Si la “negociación” Santos-Farc no fue cosa distinta de un largo simulacro para comenzar la entrega del país a la subversión organizada, la actual de Petro-Eln no tiene fin diferente de cambiar el modelo democrático y representativo por el estatismo colectivista y la supresión de las libertades individuales.
El reciente y mendaz “cese al fuego”, que obliga al gobierno a dejar en libertad al Eln para que este continúe su accionar sin limitaciones, es algo muy grave. Pero todavía más grave es la creación de la Comisión Nacional de Participación, convenida entre las mismas partes, pero que ningún expresidente, jefe político, congresista, dirigente cívico, empresarial o religioso, ni director de medio masivo, ha leído y denunciado como les corresponde.
Con esa Comisión se entrega, silenciosa y subrepticiamente, el país al Eln, la más radical, inflexible y fanática guerrilla comunista, depredadora nunca arrepentida del medio ambiente, narcotraficante, secuestradora y extorsionista.
En efecto, gobierno y Eln han escogido 80 organizaciones para conformar esa dizque Comisión Nacional de Participación. Seis de ellas responden a los principios democráticos y constitucionales, mientras las otras 74 son frentes comunistas de fachada.
Cuando se “negoció” con las Farc, se dijo que “nada estaba convenido hasta que todo estuviera aprobado”. Ese principio válido de negociación no se respetó, porque rechazado el acuerdo plebiscitariamente por el pueblo, se impuso de manera fraudulenta, con las terribles consecuencias de todos conocidas.
Pero ahora van más adelante, porque se ha resuelto que todo acuerdo parcial a que se llegue en esa Comisión, es “vinculante”, lo que significa que dentro de unos meses, cuando Petro y el Eln firmen la paz, el país quedará sometido a la suma de acuerdos parciales y obligatorios, aprobados en medio de densas sombras, siempre por mayoría de 74/6, en esa omnipotente Comisión Nacional de Participación.
El país como que no quiere ver ni oír nada sobre ese diabólico mecanismo. Todos miran para otro lado, con excepción de La Linterna Azul, del profesor Alfonso Monsalve, quien ha escrito un excelente artículo con el título de “Solipsismo”, en el que publica la lista de los 80 integrantes de la tal Comisión, y La Hora de la Verdad, que ha expresado con toda razón cómo con esa Comisión se elimina el Congreso, con las consecuencias que son de esperar.
Si Colombia no rechaza la trapisonda infame que representa la creación y funcionamiento de ese engendro, marchará, ciega y sorda, hacia el abismo.
El derecho imprescriptible de ciudadanía me autoriza para exigir a todos y cada uno de los grandes dirigentes atrás citados que salgan en defensa de la democracia y del Estado de derecho, en estos que pueden ser sus últimos meses, en lugar de salir a conversar con Petro, quien ahora, con voz meliflua, habla de la “necesidad de un pacto nacional para salvar las reformas”...
Esas reformas no merecen discusión, deliberación, modificación ni revisión, sino el rechazo total y absoluto, porque son tóxicas, inmorales, perjudiciales, pérfidas, como corresponde a su orientación destructora de las instituciones y del progreso nacional.
Si el país tolera la operación de esa Comisión y la continuación de las falsas negociaciones con los peores extremistas, pronto todos tendremos que exclamar, en la puerta del infierno: “Abandonad toda esperanza”