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Jesús Vallejo Mejía 

Conviene recordar a Bismarck: "La política es el arte de lo posible".

De ahí se sigue que su punto de partida es una comprensión adecuada de la realidad social sobre la que se pretende actuar, lo que implica observar con realismo tanto sus aspectos positivos o fortalezas, como los negativos o deficiencias. Con base en ello, una sana política procura realizar lo que el distinguido profesor argentino Mario Justo López destaca como una faceta arquitectónica que se aplica a edificar un orden social equilibrado que haga posible la realización de un bien común que redunde en lo que Aristóteles concebía como una vida buena para los integrantes de la comunidad. El desiderátum de ese orden es la justicia, que de acuerdo con San Agustín es lo que distingue un gobierno de unos maleantes (vid. https://www.academia.edu/40100551/Manual_de_Derecho_Politico_Mario_Justo_Lopez).

Estos dos aspectos, los hechos sociales y sus posibilidades de mejoramiento con miras a acercarse a la realización de la justicia, no siempre se consideran con el rigor que se requiere, vale decir, con los pies bien puestos sobre la tierra y la vista centrada en horizontes razonables. Muy a menudo se peca por desconocimiento de los datos de dicha realidad, ora por cortedad de miras o por ubicarlas muy lejos de sus posibilidades. Peor aún, en la política menudean las que Freud llamaba ideas delirantes, esta vez preñadas de componentes utópicos, que pierden casi del todo el contacto con la realidad.

Hace años dicté en la Facultad de Derecho de la UPB un curso de Introducción a la Política que comprendía un capítulo que se me quedó sin escribir y apenas lo dejé en unos pergeños, atinente a la patología política. Uno de sus temas concierne precisamente con esas ideas delirantes, así como con quienes las formulan, las adoptan, las apoyan y tratan de ponerlas en práctica.  Sus mentores y ejecutores pueden considerarse como líderes o dirigentes tóxicos, respecto de los cuáles se han hecho cuidadosos e interesantes estudios de psicología política que hace algún tiempo mencioné en este blog. Vid. Pianoforte: ¿Locos al volante? (javalmejia.blogspot.com).

Acabo de leer la última versión de la excelente biografía de Hitler escrita por Ian Kershaw, gran especialista en el tema (vid. https://www.amazon.com/-/es/Ian-Kershaw/dp/8499428045). Me ha suscitado no pocas inquietudes porque no dejo de ver peligrosas analogías con el talante de quienes hoy por hoy nos gobiernan.

En ellos encuentro. por una parte, rasgos mesiánicos; por otra, ciertas visiones apocalípticas asociadas a aquéllos.

Ha dicho, por ejemplo, la titular de la cartera de Minas y Energía que este gobierno aspira a salvar a la humanidad. Es un tema recurrente: en la campaña que lo condujo al triunfo el hoy presidente insistió reiteradamente en que hay que ponerle coto a la actividad extractiva, sobre todo de petróleo, gas y carbón, porque ella es causante del cambio climático que acarreará a la postre la destrucción de la vida sobre el planeta que habitamos. Hace unos días extendió ese concepto apocalíptico a la ganadería, acusándola de destruir los suelos que podrían producir los alimentos que se requieren para saciar el hambre de la población mundial.

Esa visión apocalíptica no la funda en textos sagrados, sino dizque en asertos científicos. Pero éstos no dejan de estar expuestos a la crítica. No parece sensato centrar la política del país en unas hipótesis todavía no validadas por la experiencia. Muchísimo menos lo es cargar sobre nuestros hombros la gravosísima empresa de salvar a la humanidad de su eventual extinción.

Hacia ello apunta la consigna de hacer de Colombia una potencia mundial de la vida, lo que no deja de prestarse a burlas cuando se piensa en la elevada tasa de homicidios que registra nuestro país o en el desdén por la vida que implican la promoción del aborto y la eutanasia, así como los proyectos de legalización de las drogas.

Traigo de nuevo a cuento los resultados de la investigación que llevó a cabo el periodista argentino Nicolás Morás acerca de los nexos de nuestro actual mandatario con la elite globalista que pretende instaurar un Nuevo Orden Mundial (NOM). Acerca de ello escribí un artículo hace algunas semanas. Vid. Pianoforte: Tras bambalinas (javalmejia.blogspot.com).

Estas políticas no proceden de inquietudes y demandas que se experimentan en el seno de nuestras comunidades, sino de dictados de agentes externos que pretenden imponerse sobre nuestra soberanía. Fiel a los mismos, nuestros gobernantes se proponen hacer de Colombia un laboratorio para poner a prueba sus delirios.

 
Publicado en Columnistas Regionales

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