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Alexander Cambero                                                 

Alexander Cambero

La irrupción en las instalaciones de la revista Semana de una horda violenta de la minga indígena Misak es un precedente peligrosísimo que busca intimidar al libre ejercicio del periodismo.

Muy al estilo hitleriano, miembros de esta etnia, causaron destrozos en una actitud agresiva, inducida subrepticiamente desde las altas esferas para indicar que los sectores vulnerables cuestionan las líneas editoriales que no son genuflexas. Desde el contenido de los insultos podía notarse que estábamos ante un acto programado dialécticamente por el gobierno de Gustavo Petro.

El grupo llegó en dos transportes que se colocaron frente a la sede. Todo milimétricamente orquestado como armado en un libreto que buscaba causar pánico. Es sumamente extraño que una etnia viaje más de quinientos kilómetros para invadir una instalación periodística de un medio que no circula en sus áreas cordilleranas de influencia.

Las infelices declaraciones de la ministra del trabajo, Gloria Inés Ramírez, lo que hicieron fue ponerlos en evidencia. Llamar ´´incendiarios´´ a algunos periodistas que lo único que han hecho es defender su derecho a ejercer la profesión con decoro. Lo que responder a un apostolado que reivindica el derecho a conocer la verdad. Ese es el compromiso con una ciudadanía ávida de tener toda la información. Ese es el deber ser de un periodismo bien llevado. El que han ejercido hombres y mujeres que dejaron la piel en muchos lances históricos.  

Tenemos la impresión de que no es un hecho aislado. Es la orquestación de una estrategia para sembrar miedo en los medios de comunicación. Querer limitar su trabajo con la presión social de sectores afines al gobierno. Otro detonante es sin duda el cuestionamiento que desde el gobierno se expele contra la prensa libre colombiana. Les duela mucho la verdad. Desean tener el control absoluto de esos espacios. Como no tienen la valentía de actuar directamente, utilizan a estos sectores rezagados para que sean ellos los encargados de intimidar al periodismo honesto.

@alecambero

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(2) Venezuela:

El día que Petra Guanipa dejó a Nicolás Maduro por María Corina Machado

Alexander Cambero

El rancho de zinc y adobes en la vera del camino. Una pequeña cuesta es un promontorio de piedras que conduce a la humilde vivienda de doña Petra Guanipa. Una mujer de setenta y ocho años acostumbrada al trabajo del campo. Desde que comenzó la revolución es una fiel seguidora del proceso. Es la primera que acude a cuanta actividad ejecuta el gobierno socialista en el estado Monagas. Se monta en los camiones como una grácil quinceañera, siempre ilusionada con un destino mejor para su comunidad de El Mapurito. Jefe de UBH durante ocho años y miembro fundadora de PSUV.

Desde hace algún tiempo viene reclamando por soluciones para su gente. Al no encontrar respuestas verdaderas fue decepcionándose un poco más, está harta de tener que verse obligada a mentirles a los vecinos. Un día que fue convocada a una marcha en favor de Nicolás Maduro en Maturín. Observó estupefacta una procesión de vehículos último modelo. Exhibición de lujos por doquier. Cajas de whisky en buenas cantidades. Reparto de dinero sacado de unos bolsos grandes. Mientras su comunidad estaba sumamente abandonada.

De regreso casi no habló. Ya era demasiada injusticia junta. Mucha maldad en contra de un pueblo que creyó de buena fue en un proceso que terminó siendo fraudulento. Al día siguiente se reunió con su equipo tomando la decisión de retirarse del movimiento. Bajó las fotos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro para colocar una de María Corina Machado. Ella sabía los riesgos que correría. Era necesario mostrar la valentía que supone arriesgarse por una nación distinta. 

