un error.
Es una generalización, como aquella de que todos los periodistas que nos atrevemos a mirar los hechos con una perspectiva no siempre contra poder, somos unos zalameros, “lame suelas” y arrodillados. Ambas afirmaciones llevan a entender un debate que tiene una variada amplitud de conceptos, sin la oportunidad de ver los grises y reconocer aciertos y desaciertos.
No tengo ninguna autoridad, ni la más pequeña, para calificar a un artista en su condición de artista. Pero sí voy a atreverme a hacerlo en su adquirida condición de generadores de opinión, líderes e influencers en las redes sociales.
Colombia ha vivido meses caóticos. Una explosión social, quizás la más importante de este siglo, con su génesis en situaciones reales de quiebra, desempleo, pobreza y pobreza extrema, y falta de oportunidades. El país se encuentra polarizado con la crispación necesaria para conseguir hechos de violencia en vez de debates políticos sobre las ideas.
Y, para colmo, los grupos armados ilegales crecen, cada vez hay nuevos a pesar de duros golpes como el de Otoniel, y se han vuelto silenciosamente poderosos y cercanos a jóvenes que se dejan usar con promesas espurias.
En ese escenario, las redes sociales están minando la credibilidad, la democracia y las posibilidades de la verdad. Algunos artistas, y me refiero concretamente a ustedes, Julián Román, Adriana Lucía, Santiago Alarcón, Doctor Krápula, decidieron dejar las tablas, las cámaras y los escenarios del arte para ejercer un liderazgo político en el espacio de lo público. Eso es perfectamente plausible porque no se puede entender el arte sin las intervenciones en lo político.
Lo que es censurable es que como líderes de opinión no se exijan en responsabilidad con la información, en un país en donde la indignación crece como espuma y las repercusiones trascienden a la vida real. Si quieren, y ya lo hicieron, asumir el papel de líderes políticos, deben con ello ejercer la responsabilidad del manejo de la información que transmiten.
Ustedes, respetados artistas, hablan continuamente de los debates más difíciles que da el país en todos los hechos sin tener la suficiente profundidad para guiar a quienes los siguen.
Sin leer un documento, distorsionaron el debate sobre la reforma tributaria, lo hicieron igual con la reforma a la salud y mintieron a carta cabal sobre cifras de personas desaparecidas y agresiones que no ocurrieron durante el paro. Y con eso no estoy diciendo que las otras reales de las que hablaron no hubiesen ocurrido.
Se han hecho con audiencias de millones de personas en Twitter, Instagram y Facebook y quiero decir que entiendo su sentimiento de frustración con lo que pasa en Colombia.
Obviarlo sería no vivir aquí. La pobreza, la corrupción, el manejo siempre clientelista del “establishment”, y los abusos de las autoridades son temas que nunca se deberían normalizar. Empero, su deber es hablar con rigurosidad, con vehemencia si quieren y desde el lugar de la política en el que mejor se sientan, pero con la verdad de los hechos corroborados.
Sugerir, como lo hizo usted, Julián, que la captura a Otoniel fue en realidad una entrega por la foto de un cambuche que no tenía nada que ver con el lugar en el que fue hallado el narco, es una enorme falta de responsabilidad cuando se tiene una audiencia de más de un millón de personas.
Hasta hoy usted ha decidido no rectificar y, además, maltrató la honra de soldados que arriesgaron su vida. Cuatro de ellos fueron asesinados por el clan del golfo. Sus familias los enterraron mientras usted trinaba teorías de la conspiración.
Cientos de miles de personas han sido desinformadas por su irresponsabilidad. Y no se trata de un debate sobre la verdad porque no hay nunca una sola verdad sino varias posibilidades y acercamientos a ella, mucho más cuando se trata de asuntos que son de debate y que tienen formas y fondo disímiles. Se trata de hechos puntuales en los que decidieron mentir por la velocidad de la indignación que no han aprendido a confrontarse para estar seguros antes de publicar.
Si quieren informar, que es lo que hacen hoy, su propio sesgo debe ser controvertido por ustedes mismos antes de cada clic. Por el contrario, han decidido ratificar esos sesgos y reafirmarlos sin importar si la consecuencia es mentir.
Queridos ustedes artistas, el acceso a la información es un derecho fundamental. Pero no solo un derecho. Para informar hay que tener cualidades y deberes, para opinar también. Dejen de mentir y de arrojar gasolina al bosque que se quema. La política en la que quisieron incursionar se hace con dialéctica. Aprendan a debatir con ideas y no con rumores, especulaciones, falacias y mentiras. Dejen, por favor, de parecerse a los seguidores radicales de Donald Trump.
https://www.noticiasrcn.com/, Bogotá, 27 de octubre de 2021.