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“Para ganar la paz… es preciso ganar el campo primero” Destacado

José Félix Lafaurie                                                                                        

(Intervención del doctor José Félix Lafaurie Rivera, presidente ejecutivo de la Federación Colombiana de Ganaderos, FEDEGÁN, en el acto de instalación del 40º Congreso Nacional de Ganaderos - “Seguridad ganadera solidaria…, Porque unidos somos más”. Barranquilla, 28 de noviembre de 2024)

Ganaderas y ganaderos de Colombia:

“Para ganar la paz… es preciso ganar el campo primero”. Esta frase se la recordé al presidente Petro hace dos años, en este mismo recinto, cuando creí de buena fe que, a pesar de nuestras diferencias ideológicas y políticas, era algo en lo que podíamos coincidir con un gobierno de izquierda, como también en que un campo recuperado del abandono y la violencia podría erigirse en motor del desarrollo y convertir a Colombia en potencia agroalimentaria.

Cómo me habría gustado que estuviera aquí nuevamente, para volver sobre esa frase y evaluar en qué van esos propósitos que creíamos compartidos, ¿o acaso el campo fue otra vez una estrategia de campaña y no el eje de un programa de gobierno como esperábamos?

Esa frase -Para ganar la paz es preciso ganar el campo primero- no fue una ocurrencia retórica para llenar un discurso en 2022. Por el contrario, con tozuda insistencia, que prefiero llamar coherencia, la he repetido mil veces y la he defendido en mil espacios, desde cuando la lancé como consigna, por primera vez, en otro Congreso Nacional de Ganaderos, en noviembre de 2004, ¡hace ya veinte años!

Lo mío es el vallenato, no el tango, pero si en dos décadas el país sigue ciego frente a la causa de todos sus males, si no logra ver que su gran error histórico fue y ha sido condenar al abandono a la que hoy llaman la Colombia profunda, entonces debo repetir con Gardel que “veinte años no es nada” …

Que la paz de Colombia pasa, necesariamente, por la recuperación del campo es una convicción que, en lugar de menguar, se fortalece con la frustración de sentir que el país está ciego o se hace el ciego ante tan evidente relación de causalidad.

“Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven”. Es el descubrimiento final del protagonista de una gran novela, “Ensayo sobre la ceguera”, del nobel portugués José Saramago, en la que recrea una sociedad en que, sorpresivamente, todos empiezan a quedar ciegos, para recobrar luego la vista, pero después de muchos conflictos, traiciones y tribulaciones…                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           

¿Por cuántos conflictos, traiciones y tribulaciones tenemos que pasar los colombianos para ver con claridad lo que, simplemente, está frente a nuestros ojos?

¿Es tan difícil ver que, en un campo atrapado en el hoyo profundo del abandono, la ilegalidad, la violencia y, con ellas, la desesperanza son un resultado inevitable?

País ciego que, viendo, es incapaz de ver que en el abandono de inmensos territorios que hoy llaman la “Colombia profunda”, la ilegalidad busca refugio y la violencia no encuentra contención ni castigo.

Sí, Colombia profunda la llaman, en una especie de reconocimiento de culpa, porque hasta ella no han llegado ni el Estado, ni el progreso ni el bienestar, pero sí 300.00 hectáreas de coca, sembradas por labriegos sin alternativa de subsistencia y por empresarios del delito.

Inmensos territorios donde el país ya no es soberano, algo que vio la ONU con claridad meridiana, porque la ley y el orden, la justicia y las instituciones son precarias o cooptadas por los bandidos. Inmensos territorios donde la ganadería es el último asomo de soberanía, porque la presencia legítima, civilista y productiva del ganadero también es soberanía. Inmensos territorios donde el ganadero, que no puede trastear con sus vacas para otra parte, sigue expuesto a la peor de las violencias, la del abandono, y a la cotidiana y desgarradora de las mafias narcoterroristas, en guerra por el control territorial para proteger sus rentas ilícitas; guerra alimentada por el narcotráfico, mal de males de la patria, aunque la patria no quiera verlo.

Hace 20 años el campo empezaba a resurgir gracias a la mano tendida que, sin entregar las instituciones, desmovilizó a más de 18.000 guerrilleros y 35.000 paramilitares, y gracias a la Seguridad Democrática, que persiguió sin cuartel a las mafias del narcotráfico.   

En 2010, el país llegó a un mínimo histórico de cultivos de coca y también de violencia. La Fuerza Pública había recuperado el control territorial y el país la soberanía, mientras las Farc, doblegadas militarmente, pero agazapadas en Venezuela, seguían siendo la principal mafia narcotraficante.

