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Rafael Rodríguez-Jaraba*

No acostumbro referirme a personas, anécdotas o casuística en mis columnas; prefiero ocuparme en la discusión de las ideas, el análisis de los hechos, la formulación de propuestas y la solución de problemas. Pero ante los recientes, erráticos y mentirosos anuncios del señor Gustavo Petro, considero obligante, no referirme ellos, sino a su autor.

Y es que resulta francamente inaceptable, que una persona que aspira a la primera magistratura de la nación, pueda desinformar tanto, desconocer la verdad y tergiversar la historia sin el menor asomo de pudor y vergüenza.

No siendo poco su compendio de infundios y falsedades, ahora resultó afirmando, que hizo parte de la Asamblea Nacional Constituyente que redactó la Constitución del año 1991, ante lo que su mismo camarada de andanzas, Antonio Navarro Wolf, salió a desmentirlo.

Al parecer, a Petro no le han bastado sus garrafales errores, mentiras y engaños en la discusión de temas relacionados el manejo de las pensiones, el transporte, la salud y la educación. Ahora pretende fungir de constituyente, y se atreve a anunciar, que de ser presidente construiría un tren eléctrico elevado entre Barranquilla y Buenaventura.     

Al parecer, la mitomanía de Petro es patológica e irremediable; sus falacias monumentales, sus engaños descomunales, sus ocurrencias obtusas y sus invenciones disparatadas.

Es difícil imaginar una persona más mentirosa y desvergonzada que Gustavo Petro; en lo único que es sincero, es en su odio, rencor y resentimiento por la democracia, la misma democracia que le ha perdonado todas sus fechorías y en la que pretende hacerse elegir para luego destruirla.

Pero lo que sobrecoge, es la falta de educación o desinformación de muchos ciudadanos ingenuos e incautos que lo siguen, así como la malevolencia de la mayoría de los corifeos que lo acompañan y secundan en sus patrañas y despropósitos.

Tan solo basta ver la calaña de algunos de ellos, como Iván Cepeda, defensor de oficio de las NarcoFarc y apóstol de Iván Márquez, Jesús Santrich y de tantos otros criminales. Y qué decir de los señores Armando Benedetti y Roy Barreras, mercaderes de la más baja y despreciable forma de hacer política, que han militado en todo tipo de partidos y movimientos para nutrir la insaciable voracidad política que los caracteriza.

No han sido pocos los graves señalamientos que se les ha hecho a Benedetti y Barreras, como tampoco, las causas judiciales que han tenido que afrontar, sin embargo, hoy pretenden posar como predicadores de la decencia y la honestidad, y como severos pretores obcecados en combatir la corrupción.

Los colombianos estamos notificados de lo que le sucedería de ganar Petro las elecciones, pues no existe duda, sobre su regresiva ideología comunista, su comprobada ineptitud como administrador, la torpeza de sus propuestas y lo disparatadas que resultan sus ocurrencias, así como su manifiesto deseo de querer perpetuarse en el poder.

La nación no puede caer en la trampa que le ha tendido Petro, al mostrarse como salvador de los pobres, redentor de los desvalidos y agente de las necesidades y afanes de las minorías. El éxito de Petro ha sido, dividir la nación, promover la lucha de clases y de razas, socavar la democracia y debilitar sus instituciones. 

Ante semejante amenaza, Colombia debe unirse en defensa de su democracia y en repudio al populismo, rechazando a este mentiroso y anacrónico comunista, y derrotándolo con trasparencia y contundencia en las urnas, a sabiendas, que no aceptará su derrota y que probablemente tratará de promover una nueva asonada para vandalizar el país.

El peligro que acecha a la nación es serio y cierto, y su advertencia no constituye intimidación, amenaza o constreñimiento al elector, como tampoco inducción al voto; al contrario, es una invitación para que se evalúe con serenidad desprovista de resentimientos, odios y pasiones, los riesgos y peligros a los que podríamos quedar sometidos de ser elegido Petro y entronizarse el comunismo en Colombia.

Es tiempo de unirnos en defensa de nuestra imperfecta democracia y en señal de repudio por el populismo comunista.

*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Catedrático Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

Publicado en Columnistas Nacionales

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