Aun cuando no quedó claro si la destrucción del agro es consecuencia de las importaciones y/o de la bonanza, cabe presumir que es por lo primero, pues la bonanza también fue de precios de los productos agropecuarios. Además, culpar a las importaciones es consistente con la hipótesis de soberanía alimentaria, que suscribe el presidente Petro.
Es obvia la necesidad de profundos cambios para sacar el agro del atraso. Pero, según el Dane, este año el sector agropecuario ha generado el 5,9% del PIB; más que la construcción (4,8%), el sector financiero (4,8%), la minería (3,9%) y las comunicaciones (3,2%), y ninguno de ellos está destruido. Además, ese aporte supera al de México (3,4%), Brasil (5,2%) y Chile (3,3%), que son destacados exportadores de productos agropecuarios.
El sector agropecuario aporta el 14,7% del empleo nacional en lo corrido de este año y solo es superado por el comercio (18,1%). Esa contribución es muy superior a la observada en los países mencionados. Las importaciones del ámbito agro (OMC), fueron 13,8 millones de toneladas en 2021. Lo primero que sobresale es que ellas no son solo “alimentos básicos”; hay muchas materias primas que son utilizadas para elaborar insumos de la actividad agropecuaria; por ejemplo, tortas de soja y preparaciones para la fabricación de alimentos para animales.
Lo segundo, es que 10 productos representaron el 83,8% del volumen total; maíz, trigo y cebada fueron el 60,2%. En maíz, la producción nacional ha seguido aumentando; pero sustituir las importaciones, como lo plantea la ministra de agricultura, implica triplicar los rendimientos por hectárea para sustituir el 67% de las importaciones, que es abastecido por Estados Unidos. La alternativa es subir los precios de la carne, al usar solo maíz nacional en la producción de alimentos concentrados.
Lo tercero es que las importaciones de trigo y cebada son prácticamente el 100% del consumo nacional, porque son productos típicos de las zonas templadas y no del trópico. Se podrían sembrar en el país; pero como la productividad sería muy baja, los consumidores tendrían que pagar pan y cerveza a precios muy superiores a los actuales.
El director del DNP es un destacado académico y gran conocedor de los problemas del país. Por eso no debería contagiarse de sus colegas, que lanzan juicios sin evaluar las potenciales consecuencias negativas para el país y para el propio gobierno.
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