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Paloma Valencia     

Las redes sociales han tenido, en general, un impacto positivo sobre la sociedad. Hemos podido comunicarnos, extender redes, encontrar afines, defender causas.

Sin embargo, he escrito ya, sobre mi preocupación por la pérdida de la verdad. Ha desaparecido la confianza que existía sobre ciertas instituciones que permitían los consensos. Con ello desaparecieron las verdades irrefutables y también la diferencia entre hechos y opiniones. Se supone que no hay ningún argumento mejor que otro. Todo se zanja con la frase: esa es tu opinión y esta, la mía. Estamos en un mundo donde todo son opiniones, y todas las opiniones pesan lo mismo, ya no existe como avanzar en las discusiones.

He descrito también la trivialización de la política. El opinador considera que todo es muy fácil; que las cosas se logran por arte de magia. Que a quien le corresponde hacer, no lo han hecho, por corruptos, incapaces o imbéciles. La idea de que quien escribe sabe más, es mejor, y quien está en el oficio es en cambio incompetente, se ha vuelto una forma inevitable.

A raíz del partido de la selección Colombia para clasificar al mundial, me sorprendió el canibalismo que vi contra los jugadores, igualito al de la política. Tenía la impresión de que el maltrato estaba especialmente ensañado contra los políticos, a lo cual estoy más que acostumbrada, pero me dolió verlo también contra nuestros deportistas.

Cada día tengo que leer comentarios infames en mi contra, cada cierto tiempo una columna aparece que no solo es mentirosa, sino ruin. Me he ido acostumbrado -no a que no me duela- sino a sufrir un poco cada día. Ya no se me ocurre quejarme; es parte de mi diario vivir.

Cuando me encontré contra la dureza de los críticos de James, los sanguinarios contra Zapata, las descalificaciones contra Jerry y muchos muchos otros. Me dolió. Y si me entristeció la frase de Cuadrado dándole ánimo a Zapata: “No es lo que la gente dice de ti, es lo que Dios piensa de ti”.

Me conmovió ver a James quejándose de no ser incluido en la selección y en medio de la indignación colectiva alguien se atrevía a decir que era una inspiración; porque lo es para todos. Pero ya ni eso.

Qué triste.

¿Qué nos está pasando como seres humanos? ¿Estar detrás de un computador nos libera de los sentimientos de respeto debido hacia los otros humanos? ¿Ya a nadie le preocupa ser una buena persona? ¿O ya no somos personas ante un teclado?

Entiendo que a veces, estamos molestos, frustrados y a veces, podamos decir algo ofensivo… pero creo que las redes nos están volviendo solo ofensivos. Pareciera que la conversación solo es posible desde la indignación, desde la exigencia, el reclamo, la furia… Todos claro, sentimientos muy humanos, pero que antes tratábamos de limitar. Buscábamos en otras formas valores que parecían hacernos mejores.

Tal vez, la política no es la que está polarizada, está polarizada la vida misma. Hay una especie de rabia contra todo y contra todos, que se fundamenta en la idea de que todo es fácil, de que cualquiera lo haría.

Las redes nos están volviendo caníbales; nos comemos unos a otros. Los sentimientos de afecto, piedad, respeto parecieran haberse ido por el mismo sifón por donde se nos escurre la verdad.

El mundo no es de las barras bravas. Alguien tiene que decirlo: todos los días tenemos que esforzarnos por ser mejores seres humanos. No señores, no está bien el bullying. No es aceptable que nos tratemos así.

Publicado en Columnistas Nacionales

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