No obstante, Santos convirtió a esa guerrilla disminuida en alta parte negociadora, no para concertar su sometimiento al Estado de derecho, sino para modificarlo a su amaño y conveniencia, incluida una justicia transicional con vocación de impunidad y ahora de permanencia, una política antidrogas negociada con la mafia y una Reforma Rural negociada con la guerrilla que había destruido el campo durante décadas.

Si no fuera porque hoy sufrimos las consecuencias de ese Acuerdo sellado con un golpe tramposo y sin precedentes a la democracia, no habría traído a este Congreso una historia que dividió al país. Pero este país, ciego y además olvidadizo, todavía le hace celebraciones al acuerdo que prometió verdad y la contó a su conveniencia, prometió justicia y consagró la impunidad, prometió reparación y abandonó a las víctimas, prometió paz y multiplicó la violencia.

El país no puede olvidar, y si lo olvida aquí estamos para recordárselo, que los ganaderos, en legítima defensa de nuestros intereses, pero además por convicción y principios, fuimos el único sector que le plantó cara a la pretensión de negociar con una guerrilla comunista el futuro del campo y de la producción agropecuaria…, ¡nuestro futuro!

El país no puede olvidar que las Farc habían secuestrado y asesinado a miles de los nuestros, que nos habían sometido al impuesto oscuro de la extorsión, que nos habían declarado objetivo militar y que, en efecto, intentaron asesinar varias veces a mi antecesor, Jorge Visbal, y lograron asesinar a quien lo antecedió, José Raimundo Sojo.

Apoyar esa negociación era un imposible ético…, ¡y qué caro nos costó! La historia del país no conoce una persecución tan implacable a un gremio de la producción, como la que entonces sufrió FEDEGÁN.

Pero siempre vale la pena pagar el precio de la dignidad, que hoy, con la cara en alto, nos permite defender a los ganaderos y reclamar nuestros derechos a la seguridad, a la legítima propiedad de la tierra y a una política rural despojada de ideologías y enfocada al crecimiento.

Y seguiremos reclamando, ante este y todos los gobiernos venideros; hasta que el país vea y voltee a mirar al campo, porque los ganaderos no estamos apenas pintados en el mural de la historia colombiana. Somos, por el contrario, una realidad de 700.000 voces, 700.000 vidas, 700.000 esperanzas, que tienen derechos…, que construyen riqueza y tejido social en todo el territorio nacional.

Santos supo venderle a Colombia y al mundo sus negociaciones a partir de mentiras abiertas y con la promesa populista de que la paz firmada sería “estable… y duradera”.

Esa paz nunca llegó. Las Farc resucitaron en sus disidencias, el ELN prosigue con su estrategia de atacar, negociar y volver a atacar, y la delincuencia común está de fiesta. Volvimos al deshonroso lugar en lo más alto del podio de la producción mundial de cocaína… y al escalamiento de la violencia rural y urbana.

La Seguridad Solidaria

No es en vano que el tema central del Congreso Nacional de Ganaderos en su versión número 40 sea LA SEGURIDAD SOLIDARIA a partir de la unidad gremial ganadera, que tuvo su primera expresión en las BRIGADAS SOLIDARIAS GANADERAS en 2022, cuando las invasiones amenazaban la propiedad privada y desde el propio gobierno se estimulaba la movilización campesina.

Bueno es recordar que la respuesta entusiasta de los ganaderos a las Brigadas Solidarias y su eficacia para evitar pacíficamente las invasiones y lograr la reacción de las autoridades, fue lo que generó los primeros contactos con el Gobierno, que terminaron en el llamado “Acuerdo de Tierras” y, meses después, en la invitación del presidente Petro, hace dos años en este mismo recinto, a ser parte de la delegación gubernamental en el proceso de diálogos con el ELN.

No fue una decisión fácil. En este caso no había traición ni engaño, pues la negociación con el ELN era una promesa de campaña y, al parecer, el Gobierno pensaba que sería un proceso expedito por la afinidad de esa guerrilla con un gobierno de izquierda, aunque ya está demostrado que el ELN no pensaba lo mismo.

