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Rafael Rodríguez-Jaraba*

Saber ganar es una cualidad, saber perder una virtud. Es más difícil aceptar la derrota que administrar la victoria, y de eso han dado cuenta Federico Gutiérrez que ha sido noble, humilde y ponderado en el triunfo, mientras que Sergio Fajardo se muestra arrogante, soberbio y resistente ante la derrota.

Siempre he profesado profundo respeto y admiración por el doctor Sergio Fajardo y reconocido sus condiciones y cualidades como administrador público, así como sus buenas ejecutorias cuando ocupó la Alcaldía de Medellín y la Gobernación de Antioquia.

Si bien sus mayores pergaminos son académicos, siempre me han causado reserva, no porque nos los haya alcanzado con lujo de competencia, dedicación y méritos, sino por el poco empleo que da a ellos. Sus prédicas sociales y económicas son más políticas y electorales que técnicas y académicas, y no han sido pocas las veces que ha quedado en evidencia la superficialidad de ellas. Es claro que su formación y amplio bagaje académico, de poco le han servido, y que la pasión desborda la razón en muchas de sus reflexiones y planteamientos.

Pero su presencia en la política ha despertado ilusiones, renovado esperanzas y puesto a pensar a la nación en una Colombia mejor, en la que reine la educación, la justicia, el respeto y el orden. Es claro que sus electores pertenecen a la franja del llamado voto de opinión, conformada por ciudadanos bien informados, hastiados de tanto indelicadeza, desgreño y corrupción, que ven en Sergio Fajardo la redención de la razón y la decencia.

Si bien Fajardo puede seguir insistiendo en su candidatura, es poco probable que pueda remontar los resultados alcanzados en la reciente consulta, y, al contrario, es muy posible que sus votos disminuyan.

De persistir Fajardo en su aspiración, debería cambiar su libreto o al menos renovarlo, pues ya se torna predecible, repetitivo, mecánico, gaseoso y pendenciero, y no corresponde a su formación académica. De igual manera, debería evaluar con serenidad y responsabilidad, si su continuidad en la carrera por la presidencia realmente contribuye a unificar la nación o a fracturarla aún más, y a sembrar más odio, resentimiento y polarización entre los colombianos.

Fajardo sabe, que lo que está en juego no es el triunfo de Federico Gutiérrez o de Gustavo Petro, él bien sabe, que lo que realmente está en juego, es la continuidad de nuestra débil y perfectible democracia o la adopción de un régimen populista comunista ávido de quererse perpetuar en el poder.

De mantener Fajardo su candidatura, debería desistir de agraviar e irrespetar a Federico Gutiérrez, así como de hacer injustos y aventurados ataques a un gobierno con el sol a sus espaldas, al que le ha tocado afrontar una grave y devastadora contingencia sanitaria, además de un vandalismo criminal solapadamente estimulado por Gustavo Petro y sus corifeos.

Fajardo debería dejar de señalar a Federico Gutiérrez como el candidato del expresidente Álvaro Uribe y del Presidente Duque, y en cambio, focalizarse en afinar y fortalecer sus propuestas para tratar de concitar el interés de nuevos electores, así como admitir que la disputa por la presidencia no es entre derecha e izquierda, o entre partidos o movimientos políticos, sino que la contienda es entre democracia y comunismo.

Sería un acto de sensatez, nobleza y grandeza que Sergio Fajardo admitiera su derrota, y aceptará la sincera invitación que le ha formulado Federico Gutiérrez para que se sume a la cruzada que busca evitar que el comunismo se apoltrone en Colombia. Su renuncia antes que debilitarlo lo fortalecería y lo convertiría en una seria opción presidencial para el año 2026.

De renunciar Fajardo, serian muchos los recursos que le ahorraría al erario y enorme su contribución para que la nación se reunifique en torno a la democracia y en favor de la reactivación social y económica que con urgencia se necesita.

Hay tiempo de ganar y tiempo de perder; hay tiempo de sumar y tiempo de restar. Sergio Fajardo como buen matemático, bien sabe sumar y reconocer los resultados de las urnas, por eso es tiempo de que se sume a la defensa de la democracia.

Doctor Fajardo, usted tiene la palabra.

*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Catedrático Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

Publicado en Columnistas Nacionales

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