En escenarios normales, Fajardo y Gaviria no podrían hacer parte de la misma elección. Ambos compiten por el mismo nicho poblacional y su confluencia dividiría los votos a tal punto que haría inviable sus candidaturas. Esto lo tenían más que claro el ex Ministro y su jefe.
No en vano Gaviria postergó en exceso su renuncia a la rectoría de Los Andes hasta que el declive de Fajardo fuera irreversible. A pesar que Santos lo contempló como una opción, el cerco de procesos legales le cerraron todas las puertas. Jurídicamente se puede lanzar, pero nadie gana la Presidencia con el desgaste que generan las investigaciones. Su campaña se centraría en responder los cuestionamientos sobre Hidroituango y el endeudamiento de Antioquia que bajo su gestión pasó de $640.015 millones a $1.4 billones. Es una misión imposible.
Por eso, sus antiguos promotores entraron en el más absoluto de los silencios sepulcrales. Más allá de uno que otro tweet, la que fuera su fórmula vicepresidencial, y que ahora maneja la segunda nómina más grande del País, puso en marcha la operación Poncio Pilatos y se ha desligado, al igual que casi toda su bancada, del que hace unos meses daba por hecho que iba a ser Presidente.
En otras palabras, a Fajardo lo abandonaron, lo dejaron completamente solo de la forma más desalmada posible. El Partido Verde, que pensó tocar el cielo con su candidatura, ya se dio cuenta que su respaldo le generará más desgaste que votos y decidió bajarse del barco. Más se demoró Alejandro Gaviria en anunciar su aspiración que Juanita Goebertus en salir a apoyarlo. Sí, la misma que se rasgaba las vestiduras hablando maravillas del profesor.
De hecho, ese aterrizaje exprés evidencia que tanto el establecimiento santista como la maquinaria del Distrito están detrás de Gaviria. Goebertus, que proviene de las entrañas del Gobierno anterior y fue la fórmula a la Cámara de Angélica Lozano, nunca hubiera hecho tal jugada sin el aval de Juan Manuel Santos y Claudia López. Dos actores que ahora desgobiernan Bogotá e hicieron de la Alcaldía el fortín burocrático para reciclar a los altos funcionarios de la Administración Santos.
Mientras tanto, Fajardo está en el peor de los escenarios. Preso en un laberinto sin salida donde debe responderle a las autoridades por sus actos al mismo tiempo que ve cómo Gaviria se apodera sin pena ni gloria de la estructura que armó durante tres años. La política de la traición, de la que tanto sabe Santos, hizo un cambio de fusibles que el ex Gobernador no pudo resistir.
@LuisFerCruz12
https://www.losirreverentes.com/, Bogotá, 14 de septiembre de 2021.