Y cuando digo “que se parezca”, afirmo que la paz total es una utopía, entendida como aquello inalcanzable, lo que no quiere decir que, como propósito, no deba ser buscada, como la felicidad total, otra utopía cuya búsqueda da sentido a nuestras vidas.
Igualmente, la búsqueda de esa utopía cobra sentido en una sociedad fracturada como la nuestra. Por ello debe ser el propósito, el “dogma” que, al decir de Ortega y Gasset, la entusiasme para llegar al “Acuerdo sobre lo fundamental” que soñó Álvaro Gómez y que gravitó como respuesta en el foro.
Nadie dudó de la importancia de superar el odio que se expresa en la polarización política, para encaminar las energías del país hacia ese Gran Acuerdo Nacional, a partir del diálogo para encontrarnos en lo compartido y acercarnos en las diferencias. En ese contexto, las negociaciones con el ELN son un “piloto” que debe mostrar resultados tempranos en los territorios para darle confianza al país.
Se hizo evidente que es fácil responder al QUÉ, pero difícil encontrar el CÓMO avanzar, mientras exista el narcotráfico y las rentas ilegales que generan control territorial y limitan la libertad ciudadana, y mientras exista esa tendencia a la ilegalidad que se volvió cultura. También estuve de acuerdo, por supuesto, en que genera desconfianza la laxitud de la JEP frente a los crímenes de las Farc y el rigor frente a la Fuerza pública.
Todos coincidimos en la necesidad de un gran plan de acción en los territorios, que desate el desarrollo rural; y en que no basta el copamiento militar, sin una dotación integral de infraestructura y bienes públicos, la justicia incluida, que permita una vida digna y económicamente viable, como condición para sustituir rentas ilegales.
De ahí la pragmática afirmación de un panelista sobre los límites de la paz total, pues no se logrará el sometimiento de todos los actores armados y, por tanto, seguirá siendo necesaria una efectiva política de seguridad.
El delegado especial de la ONU fue prudente, pero volvió a referirse a que, de cara a los diálogos con el ELN, el Acuerdo de Tierras con FEDEGÁN y una mayor asignación presupuestal para el desarrollo rural, son señales positivas hacia la paz total.
En fin, fue un debate interesante, incluso con quienes ayer no encontraba sino diferencias, pero de eso se trata el Acuerdo Nacional; de llegar a encuentros sobre lo “fundamental”, una de mis convicciones heredadas, como lo es mi premisa de siempre: “Sin la recuperación del campo, algo que se parezca a la paz total no será posible”, y esa paz, aunque utopía, merece el esfuerzo de quienes queremos un país mejor.
@jflafaurie