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Andrés Espinosa F.*

Petro fundamenta su proyecto político en la lucha de clases y el rencor social contra el empresariado, nacional y extranjero.

La polarización política en Colombia ha existido de tiempo atrás, especialmente después de la finalización del Frente Nacional y la pérdida de identidad y de rumbo de los partidos políticos tradicionales. La negociación del proceso de paz y la negación del resultado plebiscitario de la presente década, se tradujeron en la mayor polarización política de la historia moderna.

Se habla de polarización como un eufemismo para no hacer referencia a los extremos, que es de lo que se trata, pues nada resulta más ofensivo e insultante para los involucrados que decir que un partido político o sus seguidores son de extrema derecha o de extrema izquierda. La polarización es una tragedia, pues supone la ausencia de espacios de imparcialidad institucional, que impiden examinar y pactar asuntos de interés nacional y regional.

Peor ahora que la polarización se ha visto agravada por la campaña política y el populismo de Gustavo Petro, quien busca, obsesivamente, imponer el socialismo castrista en Colombia. Petro fundamenta su proyecto político en la lucha de clases y el rencor social contra el empresariado, nacional y extranjero, al desconocer que genera empleo y desarrolla programas de sostenibilidad social y ambiental.

En una entrevista reciente concedida al diario El País de España, el precandidato presidencial Petro cuenta que “de joven, quería hacer una revolución armada. El Movimiento 19 de Abril, M-19, en el que milité, nunca perteneció a la órbita soviética, sino que reivindicó una socialdemocracia armada y clandestina”. Petro aprovechó la tribuna internacional ofrecida para lanzar al viento palabras sin fundamento para sustentar su proyecto armado de refundacional nacional: “en los noventa sucedió el genocidio del pueblo colombiano, 200.000 muertos”.

En materia de narcotráfico, Petro propone su velada legalización: “Colombia se enfrenta a un mundo donde la cocaína es ilegal, puede que cambie en algunos años, pero no en mi gobierno. Lo que yo planteó para que el peso de la actividad cocainera no cause los niveles de violencia actuales es quitarle poder a la mafia y eso implica una reforma agraria que haga al campesinado dueño del proceso agroindustrial”. A la pregunta de El País, ¿qué hacer con los narcotraficantes?, Petro responde, impávido, “pues seguirán, no desconozco las leyes del mercado”.

Petro caldeó la arena política con su propuesta de expropiación de tierras, siguiendo a pie juntillas el modelo castrista del Foro de Sao Paulo y beneficiándose, según el general retirado de inteligencia venezolana, Hugo Carvajal, del financiamiento de la dictadura del vecino país. Petro planteó que en su gobierno, las tierras de Incauca, de propiedad del fallecido Carlos Ardilla Lulle, le serían entregadas al campesinado. Y con mayor razón, aseveró, la finca El Ubérrimo del expresidente Álvaro Uribe Vélez, su principal rival político.

Al final de la entrevista, Petro anunció que de perder las elecciones, cerraría su ciclo político. Enhorabuena.

*Miembro del Consejo Directivo del ICP.

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https://www.portafolio.co/, Bogotá, 26 de octubre de 2021.

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