Luis Alberto Ordóñez
Luis Alberto Ordóñez*
La primera vez que fui a San Andrés, lo hice por mar. La llegada fue impresionante; a medida que el ARC Boyacá se acercaba lentamente a tierra, la isla iba surgiendo en el horizonte: primero la Loma, con sus cientos de palmeras, luego el resto del precioso territorio hasta poderse visualizar a lo lejos las construcciones del centro de la ciudad mientras el contorno de la costa se iba haciendo nítido. La ensenada del Cove, donde arriban las unidades de la Armada Nacional y los cruceros de turismo, tiene el agua cristalina y el fondo se deja ver en ese abanico de colores que identifica el mar de nuestro principal y más emblemático archipiélago. Era 1981 y el encanto perdura hasta hoy: las islas son mágicas, ricas y sus aguas el sustento de miles de raizales quienes desde siempre han vivido de la pesca que ese mar les brida gracias al cuidado y la preservación del medio ambiente: saben que cualquier exceso significa un futuro incierto.
Luis Alberto Ordóñez*
Inició la campaña para las elecciones de 2022 y lo más preocupante: ¿será más de lo mismo? La clase política colombiana no se ha dado cuenta de que sus aspiraciones al poder manejadas de manera rastrera, baja y desprestigiando a los demás y al mismo sistema, los está condenando a que la ciudadanía busque otras opciones. Un nuevo Presidente asumirá el 7 de agosto del año entrante y será posesionado por el Congreso que se elija en marzo próximo. Seguramente veremos lo más bajo del ser humano, como en épocas anteriores, utilizando la mentira, los engaños, las falsas promesas escritas en piedra, las trampas, los hackers y contra hackers, las mafias del narcotráfico financiando candidatos, multinacionales corruptas invirtiendo en su futuro contractual, el populismo engañando incautos, etc. La repetición de la historia una y otra vez.
Luis Alberto Ordóñez*
Una de las estrofas más bonitas de nuestro himno nacional hace honor a los soldados de la independencia que en total desigualdad lograron imponerse a un enemigo poderoso, bien equipado y preparado. “… su varonil aliento de escudo les sirvió…”. Eran los soldados colombianos liderados por nuestro libertador Simón Bolívar que como hoy en día, después de doscientos años, siguen, de generación en generación, dando todo de sí mismos para defender la libertad, el orden y la tranquilidad de la patria. Ahora, en la peor crisis de seguridad que se recuerde, donde bandidos asesinan sin piedad alguna, roban por doquier y se burlan de las autoridades y de la justicia, se requiere nuevamente del militar para apoyar a la Policía Nacional en momentos donde sus sacrificados servidores se ven insuficientes para contrarrestar los desmanes y ataques a la sociedad.
Luis Alberto Ordóñez*
Cuando uno viaja por otros países, en especial los más desarrollados, no se ven policías y mucho menos militares en las calles. De vez en cuando aparece uno de los primeros, y de los segundos solamente en casos de amenaza terrorista la tropa se deja ver; sin embargo son sitios seguros y se puede transitar de día o de noche sin temor a perder la vida; las personas hasta pueden utilizar el celular sin riesgo alguno. La policía no se ve, pero ahí está; la inteligencia hace una labor callada pero efectiva y la justicia se siente y se respeta. En resumen, los delincuentes le tienen miedo a la autoridad y saben que la justicia no será incoherente e incompetente, sino que los sancionará; entienden que les puede salir muy caro cometer un ilícito. En Colombia, con índices de impunidad supremamente altos, la delincuencia sabe que difícilmente pagará por sus faltas y que a la fuerza pública le puede ir peor si se mete con ellos.