Sin embargo, era claro que el presidente no invitó al ciudadano, sino al  presidente de FEDEGÁN. Por eso la decisión se sometió a la Asamblea de delegados y, con ese respaldo, acepté pensando en la ganadería y en el campo, a sabiendas de ser una voz disonante, como lo he sido, lo cual, lejos de generar rechazo, ha producido respeto por la posición y la voz de FEDEGÁN, porque allá soy eso, la voz de todos ustedes, la voz de esa otra Colombia que votó en contra del plebiscito, y lo seguiré siendo si así lo disponen las decisiones de este Congreso.

Espero que nuestras voces no queden en el vacío, pues el futuro luce incierto para los diálogos con el ELN por varias razones: porque la voluntad de paz no es un compromiso de papel, sino de realidades de paz; porque el país se quedó esperando la manifestación inequívoca de paz que la delegación gubernamental exigió tras el atentado en Arauca y, a cambio, solo ha recibido manifestaciones de violencia: secuestros, extorsiones, reclutamiento de menores, atentados dinamiteros, paros armados y el asesinato sistemático de miembros de la Fuerza Pública. En fin, porque la ceguera del ELN, esa sí crónica, no le permite ver que el tiempo de su juego a dos bandas se le acaba.

Los ganaderos no nos hemos distraído. Siempre atentos a las señales que recibimos de todos los rincones ganaderos del país, Por ello, ya comenzando 2024, cuando la violencia rural volvió a asomarse amenazante, el éxito de las Brigadas Solidarias nos movió a dar un paso adelante: los FRENTES SOLIDARIOS DE SEGURIDAD Y PAZ, que ya fueron presentados en el video que acaban de apreciar.

Sin embargo, no tardaron, en ser satanizados, por el presidente inclusive y por el ministro de Defensa, como la resurrección del paramilitarismo. ¿Cómo esperar entonces que la sociedad no nos estigmatice, si desde el Gobierno se lanza semejante insinuación?

Parece que nada fuera suficiente, ni nuestras explicaciones y argumentos en declaraciones públicas y artículos de prensa, ni nuestras acciones de colaboración pacífica y civilista con las autoridades, como corresponde a cualquier ciudadano. 

No. Basta ya de narrativas infames. Nuestro único propósito es evitar ser golpeados por la violencia, como en el pasado. Nuestro propósito es trabajar por el campo y por Colombia, sin la zozobra del secuestro, la extorsión y la muerte. Nuestro pedido al Gobierno y a Colombia es que no nos dejen solos otra vez; que no se repita la historia del ganadero víctima de todas las violencias y, de contera, tildado de victimario.

Tierra, pobreza rural y Reforma Agraria

Hoy…, la violencia vuelve a ser la gran preocupación de la Colombia rural. Nada más ayer, en la Junta Directiva de FEDEGAN, los reportes de los representantes de las regiones ganaderas eran alarmantes.

Pero en medio de esa vorágine de violencia el país se olvidó de la tragedia de la pobreza, que algunos convierten en bandera para el populismo promesero y para alimentar el odio entre colombianos, en tanto que los bandidos que dicen defender a los pobres, justifican con ella su violencia mientras los hacen más pobres, los hostigan, les roban sus hijos para la guerra y, con ellos, les roban la esperanza.

 ¿Preguntémonos entonces cuál es la causa real de la pobreza rural? La respuesta inmediata es culpar a la violencia, pero si les preguntamos a las Farc, que se ganaron sin votos sus curules en el Congreso, nos contestarán que es la concentración de la propiedad de la tierra. No pueden responder de otra forma, porque con esa bandera secuestraron, asesinaron, extorsionaron, reclutaron y abusaron de menores, y se robaron miles de hectáreas que nunca devolvieron.

No. El país debe abrir los ojos frente al cuento populista de que un campesino sin tierra es pobre y uno con tierra deja de serlo como por arte de magia; un cuento con el que se incita al odio entre colombianos y se engaña al propio campesino, tanto al que le dieron su parcelita y hoy es pobre con título de propiedad, como al que la sigue esperando.

Lo cierto es que las entregas de tierra de la reforma agraria, que no llegan al millón 800 mil hectáreas en seis décadas, sirvieron para justificar su propia burocracia, incluido un pasado de corrupción en el INCORA, pero no han movido un ápice los indicadores de pobreza rural. ¿Por qué? Porque más de la mitad fueron vendidas por los campesinos que iban a dejar de ser pobres con ellas, porque nunca tuvieron como hacerlas productivas, y las restantes quedaron en rastrojos.

Hoy, 63 años después de la primera ley de Reforma Agraria, y a pesar de sus fracasos, persiste la obsesión por redistribuir la tierra. Desde su campaña, el presidente Petro se comprometió con el punto 1 del acuerdo Santos-Farc, y sus amenazas de expropiación en campaña causaron sobresalto, como sorpresa su anuncio de comprar la tierra a precio comercial.

