Es un signo de autoritarismo desbocado creer o pretender que la democracia otorga carta blanca para hacer o tomar las decisiones que el caudillo de turno quiera. Por el contrario, un buen sistema democrático contempla la división de poderes no solo para cumplir de manera más eficiente con las funciones del Estado, sino para evitar que cualquiera de las ramas se exceda en sus atribuciones en detrimento de la ciudadanía.
Es en esos casos en donde salen a relucir los pesos y contrapesos de cualquier democracia, sobre todo cuando uno de los poderes se suele imponer sobre los demás como sucede en Colombia, donde hay un presidencialismo exacerbado que en ocasiones como la actual pretende tener tintes de monarquía en tanto da los pasos necesarios para convertirse en dictadura.
Así es como Gustavo Petro entiende la democracia. Cree que por haber ganado las elecciones, aunque por un margen muy estrecho, tiene derecho a hacer lo que se le venga en gana, tanto como si alguno de sus caprichos hacía parte de su programa de gobierno como si no. Y lo peor de todo es que sus gaseosas propuestas de campaña son ajustables y hacen ver cualquier cosa como una promesa inmutable por la que votó el país en general y a la que hay que materializar en nombre de los pobres, los desposeídos o los “nadies”.
Por eso, ante el inminente archivo de su destructiva reforma a la Salud, nuestro monarca ha sacado las uñitas amenazando con invocar una asamblea nacional constituyente no solo para remplazar un Congreso díscolo y aprobar todas sus locuras, sino para que el líder galáctico se perpetúe en el poder. No importa que le aburra su estancia en la Casa de Nariño, él hará el sacrificio de quedarse por todos nosotros.
¿Que se trata de un globo como todo lo suyo? ¿Que carece de los votos requeridos para hacer aprobar el llamado a una Constituyente? ¿Que tampoco tiene votos para que el electorado destape esa Caja de Pandora y menos para elegir una camada de constituyentes afines a sus delirios en vez de una poderosa bancada de oposición que lo haga llorar sobre la leche derramada? ¿Que, simplemente, los tiempos ya no le dan?
Todo eso puede ser cierto, pero a Petro no le importa. Su catadura moral lo debe tener pensando hace rato en aferrarse al poder de cualquier manera, incluso creando un clima de orden público que haga imposibles las elecciones del 2026 para quedarse por razones de ‘fuerza mayor’. Un acto dictatorial, sin duda, pero que él sabrá ambientar con su narrativa ampulosa y grandilocuente que gira en torno de una supuesta afinidad de su gobierno con el llamado ‘pueblo’, como si el suyo fuera un triunfo netamente popular y lo popular fuera intocable.
Sacar el pueblo a las calles, como propone Petro, mientras hace pactos con los delincuentes y desbarata las Fuerzas Militares, nos puede llevar a un escenario muy delicado en el que las formas democráticas no importan tanto, y él sabe muy bien que por las buenas no tiene ningún chance. Y aun si no quisiera quedarse, una constituyente petrista sería el golpe de gracia para Colombia.
@SaulHernandezB