Antes de cumplir el primer año de gobierno salieron de manera abrupta tres ministros, lo cual no estaba en las cuentas de nadie, y todo porque se filtró al público un documento en el que también habían trabajado tres ministros exponiendo las debilidades del proyecto de reforma a la salud, que además obligó al presidente a crear un consenso con los partidos de la coalición y los que no están en la coalición para salvarla a como dé lugar.
Una decisión del Consejo de Estado frenó en seco la intención del presidente de regular las tarifas de servicios públicos, y ese frenazo le debe hacer pensar que estamos en un Estado de derecho para que no decida con la cabeza caliente y el aplauso de las graderías.
No es menos importante el hecho de que el Consejo Nacional Electoral abrió una investigación por presuntas irregularidades en la campaña del Pacto Histórico, y los obligará a tener que dar explicaciones de algunos aportes.
Pero quizás lo más grave, tanto por los hechos como por la forma en que el gobierno ha querido subestimarlo, fue el asesinato de un policía y secuestro de otros setenta en San Vicente de Caguán, que el ministro Prada ha querido matizar para presentar un secuestro y homicidio como retenciones con cerco humanitario; es un eufemismo que, además de haberle salido muy mal, ofende la inteligencia, como si el ministro fuera el más inteligente y el resto de los colombianos fuéramos unos idiotas. No ministro. Respete. Usted no es el funcionario que tipifica los delitos, esa es una función de la Fiscalía, y usted lo sabe muy bien.
Los mismos policías dijeron que los desarmaron además de que recibieron trato inhumano e indigno. Estamos viviendo una ironía porque hoy los policías no saben qué hacer cuando los atacan: si defenderse o dejarse joder por todo el que se les enfrente envalentonado. A eso hemos llegado por el trato displicente que el mismo gobierno le da a la fuerza pública.
Y qué decir de la bomba que estalló la ex esposa de Nicolás Petro, hijo del presidente, con una entrevista en la revista Semana afirmando que recibió dineros de personas que han sido condenadas o están siendo procesadas por narcotráfico, junto con el tráfico de influencias ante los ministros, es decir, lo que el presidente criticó por más de treinta años lo está llevando a cabo su mismo gobierno por gestión de su hijo. Hay que predicar con el ejemplo, y con este escándalo queda muy mal parado el gobierno porque los hechos demuestran que no ha habido coherencia.
Pero es que también están causando daño al gobierno los rumores de que Juan Fernando Petro, hermano del presidente, ha estado negociando entradas a la paz total, lo cual debe aclarar de manera urgente la Fiscalía, porque eso no puede quedar en el aire en razón a la trascendencia que tiene.
A los casos del hijo y del hermano también ha trascendido la influencia que ha tenido la esposa en la decisión de algunos nombramientos y, en tal sentido, definitivamente, el presidente debe dejar claro si gobierna con su equipo o gobierna con la familia.
Mejor dicho: un coctel molotov que obliga al presidente a tener que enfrentar la situación con valentía, determinación y firmeza; tiene que tomar decisiones concretas y resolutivas para superar los problemas que están afectando al gobierno.
No nos echemos mentiras. Toda esta situación reduce el margen de maniobrabilidad del gobierno, que en ciencia política llaman gobernabilidad, y también se nubla su compromiso con la transparencia para combatir la corrupción y fortalecer la democracia, como ha sido su deseo desde que está participando en la política.
Y como dijo el filósofo de La Junta: Se las dejo ahí...
@LColmenaresR