En ese contexto favorable firmamos el Acuerdo para la compra directa de tierras ganaderas, aunque los resultados no han sido alentadores. Hasta el pasado 21 de noviembre los ganaderos habían presentado 1.432 ofertas por un total de 601.911 hectáreas, de las cuales solo se habían comprado 48 predios que suman 14.260 hectáreas.

Los ganaderos hemos cumplido y seguiremos cumpliendo, pero el bajo volumen de compras no guarda relación con los anuncios del Gobierno sobre la destinación de 5 billones de pesos a este objetivo en 2024, ni con su compromiso de entregar tierras con proyectos productivos, ni con su anunciado interés en darle cumplimiento a la Reforma Rural Integral.

Entre tanto, el presidente busca a toda costa flexibilizar las condiciones para la expropiación con indemnización y la extinción de dominio por incumplimiento de la función ecológica de la tierra, mientras no desperdicia ocasión para acusar a los “hacendados feudales”, que así llama a los propietarios de la tierra, de bloquear esas iniciativas para seguir esclavizando a los campesinos, a los que incita a la movilización popular.

La extinción de dominio para tierras incultas existe desde la Ley 200 de 1936, y desde la ley 160 de 1994 para el incumplimiento de la función ecológica de la tierra, en tanto que la expropiación con indemnización existe desde la Ley 135 de 1961, argumento que ha utilizado el Gobierno para afirmar públicamente que no está inventando nada.

Y es cierto, no inventa, pero sí recorta. Pretende quitarles a los propietarios la fase judicial, es decir, el derecho a defenderse ante un juez en los procesos agrarios, establecido en el Decreto Ley 902 de 2017, dejándolos a merced de una decisión administrativa y sumaria.

Falló el Gobierno en su primer intento, con un “mico” en la Ley del Plan que ya tumbó la Corte Constitucional. El segundo avanza en el proyecto de Ley ordinaria de la Jurisdicción Agraria que hace trámite en el Congreso con una profunda contradicción, pues el Gobierno argumenta que los procesos agrarios en la congestionada jurisdicción ordinaria son una traba para la adquisición de las tierras que necesita, pero entonces, ¿por qué eliminar la fase judicial en la misma norma que soluciona el problema y crea jueces exclusivos para esos procesos?

Si la estrategia de arrebatarnos recursos judiciales obedece a las afugias presupuestales del Gobierno, estamos ante una amenaza, pues se privilegiará la extinción de dominio, no solo porque le sale gratis al Gobierno, sino porque la determinación del presunto incumplimiento de la función ecológica está en cabeza de autoridades ambientales dispersas, autónomas y cooptadas por el clientelismo regional, y ahora, al parecer, por las autoridades indígenas.

Por ello, los ganaderos de todo el país aquí reunidos:

Rechazamos todo intento de arrebatarnos garantías jurídicas en los procesos agrarios.

Rechazamos el señalamiento de hacendados feudales y esclavistas.

Rechazamos la amenaza velada de la movilización campesina en contra de los propietarios legítimos de la tierra, poque los ganaderos también podemos movilizarnos… y lo haremos pacíficamente.

Invitamos al Gobierno a redoblar esfuerzos para cumplir primero el Acuerdo con FEDEGAN, antes de lanzar señalamientos peligrosos que entrañan una amenaza para los ganaderos en los territorios.

Frente a la necesidad de tierras para Reforma Agraria nos preguntamos: ¿Dónde están las de las Farc?, ¿dónde las arrebatadas al narcotráfico?   Esa debe ser la prioridad del Gobierno, antes que colocar a los propietarios legítimos en estado de indefensión jurídica, para arrebatarles la tierra en procesos administrativos sumarios.

Los ganaderos preservaremos el legado de quienes, en 1963, se reunieron en el IX Congreso Nacional para crear a FEDEGAN, en defensa del legítimo derecho a la propiedad privada de la tierra.

Reiteramos que no estamos en contra del derecho del campesino a la propiedad de la tierra, pero rechazamos, primero, que se garantice a costa del derecho a la legítima propiedad privada, y segundo, que los programas de reforma agraria no obedezcan a un concepto de desarrollo rural verdaderamente INTEGRAL.

Desarrollo Rural INTEGRAL: la solución

El abandono del campo por parte de los recursos y las instituciones del Estado, que no la violencia ni la concentración de la tierra, es la verdadera causa de la pobreza y de la violencia misma.

