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Alexander Cambero                        

Como un oso en su invernadero duerme Gustavo Petro en el palacio de Nariño. Convenientemente, se esconde entre las cobijas para no opinar sobre lo que ocurre en Venezuela.

La tiranía de Nicolás Maduro devora las instituciones democráticas, expeliéndolas con el agrio sabor a impunidad. En la hermana República- unida por lazos históricos invulnerables- un depredador arrasa con la libertad con la misma furia de los molares de un primate. Casi respirándole en la nuca presidencial, un gobierno vecino, con las mismas mañas trogloditas, acelera sus políticas para hacer de Venezuela un verdadero infierno, en donde las peores aberraciones son un asunto cotidiano.

Mientras tanto, el polemista Gustavo Petro calla, sin importarle que una nación hermana sea asesinada. Desde hace dos décadas y poco más el gobierno bolivariano se han erigido en una verdadera pandemia social, sus políticas arruinaron al país hasta el punto de haber hecho crecer la desocupación y la pobreza extrema hasta niveles escalofriantes, con semejante cuadro la vulnerabilidad de los ciudadanos, los ha hecho huir en masa para tratar de zafarse del monstruo. Otro aspecto destacable es la violación flagrante de los derechos humanos. Los órganos del poder no tienen la debida autonomía. La justicia venezolana la ejerce un partido lleno de lacras y corruptelas, no existe libertad de expresión. Quienes pensamos distinto corremos el riesgo de sufrir persecución y cárcel.

Como cobardes que son han ratificado la inhabilitación de María Corina Machado buscando impedir su victoria. Para ello requieren la realización de un proceso fraudulento avalado por sus alacranes. ¿Por qué Gustavo Petro no habla de la violación sistemática de los derechos políticos de la abanderada democrática  ¿Por qué guarda silencio con respecto a las persecuciones y secuestros de dirigentes opositores?

Es un modelo esquizoide que se afinca en el terror para llevar a cabo sus deleznables propósitos. La criminalización de la política es el mecanismo que utilizan para ir quebrantando rivales hasta dejarlos exangües. Al lado del territorio colombiano se gesta el peor ejemplo de una tiranía sin límites, una legión de inescrupulosos que han secuestrado a Venezuela. Lo han hecho con la ventaja de gozar del control del estado, desde ahí manipulan las instituciones para hacerlas el mecanismo asfixiante de la dictadura madurista. Es su aberrada forma de sometimiento.  

Mientras el mundo denuncia lo que ocurre en Venezuela, el deslenguado Gustavo Petro se ha castrado el órgano en lo conducente a opinar sobre la expresión totalitaria que estoicamente soporta el vecino. Un entrometido en cuanto asunto polémico se expresa en el mundo, guarda un silencio cómplice en referencia a Venezuela.  Al final, Nicolás Maduro y Gustavo Petro son caimanes del mismo pozo. Socios de ese engendro llamado socialismo. Un proyecto hegemónico que busca víctimas a quienes seducir con sus mentiras ideológicas.  

@alecambero

 
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