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Carlos Salas Silva   

Lo ocurrido ayer en las elecciones en España es un terrible antecedente que tiene que prender las alarmas cuando se acercan las regionales en Colombia. Con triquiñuelas, que disfrazan el fraude, el nefasto gobierno de Sánchez ha buscado seguir manejando el “negocio” -como ellos mismos llaman a su ejercicio del poder- en esa especie de “anomalía democrática” que han implantado. La mayor votación la obtuvo el Partido popular, como era de esperarse luego de los resultados de las recientes elecciones municipales, pero con un margen tan pequeño que no le permite gobernabilidad, abriendo la puerta a que el Partido socialista obrero español en alianza con otros de izquierda se mantenga unos años más haciendo y deshaciendo en la sufrida España.

Es curioso que un personaje con tan pocos méritos como lo es Sánchez mantenga a un país, que fue el primer imperio mundial de la historia, en un estado de incertidumbre y descontento sin que se caiga, convirtiéndose en este triste ejemplo de anomalía democrática para los países que hicieron parte del mismo Imperio español.

Una anomalía democrática es lo que se ha instalado también en Colombia con la que el margen de maniobra de un gobierno, que no alcanza a tener ni siquiera la aprobación de un 30%, es tan grande como para implantar leyes y reformas que destruyen el aparato productivo del país con sus graves consecuencias en la vida de sus ciudadanos. Esta anomalía es crónica y sustituye el ejercicio democrático por un régimen hibrido que combina elementos democráticos con autoritarios sin necesidad de implantar una dictadura. Lo ocurrido con las medidas tomadas en distintos países, incluido el nuestro, bajo el pretexto de una pandemia, en las que se vulneraron todas las libertades, demostraron la docilidad del pueblo y su tolerancia con el autoritarismo sin que sea necesario la implantación de férreas dictaduras como las de Corea del Norte, Cuba, Venezuela o Nicaragua. Los presidentes traicionaron su compromiso adquirido con sus electores para disfrutar del perverso placer que ofrece la tiranía y les quedó gustando.

Así, estamos expuestos a cualquier atrocidad que soportamos con obligado estoicismo. Nos podríamos escandalizar al enterarnos de lo que el régimen socialista o comunista, llámenlo como quieran, de Sánchez hace, día a día, implantando leyes, unas más absurdas que las otras, pero cuando replican el modelo acá no levantamos nuestras voces ni nos sublevamos. Con pretextos como el cambio climático y la sobrepoblación, nos tienen convencidos de la necesidad de implantar una agenda globalista en la que países como el nuestro son los conejillos de indias en los que se experimenta lo que se les venga en mente y para ello imponen lacayos de presidentes como un tal Petro que tan bien hace lo que se espera de él.

Las elecciones se han convertido en farsas que se representan según cada país, pero que mantienen entre sí ciertas similitudes muy conocidas por todos. Poco se hace para impedir el fraude y, cuando ya perpetuado, muy poco por revertir el resultado. A pesar de los ríos de tinta que corren y de los múltiples videos y otras manifestaciones que pululan por las redes, es poco lo que se logra efectivamente, apenas unas lamentaciones y declaraciones altisonantes de una oposición del bla bla bla.

P.S.: No entiendo por qué la revista Semana le dio pomposa portada a “El fenómeno Feijóo” justo antes de las elecciones.

 

Publicado en Columnistas Nacionales

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