Sí, ¡es el abandono!, por cuenta de un modelo paticojo, que privilegió el desarrollo urbano a costa del desarrollo rural y la dignidad de la vida campesina, que aparecen en las promesas de campaña y no en los programas de gobierno, y desde 2016, con políticas erráticas dictadas por una guerrilla comunista y un gobierno entregado a sus exigencias.

Si el abandono es la causa, el Desarrollo Rural INTEGRAL es la respuesta, sin ideologías, que la producción agropecuaria no las necesita; lo que necesita son tractores y vías por donde puedan andar; necesita insumos baratos, asistencia técnica y mercados de buenos precios. Con ideología no ordeñamos una vaca ni cebamos un ternero.

Si producimos más y mejor, todos tendremos más plata en los bolsillos, el ganadero grande, el mediano y el pequeño, y también los trabajadores mejor pagos de las finas ganaderas. Así, sin dejar de tenderle la mano al campesino que quiera comprar o agrandar su parcela, la tierra dejará de ser la obsesión que siempre ha sido.

Entonces, al decir de Saramago, este país ciego verá que la pobreza no es solo un asunto de quién tiene más o menos tierra y de quién no la tiene, porque de nada sirve un pedazo de tierra en medio de la nada, con trochas intransitables que llamamos vías terciarias con excesiva generosidad.

De qué sirve una escritura si no hay conectividad, asistencia técnica, crédito, ¡si no hay mercados! De qué sirve ser propietario si no hay servicios y los hijos del campesino no tienen educación de calidad, ni salud, ni recreación y cultura que dignifiquen la vida rural.

País ciego que no ve, como lo han visto las potencias agroalimentarias, que para aprovechar las ventajas comparativas: tierra, agua, clima, diversidad, que las tenemos todas, hay que sumarle ventajas competitivas: infraestructura física y social, para que luego lleguen la inversión, la tecnología, el empleo. Eso es desarrollo rural integral

La revolución social de las vías rurales primero, como también hemos repetido durante veinte años. El comunismo ultracapitalista chino, aunque les duela a quienes hoy anuncian un futuro poscapitalista para Colombia, en los primeros tres trimestres de 2023 reconstruyó 118.000 kilómetros de carreteras rurales, con una inversión de 50.000 millones de dólares; vías de alta calidad, según el ministro de Transporte chino, “para apoyar la estrategia de revitalización rural del país, acelerar la modernización de la agricultura y las regiones rurales, como también para promover la prosperidad común”. Más claro no canta un gallo, decimos en Colombia.

Ganaderas y ganaderos de Colombia:

Un mensaje de optimismo, o mejor, de tesón y entereza en medio de la adversidad, porque los ganaderos no podemos caer en la desesperanza. La desesperanza enceguece frente al futuro.  

A pesar de la inseguridad por el asedio de la violencia, tenemos ganadería. A pesar de la estigmatización del ganadero con ignominias promovidas desde el gobierno mismo, tenemos ganadería. A pesar del clima, del mercado, de los costos altos y los precios bajos, de las importaciones, de las trochas que llamamos vías, en suma, a pesar del abandono…, a pesar de todo, tenemos una gran ganadería, moderna y sostenible, digna de mostrar ante el mundo.

Tenemos el hato bovino número 11 del mundo.

Producimos anualmente más de 7.000 millones de litros de leche y más de 900. 000 toneladas de carne.

En 2023 exportamos carne a 39 destinos del mundo y ya se abrieron las puertas del mercado chino a la carne colombiana, y por fin vamos por el de Estados Unidos.

Administramos con rigor los recursos de la parafiscalidad ganadera. El Fondo Nacional del Ganado le ha cumplido a la salud animal, con la preservación del estatus de país libre de fiebre aftosa con vacunación, avanzamos en la modernización ganadera con enfoque de sostenibilidad a partir de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación. Tenemos un sello con norma ICONTEC de Ganadería Sostenible, y fomentamos el consumo de carne y leche entre la población vulnerable.

Con el Fondo de Estabilización de Precios promovemos nuestros productos en los mercados del mundo y apoyamos las exportaciones de carne y leche.

No ha sido fácil… Nos preocupa la suerte de 350.000 ganaderos, en su mayoría pequeños y medianos productores dedicados exclusivamente a la producción de leche, gravemente afectados por las distorsiones estructurales del mercado, hoy agravadas por los fenómenos climáticos extremos y por la disminución del consumo, que lesionan el ingreso y amenazan con una crisis social en las zonas productoras.

