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Santiago Castro*    

La rica Venezuela, la cuna de Bolívar, gestora de la independencia con sus fieros llaneros, la poseedora de las mayores reservas de petróleo, yace postrada. Se calcula una contracción del 86% de su economía hasta el primer trimestre del 2020, según el BID, desde su pico en 2013. Y si asumimos que el número del 2020, negativo por supuesto, fue de 30%, y el de este año otro negativo de 10% según Statistica, ya la contracción en este momento no es 86% sino de 90%, y frente a 2013 ya no es un séptimo de lo que era sino un décimo. ¡Un décimo! ¡En ocho años! ¿Qué puede desatar semejante descalabro en un país que no está en guerra? La verdad, la respuesta no es tan larga o compleja; fue una combinación de medidas intervencionistas del Estado como expropiaciones, restricciones comerciales, control de precios, control de cambios, politización de toda la actividad productiva, y una dosis inconmensurable de incompetencia crasa.

La actividad de exploración y explotación petrolera ha jugado un papel preponderante en los últimos 80 años en Venezuela, y aquí la toma política de PDVSA tendría repercusiones. Y estas no se hicieron esperar. En enero de 1999, cuando Chávez asumió el poder, la producción de petróleo era de 3.3 millones de barriles diarios. A finales del año pasado era de 455.000 barriles diarios. Es decir, se contrajo 86%. No nos vengan a decir entonces que fue el embargo norteamericano, que empezó mucho después que la producción venía ya en picada, o que son los precios de los commodities, que entre otras han repuntado recientemente.

Hay un maravilloso documento realizado para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por Emmanuel Abuelafia y José Luis Saboin titulado “Una mirada a futuro de Venezuela”, que detalla paso a paso los pasos que se tomaron para producir semejante catástrofe. Es casi un manual de lo que no se debe hacer en un pais. Lo primero que generó Chávez con su intervencionismo fue reventar el sistema de precios y las reglas del mercado. Sus consecuencias lógicas fueron el desabastecimiento, la inflación desmesurada (la mas alta en la historia del mundo), y un mercado negro en dólares usualmente controlado por alfiles del régimen. Mientras tanto, cuentan los autores, se daba el estrangulamiento al sector privado con controles de precio y expropiaciones, que tuvieron como desenlace el marchitamiento casi total de la inversión privada.

Hasta aquí vamos en análisis económicos, pero miremos ahora el drama humanitario que esto significa para una población que adicional a haber perdido sus libertades políticas y económicas, ahora padecen hambre, pobreza extrema, falta de acceso a la salud y a la educación. Con miseria, sin oportunidades, y sin esperanza, los venezolanos ejercieron el único voto posible en un régimen opresor y dictatorial. Votaron con sus pies, que han llevado a mas de 5 millones de sus conciudadanos a emigrar a otros países. Una diáspora sin precedentes en la región.

Es así como llegamos al contexto nuestro. Lo que esto significa para Colombia y qué lecciones podemos aprender. Diría que, a pesar de todas las agresiones y amenazas constantes del régimen de Chávez y Maduro contra nosotros, de buscar nuestra inestabilidad, de albergar y armar a nuestros enemigos, el mayor daño se lo han hecho ellos mismos. Incluso comparativamente, cuando llegaron al poder, las economías de ambos países eran comparables en tamaño. Ahora, el PIB de Venezuela es casi un séptimo del nuestro. Un proceso para la historia, pero una advertencia y una lección para nosotros. Y todo empezó en democracia con una mala elección.

* Expresidente de Asobancaria

https://www.larepublica.co/, Bogotá, 17 de noviembre de 2021.

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