Carlos Salas Silva
Carlos Salas Silva
Las cosas se van poniendo color de hormiga cuando nos vemos obligados a cuidar nuestro lenguaje y hasta nuestros pensamientos. Auto reprimirnos es una opción que tenemos a la mano para no ir a molestar a los otros en nuestras relaciones sociales, como nos lo han inculcado desde niños. Los impertinentes, entre los que por desgracia me cuento, aquellos que van diciendo lo que se le viene a la cabeza, en ocasiones con mucha gracia y frecuentemente de manera destemplada, terminan siendo rechazados por familiares y amigos con justificadas razones. Es el imperio de lo políticamente correcto en el ámbito público como en el privado, lo que termina por imponerse, con muy poca oposición, para mantener las buenas costumbres y las no tan buenas poniendo barreras a cualquiera que se atreva, con sus apuntes y palabras destempladas, a romper la armonía en reuniones y tertulias.
Carlos Salas Silva
Hasta la coronilla estamos con el tal Petro. Como siempre, este señor, ha querido ser centro de atracción y para lograrlo llega a cometer los más grandes disparates. A éste se le abrió el camino a la presidencia cuando quienes debieron estar ocupados en consolidar un candidato serio de su partido se dedicaron a prevenirnos y llenarnos de terror anunciando que el lobo llegaría. El lobo llegó y está haciendo desastres. Siendo apenas un precandidato entre decenas, eso ya poco más de un año, resolvió que Ucrania no podía ser motivo de interés, así el mundo entero pusiera los ojos en ese país que para los colombianos no significaba gran cosa, porque lo importante era atender los delirios del nuevo “führer” bananero cuando decía cosas “trascendentales” sobre tierras, pobreza y, especialmente, cambio climático en un lenguaje inspirados, que pocos lograban entender, para salir con la siguiente perla; “Qué Ucrania ni qué ocho cuartos”.
Carlos Salas Silva
De por sí la politiquería es nefasta, pero si a ella se le añade el populismo progresista la mezcla se torna tan desastrosa como la que estamos presenciando en estos momentos cuando un gobierno deleznable busca el apoyo de políticos sin escrúpulos para terminar imponiendo sus terribles reformas. De ahí resulta una “politiporqueria” cuyas acciones, y sus consiguientes resultados, superarán en corrupción y mala gestión a gobiernos de tan triste recordación. Ver cómo las lagartijas se deslizan buscando espacios vacíos dónde obtener ganancias, repugna. Me refiero a aquellos que saben muy bien moverse en el pantano de la política cuando éste se encuentra más infestado que de costumbre y saben aprovechar a las “furcias mediáticas” que no son otra cosa que sus compinches.
Carlos Salas Silva
A la brava, sin consideración alguna, así se impondrá la voluntad de Petro muy a la manera de Ortega y Maduro con quienes compite en arrogancia y estupidez; defectos que al mezclarse son tremendamente dañinos y cuando se encuentran en tan altas dosis en personajillos de cuarta que, sin saberse cómo, han usurpado sus poderosas posiciones, resultan destructoras. A la mala escribo sobre estos asuntos cuando debería ocuparme, por ejemplo, de Picasso habiendo pasado, quién lo creyera, medio siglo de su muerte. O del significado de una semana de reposo y meditación que se nos ofrece cada año cuando ha transcurrido un cuarto del mismo, lo que nos permite fortalecernos espiritualmente para los tres cuartos restantes.
Carlos Salas Silva
Que los dos son serviles a la agenda globalista o que sean adictos a la propaganda o que sientan atracción hacia el totalitarismo y fascinación por el fascismo, no es suficiente para igualarlos. Admitiendo esas aparentes cercanías, Nayib Bukele y Gustavo Petro son las dos caras de una misma moneda por sus grandes diferencias.
Carlos Salas Silva
Una decorosa renuncia es lo que cabría esperar de Petro si se tratase de una persona digna. Con el apabullante testimonio de su misma nuera, el emperadorcito ha quedado en toda su vergonzosa desnudes. Nada nuevo sale de ahí, ya sabíamos de las triquiñuelas de su hijo desde campañas pasadas y de los negocios, más que turbios, del señor de las bolsas, lo nuevo acá es la actual condición del suegro de la denunciante, ocupando, de manera ilícita, la presidencia a la que ha pretendido transformar en un trono inexpugnable. Inexpugnable como desde siempre se ha considerado éste guerrillero que ha hecho toda su vida lo que le ha venido en gana amparado en una justicia corrupta, en unos políticos detestables y en unos ciegos seguidores que le comen el cuento de que es el paladín contra la injusticia social.
Carlos Salas Silva
Luego de escuchar por La hora de la verdad lo que se trae entre manos aquel que hasta hace poco era mencionado como el presidente y ahora como Petro a secas, repasé en mi memoria la actuación histriónica ofrecida desde un balcón que da sobre la Plaza de Bolívar y debidamente filmada para la historia por su cineasta de turno, un tal Morris Hoffman que emulaba a la inigualable Riefenstahl, de un victimizado alcalde, el peor entre tantos nefastos que han martirizado a la capital del país, en vísperas de una revocatoria popular y de una sanción por parte de la Procuraduría con sobradas pruebas de sus actos criminales ya fueran por ineptitud o con premeditación, brindaba a una masa de sus seguidores, muchos de ellos reclutados en las calle o burócratas obligados a rendirle pleitesía. Las imágenes transmitidas por Canal Capital mostraban cada gesto del protagonista como si del mismo Führer revivido se tratase, generándome en su momento el temor de que esa imagen se hiciese trágica realidad como ya ha ocurrido. Lo único que hacía falta para completar la escena nocturna de diciembre de 2013, era que el grito escalofriante ¡Heil Hitler! mutara en un ¡Heil Petro!
Carlos Salas Silva
Luego de semanas en las que he estado mascullando mis penas, llevándome al borde de la desesperación al imaginar lo peor, empiezo a ver con claridad. Esta mañana ha salido el sol y el azul del cielo me da la tranquilidad y la confianza necesarias para hacer esta confesión.