Unos más vehementes que otros; unos más absurdos que otros. Pero todos con la misma estrategia de lanzar un par de verdades para apuntalar mil mentiras como esas diatribas de Eduardo Galeano que se convirtieron en la biblia del marxismo latinoamericano y de las que se arrepintió haber escrito poco antes de morir.
Por supuesto, a la izquierda nunca le ha importado la coherencia. Petro despotrica del capitalismo, del «american way of life», mientras su esposa va de compras a famosas tiendas de New York y adquiere unos jeans de 1.090 dólares, casi 5 millones de pesos. Nada de extrañar cuando él usa zapatos Ferragamo de más de 2 millones y jeans True Religion del mismo precio.
Y cuando se hace considerar como el adalid de la lucha contra el cambio climático, pero se va para la capital del mundo en avión presidencial en vez de irse en un vuelo regular de Avianca, como lo hizo Álvaro Uribe Vélez en varias ocasiones durante su mandato. Y cuando denuncia un supuesto envenenamiento de la selva amazónica con glifosato para erradicar un cultivo que no está en la selva sino en los andes con un compuesto que hace más de siete años no se usa con ese fin. En cambio, no le preocupan la veintena de precursores químicos que se utilizan para producir la cocaína y terminan en nuestros ríos, lagos y mares. No es simple hipocresía, es marxismo.
En consonancia con el cuento de Petro de que los peores venenos del mundo son el petróleo y el carbón, salta su incondicional Daniel Quintero, alcalde de Medellín, a decretar que en esta ciudad no se venderán más vehículos con motor de combustión a partir de 2035. Y aunque el señor Quintero no tiene potestad para ello, y semejante decisión solo puede ser tomada por el Congreso de la República, el daño ya está hecho.
Lo más probable es que, tras un auge inicial, se produzca en pocos meses una vertiginosa y continuada caída en las ventas de autos y motocicletas a gasolina, con gran impacto en la economía, la movilidad y el empleo. A la idea de Petro de acabar la exploración petrolífera se suma la decisión de casi duplicar el precio del galón y la del alcalde de la ciudad que marca el ritmo del avance nacional de ponerle un horizonte de casi diez años —¡eso es mañana!— a la circulación de vehículos a gasolina. Con semejante desestímulo, este sector clave de la economía se va al garete.
En esto habría que escuchar a un verdadero experto como el ecologista danés Bjorn Lomborg, quien en reciente entrevista dijo que para un país como Colombia sería un error abandonar los combustibles fósiles y que, si bien hay que enfocarse en energías limpias, «sobrerreaccionar puede acabar siendo un error muy costoso». Para Lomborg el problema está en la visión apocalíptica sobre el cambio climático que no ayuda por dos razones: «Primero, porque no es verdad. Y, segundo, porque lleva a los políticos a tomar malas decisiones, que se adoptan en un ambiente de pánico». Y ¿cuáles son las malas decisiones? «Prometer la carbono neutralidad en un tiempo muy corto. Quienes han estudiado el asunto sostienen que ese objetivo podría tomar hasta un siglo en lograrse».
Es decir, realmente no se justifica arruinar a un país que solo produce algo así como el 0,4% de los gases de efecto invernadero del planeta. Colombia se podría suicidar y el mundo ni se enteraria. Pero Petro nos está llevando a ese sacrificio en muchas áreas con la reforma tributaria, la crisis que quiere generar en la salud, la invasión de tierras, la impunidad total para todos los delincuentes, el robo de las pensiones y otras aberraciones.
De las cenizas saldrá, como el ave Fénix, un país nuevo; una nueva Cuba, una nueva Venezuela, una horda de nómadas caminando por América.
@SaulHernandezB