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Carlos Salas Silva      

Desde el comienzo del mediocre gobierno de Gustavo Petro hemos visto cómo los mayores detractores a su gestión han surgido de su mismo bando, de aquellos con los que comparten afinidades políticas y de idiotas útiles, como es el caso de Benedetti; cosa que no nos debe sorprender porque son quienes guardan sus secretos más oscuros y los conservan como tabla de sobrevivencia así hayan pactado su silencio. Stalin o Castro acostumbraban realizar limpiezas frecuentes en su entorno para garantizar la permanencia en el poder borrando, de paso, testimonios que les podrían ser incomodos. Petro, muy previsivamente, envió a dos de sus principales idiotas útiles como embajadores, a uno le reservó la de Londres y al otro, con torpeza, la muy poco atractiva de Caracas creyendo que si los mantenía lejos del gobierno se evitaría futuras molestias. El tiro le salió por la culata cuando en uno de sus acostumbrados desplantes dejó esperando al embajador Benedetti sentado en una incómoda silla y durante horas pasando, me imagino, una terrible resaca, lo que le sacó la piedra y de qué manera.

Lo que parecía uno más de los escándalos del presente gobierno, en muy corto tiempo, se ha transformado en una verdadera catástrofe que pone a tambalear al presidente así trine diciendo lo contrario. Con su lenguaje plagado de h$%&s y de otras palabras de ese calibre se despachó el antiguo embajador en charla con la también antigua jefe de Gabinete, destapando una olla podrida en la que se cocinan todas las porquerías de la campaña electoral que llevó ilícitamente a Petro al poder ante la mirada pasmada de millones de colombianos en unas elecciones en la que sin la actuación de nefastos personajes no habría dado un resultado que requirió de millonadas de dinero para comprar consciencias y financiar una estrategia muy costosa. Aunque, siendo tan solo la punta del iceberg es suficiente para hundir hasta el Titanic.

Es inevitable la caída de Petro, la pregunta es cuándo y con qué consecuencias. Cada día que pase va a hacer más inminente esa caída como también se agudizará la crisis. No sabemos hasta donde llegará una destrucción que se acelerará por las actuaciones de un presidente acorralado.

La propia arrogancia de Petro es su peor enemiga. Sin ella contemplaría la posibilidad de convocar a elecciones anticipadas, como hizo su camarada Sánchez en España. Sin esa arrogancia podría anteponer los intereses de la nación a los mezquinos intereses personales. Sin esa arrogancia devolvería a las Fuerzas Armadas su capacidad ofensiva para poner a raya a las bandas criminales que se están tomando amplias regiones del país.  Sin arrogancia podría pasar a la historia de una manera decorosa… pero es pedir peras al olmo.

Como cuando el 8.000 no tenemos escapatoria. El país entero queda secuestrado por una trama de corrupción que lleva al desastre. Considero que los colombianos tenemos el deber de buscar salidas a una situación que no nos merecemos.

KienyKe

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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