Desde luego, eso era así en la época de las revoluciones populares, en las que turbas hambreadas e irredentas, mediante el pillaje, la revuelta, las barricadas, el incendio y el caos, asaltaban el poder para que el partido, sobre las ruinas y la sangre, creara el impoluto y perfecto “hombre nuevo”.
Antaño, los lumpen proletarios (por tener prole) eran miserables, ignorantes y ebrios, y no constituían potencial electoral porque las elecciones —si las había— estaban reservadas a los propietarios o a quienes sabían leer y escribir.
Hoy, en cambio, hay un abundante lumpen intelectual, desinteresado, desde luego, por la revolución, pero que puede votar por quienes interpretan su miseria conceptual. Este nuevo lumpen se encuentra en todas las clases sociales. Hay desde nuevos ricos hasta indigentes. Pocos tienen hijos. Muchos ostentan flamantes títulos universitarios, conducen vehículos, habitan inmuebles cómodos, viajan por el ancho mundo y pasan horas enteras ocupados en la basura electrónica.
Este lumpen constituye entonces una fuerza electoral considerable, cortejada por una legión de docentes, comunicadores, faranduleros e influencers, que los conducen a las urnas para votar por los abanderados de una revolución que no osa decir su nombre, porque se presenta como “progresismo” en lugar de comunismo.
En América Latina, desde hace largos años avanza la revolución, dirigida por un staff secreto, permanente y dedicado, de revolucionarios profesionales, que ejecuta con precisión matemática la estrategia que requiere la demolición de los factores, creencias y principios del orden social, de tal manera que se puede llegar al poder por la vía electoral, bien acompañada siempre del fraude.
Quizás, hasta ahora, el logro principal de ese estado mayor clandestino consiste en la promoción del lumpen cultural que está decidiendo el rumbo de los países. Los secretos conductores de la revolución han creado entonces un nuevo tipo de dirigente político, un lumpen personaje, empático para electores igualmente ignaros.
Cuando uno considera la preparación intelectual y moral de Maduro-Cilia, Ortega-Murillo, Evo y Boric (que no fue capaz ni siquiera de ser abogado), y del grotesco sombrerón, comprende el despotismo, el hambre, la miseria y la corrupción que espera a la futura Unión de Repúblicas Socialistas de América Latina (URSAL), si en Colombia llegan Petro y Francia, dos incomparables ejemplares del lumpen intelectual, “el economista” y “la jurista” —tal para cual—, adalides del resentimiento, el racismo, la falacia, la farsa, para no hablar de su supina ignorancia, y no solo en lo relativo a las profesiones en que afirman ser titulados…
¡No faltará quién me diga que esos personajes no son los verdaderos gobernantes de los países que presiden, porque, en el comunismo, el poder lo ejercen camarillas secretas todavía peores!
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John Milton Jr. En Twitter:
Nos robaron la presidencia de Zuluaga, el plebiscito, nos montaron diez terroristas al Congreso, nos metieron una corte de bolsillo, y se extrañan porque nos hacen fraude. ¡Llevan ocho años metiéndonos la mano!
@jbagbam