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Alfonso Monsalve Solórzano

Lo de las elecciones en Colombia, es sencillo, pero dramático. No se trata de que gane o la izquierda o la derecha democráticas, sino de si Colombia conserva su libertad, su pluralismo, su economía de mercado y su ruta hacia el progreso, o si se convierte en un país en manos de grupos legales e ilegales que quieren destruir su democracia y convertir a país en un estado narcotraficante; igualar por lo bajo, conduciendo a los colombianos a la miseria, dependientes de una bolsa de mercado que se entregará a cambio de la fidelidad al tirano y su grupo; y una cantidad infinita de compatriotas huyendo del país a través de la frontera sur o hacia el norte, por Urabá o en embarcaciones frágiles, para trabajar en las condiciones que sean, para enviar a su familia un dinero que alimentará las arcas del régimen. Es lo que pasa en Venezuela desde hace más de veinte años, en Cuba desde hace más de 60 y en Nicaragua, en la que Ortega ya va en su quinto gobierno.

En estos tiempos de confusión, hay muchos dirigentes oportunistas de partidos y grupos que tradicionalmente han defendido la democracia, que hacen cálculos para ver cómo se acomodan a Petro, reproduciendo en nuestro país, la entrega que hicieron los partidos venezolanos al tirano Chávez, pensando que éste no iba a quitarles sus privilegios. Esos dirigentes colombianos, en su estulticia, todavía creen que Petro no pasará por encima de ellos; o lo que es peor, les importa un pito convertirse en sus sacamicas y traicionar el país, con tal de asegurarse las migajas que caen de la mesa de su nuevo amo.

Por esta razón las elecciones para el congreso y la selección de candidatos en las consultas son determinantes. Es imperativo tener un parlamento que no esté en manos del Pacto histórico y que pueda oponerse a sus designios, en caso de que Petro llegue al poder. O de enviar el mensaje contundente que ponga fin al sueño marxista–chavista-petrista, notificándole que en las presidenciales no ganarán.

El país necesita, entonces, una votación copiosa para el congreso por las listas del Centro Democrático -que es mi opción- o de partidos como el conservador o los grupos cristianos; en fin, de cualquiera que se oponga sin tapujos al candidato a tirano, para tener la mayoría de esa corporación.

Si no se consigue y Petro gana, preparémonos para la Constituyente que, arreglada de acuerdo a sus intenciones, sepultará el estado de derecho en Colombia, que es el paso que sigue, según vemos en el vecindario: allí se entronizará la elección indefinida del presidente para que Petro ponga en práctica su “proyecto”, se dará fin a la separación de poderes a favor del ejecutivo con una Asamblea Nacional y un poder judicial en manos del gobernante; se arrinconará la propiedad privada de los bienes de producción de quienes no son de su cuerda, para entregarlos a la camarilla gobernante; se enterrará el sistema actual de cobertura  en salud , que, a pesar de sus fallas, cubre el 99% de la población, para volver a  los tiempos prehistóricos de un Instituto de seguro social que tenía cobertura del 10%; acabará con la independencia del Banco de la República y la consiguiente emisión de dinero sin control hasta envilecer la moneda, como ocurrió en Venezuela, cuya moneda se devaluó en más de nueve dígitos, se  desmontará abruptamente la industria energética de hidrocarburos, sometiendo al país en una crisis de desabastecimiento, que golpeará irremediablemente la economía del país y de los colombianos,  económica. Y estos serán apenas unos de sinnúmero de toda clase de etcéteras nefastos.

Y en el escenario de que Petro pierda, es decisivo tener una mayoría congresional que pueda legislar para detener las embestidas que, como en este período de Duque, buscarán destruir el sistema democrático y para impulsar el progreso basados en la libertad, la dignidad y el respeto a los derechos humanos.

Se requiere, además, una votación amplísima por el Equipo por Colombia, que junto con la que saque el CD para el congreso, constituya un volumen de opinión que se convierta en el muro de contención para enfrentar la primera vuelta presidencial  con un candidato ganador, en el mejor de los casos; o que sea el que vaya a la segunda vuelta para enfrentar a Petro, en esta instancia, con posibilidades de ganar, porque en el país somos más los que queremos la democracia y, en consecuencia, en ese momento, los colombianos escogerán, más allá de quien votaron en primera vuelta, por ese candidato.

Me explico: soy de los que piensa que a la primera vuelta se debe ir con un candidato que cuente con el apoyo del Equipo por Colombia, el CD y todos aquellos que estén por la democracia. Ese candidato debe surgir al comparar la votación de estas fuerzas, sin cálculos personales o partidistas. Ese es el camino de la victoria. Ir divididos a la primera vuelta, fragmentará el voto de este sector y facilitará el triunfo de Petro o de un candidato que pueda resultarle afín. Si no actúan con el altruismo que merece el país, ellos, y sólo ellos, habrán puesto la soga con la que los extremistas ahorcarán a Colombia.

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