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Rafael Rodríguez-Jaraba*

El resultado de la última encuesta realizada por Guarumo y publicada por El Tiempo, demuestra el creciente favoritismo por Federico Gutiérrez, el vertiginoso desplome de Gustavo Petro y el descenso gradual de Sergio Fajardo.

Y es que cada día que transcurre, y como era de esperarse, muchos de los seguidores de Petro, ante tanta falsedad, mentiras e infundios, han empezado a entrar en razón, a recuperar el sentido común y a dimitir de una masa dócil y amorfa aglutinada por el rencor, el odio y el resentimiento que transmite su cabecilla.

No hay duda, que, de lo poco que sabe Petro, es de manipulación de masas, y para lograrlo, apela a la debilidad que produce la falta de educación e información de muchos de los ingenuos e incautos que lo siguen.

Con su megalomanía extrema y su mesianismo ilímite, Petro desprecia la historia, desconoce la verdad y acomoda los hechos a su conveniencia, valiéndose de todo tipo de artimañas y patrañas para contagiar a sus seguidores de un negacionismo irracional.

Su manipulación en la comunicación es desquisiada y proverbial, y con el uso de su disparatado lenguaje pretende embaucar a ciudadanos débiles y desorientados, e infligir daño a sus interlocutores y opositores por medio de solapadas agresiones que develan sus emociones viscerales.

Como experto manipulador, Petro en sus prédicas, no tiene reparo en deformar la verdad, poniéndola siempre a su favor, con lo que infructuosamente trata de eludir su responsabilidad al endilgársela a otros. Tampoco tiene reparos en tergiversar la ciencia, bien sea mediante la exageración, la deformación o el desconocimiento, de manera que la balanza de la credibilidad siempre decline hacia su dicho.

De igual manera, para eludir debates y evitar afrontar los razonamientos y fundamentados de otros, Petro apela al escapismo, bien afirmando que no existen condiciones para dialogar o discutir, o bien descalificando cualquier planteamiento o argumentación que no sea coincidente con su disparatada entelequia.

Otro recurso que emplea Petro, como manipulador profesional, es la descarga de una pesada artillería de argumentos, anécdotas, comparaciones y ejemplos acomodados o alterados, para intentar debilitar a sus interlocutores y obtener la aceptación y el convencimiento de quienes escuchan sus vacías peroratas.

De igual manera, Petro impone plazos perentorios para que sucedan hechos imposibles, impredecibles e imprevisibles, de los que él mismo es incapaz de determinar la oportunidad de su ocurrencia, con lo que transmite a sus oidores afán, apremio y ansiedad, para que tomen decisiones precipitadas en su favor. Petro además de mentiroso, es un timador intimidante.

De sus perversas argucias, Petro con frecuencia recurre a la ironía, a la burla y al sarcasmo, así como a flojos y destemplados apuntes de humor, para intentar minimizar, maltratar y ridiculizar a sus oponentes. Petro es soberbio y rudo en la ofensa e implacable en la descalificación ajena, con lo que busca impresionar e imponer su presunta autoridad ética y moral. Nadie más carente de ética y de autoridad moral que Gustavo Petro.

Pero de todos los artilugios de su insondable personalidad, probablemente el peor, es su rechazo a la evidencia, y de eso se han percatado cientos de miles de sus seguidores, que se han llenado de razones para abandonar los toldos de un movimiento populista, empecinado en destruir la democracia, restringir la libertad e imponer el comunismo en Colombia.

Al parecer, los días que se avecinan no serán los mejores para las aspiraciones del señor Gustavo Petro.

*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Catedrático Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

Publicado en Columnistas Nacionales

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