Se enteró por una vecina que la candidata estaría en Maturín. El gobierno cerró las vías. Después de desayunar y preparar una vianda para el camino, se fue a pie hasta la ciudad de Maturín. Treinta y cuatro kilómetros para una mujer de setenta y ocho. Un grupo la acompañaba en una suerte de liberación espiritual. En cada trazo iba despojándose de una fraudulenta revolución. En el camino se consiguió con obras inconclusas, con las viejas promesas que ella llegó a divulgar. Esas mentiras que son su narrativa. Pasó por La Candelaria con el vigor rimbombante de una esperanza transformadora. Atizaba los pasos con seguridad dejando el sudor que eran lágrimas sobre el olvidado territorio monaguense. El cansancio la atacaba ante el vibrante sol oriental. Sin embargo, el ánimo estaba allí latente.

Ya en Maturín se colocó en la vía para esperar a María Corina Machado. Caminó hasta la avenida Raúl Leoni llegando hasta el sector: ´´La Chicharronera´´, allí estaban los grupos violentos del gobierno que la conocían. Al verla con los simpatizantes de la candidata buscaron agredirla. Ella con mucha valentía tomó una bandera de Venezuela gritándoles: ¡Viva la libertad…! ¡Ya sin temor se fue hasta la plaza Piar para luego atravesar la calle Pichincha Norte, en donde sería el acto de María Corina Machado! Un gigantesco evento que asombró a propios y extraños. Sin transporte y con las medidas coercitivas del gobierno pudieron vencer las dificultades y darle una verdadera felpa a la dictadura en tierra de Diosdado Cabello.

Embelesada escuchó a María Corina Machado. Su corazón se deslizaba en aquellas palabras. Se le iluminaba su rostro curtido por los años. Algo de agua y el último trozo de pan con mortadela. Ya no importaba su hambre momentánea. Era la libertad en los labios de una mujer que le trasmitía verdad. Volvería a caminar mil veces para acompañarla, ahora esta humilde mujer de las entrañas de la patria, de esas que han construido nación, sin pretensiones egoístas. Se suma al inmenso caudal de María Corina.

@alecambero

alexandercambero@hotmail. Com           

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(3) Venezuela:

Venezuela...

Alexander Cambero

Vilmente ultrajada por oscuros especímenes agazapados en el frontispicio democrático, para descuartizar cada átomo de su espíritu en libertad ¡Oh, malos hijos, malvados y crueles miembros de los relucientes colmillos de la jauría amaestrada ¡Se han ensañado con la madre que sostuvo sus pasos extraviados! Fueron la escoria que se disfrazó con ropajes lustrosos, pero su desgraciado corazón siempre terminará delatándolos.

Volcaron su odio, tomaron la espada para emboscarla. Tupida red de miserias que se alzaron entre los gritos ensordecedores de una militancia enfermiza, destilan un odio tan profundo que desborda su sangre, se ufanan de sus podredumbres y hasta se alumbran con los destellos del sol oprobioso de los gendarmes. Océanos y pantanos fermentados de seres que anhelan poner el cuchillo en la garganta de la nación.

Quieren cavar la tumba de la patria. Quemar sus banderas que fue el sublime atavío de nuestros héroes, ellos han perdido la tranquilidad en sus tumbas; los malos quieren borrar sus historias, demoler las epopeyas que nos llenaron de heroísmo. Su ideal es sembrar la semilla de su estiércol, podrirlo todo para que reine la cizaña tan parecida a la muerte de copos bajos, de apariencia apacible que sabe ser relámpago en el hechizo del infierno. Hijos de la muerte, acarician la espada, besan con dulzura la guillotina que pende sobre las cabezas de la República.

¡Caed murallas republicanas ¡Exclaman con las cadenas de la opresión arrastrándose por nuestras calles, suenan con impertinente lucidez mientras las botas infectas de la opresión cierran las compuertas de la libertad! ¡Oh, libertad a la cual quieren someter hijos que nacieron de tu entraña, resistid mientras el fuego de tu copa los aniquila ¡desde tu infancia descubriste que detrás del horizonte se esconde la maledicencia.

Venezuela resistirá. Sus hijos construirán anchos caminos que nos vuelvan a llevar hasta la libertad, patria grande y maravillosa que nos dejaremos morir. Suenan las trompetas que convocan a todos las que la amamos, eres el gran amor que seduce a nuestras vidas, nación de héroes, sueño de hombres y mujeres de bien que se han sembrado en tus surcos…

 
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