Estamos con ellos y seguiremos insistiendo en las propuestas de solución que presentamos año tras año, gobierno tras gobierno, siempre escuchadas con interés, pero siempre desatendidas.

Nos preocupa el futuro inmediato; nos preocupa el 2025, porque ya se anuncian las movilizaciones campesinas alentadas desde el Gobierno.  Nos preocupa, sobre todo, la evolución de la Paz Total frente a la poca o ninguna voluntad que percibimos en los grupos armados ilegales por alcanzarla, y nos preocupa porque un eventual fracaso de la Paz Total solo tiene una contracara: la violencia total. Y de la seguridad depende el porvenir de la ganadería.

Nos sigue preocupando la ceguera del país y del Estado frente al futuro del campo, que es el escalón para dar el paso a la verdadera paz y a niveles superiores de desarrollo y bienestar para todos, porque hoy, como hace veinte años, nuestra convicción es inmodificable: La paz de Colombia pasa, necesariamente, por la recuperación económica y social del campo, como lo he señalado permanentemente en las conversaciones con el ELN. No hay otro camino.

Ganaderas y ganaderos:

La gratitud que se ofrece y que se recibe es uno de los sentimientos más entrañables, y por eso quiero expresarla con particular complacencia:

 A la Junta Directiva, que desempeña con lujo su papel de direccionamiento estratégico y de acompañamiento cercano, sin disputarle espacios a la camaradería y la amistad.

A los delegados al Congreso, a los ganaderos presentes y a los que nos siguen en la virtualidad. 

Muy especialmente, a las mujeres ganaderas de Colombia, que cada día son más y con mayor liderazgo en la modernización ganadera.

A Barranquilla, próspera imponente y bella. Al señor alcalde, al señor gobernador y a sus autoridades por su hospitalidad.

A los condecorados con merecimientos de sobra y, muy especialmente, a todos los héroes de la patria, aquí representados en las banderas y los lemas de las cuatro fuerzas, los símbolos que mueven su coraje y su espíritu de servicio a la patria. Gracias señor general Hugo López por acompañarnos.  

Siempre he pensado que una sociedad que no honra a sus héroes…, dejará de tenerlos, y nosotros los ganaderos, y la patria entera los necesita. Sabemos que una medalla y un pergamino son apenas un símbolo, pero ustedes saben que la verdadera gratitud está en nuestros corazones.

A los invitados especiales, conferencistas y panelistas que han sido generosos con su saber y con su tiempo.

A los medios de comunicación que cubren para el país los temas ganaderos y la realización de nuestro Congreso.

A esos otros héroes y heroínas, los funcionarios de FEDEGÁN, los que están aquí y los que desde Bogotá y todos los rincones del país, aportan su esfuerzo al éxito de este congreso y a que todos los programas y servicios continúen sin novedad, entre ellos la campaña de vacunación. A nuestro ejército de vacunadores, que se entregan con pasión, a veces temeraria, al logro de un objetivo que han hecho suyo.

Siempre discretos y diligentes, cordiales y dispuestos, hoy quiero rendirles un homenaje de gratitud y aprecio, en el que les pido acompañarme con un sonoro aplauso, y a ellos les pido que se pongan de pie para recibirlo.

Finalmente, inmensa gratitud a María Fernanda, esposa y compañera de mil luchas, la madre de cuatro hijos que hoy nos enorgullecen, la empresaria que no se amilana ante la dificultad, la mujer vertical en defensa de sus convicciones, pero también generosa y sensible frente a los necesitados, actitud que inspiro en 2007 la Fundación Colombia Ganadera, FUNDAGAN, creada y dirigida por ella durante los primeros años, antes de ser atrapada por el ejercicio digno de la política, a donde llegó también con el ánimo de servir, que siempre ha sentido como su misión de vida.  Mi corazón contigo María Fernanda.

Ganaderas y ganaderos de Colombia:

Les dejo un inmenso abrazo, un abrazo ganadero y mis mensajes finales:

Contra la inseguridad…, solidaridad, unión gremial y colaboración civilista con las autoridades.

Contra la estigmatización…, la verdad y los argumentos.

Contra los tiempos difíciles…, el tesón y el orgullo con que los hemos superado en el pasado.

Y no olviden…: Unidos somos más…, más hombres y mujeres construyendo la nueva ganadería colombiana.

MUCHAS   GRACIAS.”

Publicado en Columnistas Nacionales

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