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Fernando Barrero   

No sabes el dolor tan grande que sentimos todos los tuyos al vernos abandonados de tu presencia.

Querido hijo: Se están cumpliendo 17 años del asesinato del que fuiste victima a manos de las Farc. Contigo tenemos, a hoy, 18.996 soldados de tierra, mar y aire sacrificados como tú. Y ojalá esa cifra no siga siendo solo una estadística, ojalá el país comprenda en toda su magnitud el valor de quienes han sacrificado sus vidas en defensa de la vida, honra, bienes y creencias de los colombianos.

Mi teniente: No sabes el dolor tan grande que sentimos todos los tuyos al vernos abandonados de tu presencia, así tu muerte haya ocurrido en el lugar y en las circunstancias en las que siempre pensaste: el combate y la defensa de la Patria.

El Ejército fue tu vida, fue tu segunda razón de existir después de tus padres y hermanos, y nos hiciste sentir orgullosos de que pertenecieras a él. No en vano tus tres Rosillos (no tuviste cuatro, pues te anticiparon el ascenso), condecoraciones por los primeros puestos en tu carrera militar, tu Caldas en el primer puesto de Subteniente, tus otras nueve condecoraciones de diferentes gobiernos por ese mismo primer puesto, ya como Lancero, o el curso de maquinaria. En toda tu vida militar fuiste el primero.

Eso llenó de orgullo a toda tu familia, a tus compañeros, a tus comandantes. Y tus subalternos te reconocían que siempre ibas adelante. Así te sorprendió la muerte en el nudo de Paramillo. Ibas adelante de tus hombres cuando un cobarde y anónimo francotirador de las Farc te asesinó porque quería causar desazón entre tus soldados.

Pero ellos no se amilanaron. Sabían de tus cualidades, te las habían heredado y no se dejaron confundir. Y supieron repeler a esos bandidos que lastiman diariamente a Colombia y a sus gentes de bien, como somos la inmensa mayoría de colombianos. Les salvaste la vida a esos 39 hombres que iban contigo, todos lo reconocen hoy y siempre.

Dejas un legado de virtudes, de principios éticos y morales, de cualidades militares y humanas, de gran hijo, gran hermano, gran primo; en suma, gran hombre, honor del género humano.

Viviste y moriste en lo que te hipnotizaba. No sabes el dolor que tenemos, pero al mismo tiempo el orgullo que sentimos. Aun así, tu vacío es inmenso y nunca será llenado por nada ni por nadie. Tu madre, Amparo, tus hermanos Luis Fernando y María Angélica y tu sobrino Sebastián te decimos: gracias por haber sido nuestro.

Gracias por haber compartido tu vida con nosotros. Gracias por lo que hiciste por esta Colombia y el Ejército que tú amabas sin limitación alguna. Por ella y por él diste tu preciosa vida y tu recuerdo y tu obra serán imborrables.

El curso de la Escuela Militar de Cadetes de 2006 lleva orgullosamente tu nombre, el único oficial subalterno que ha servido para este homenaje en nuestra centenaria alma máter del Ejército. Lo mismo el curso de lanceros de ese año y el batallón de contraguerrillas 11 también tiene tu nombre.

Honores que te mereces, pero que nunca –como dice tu madre– nos devolverá tu preciosa vida.

Besos por siempre para nuestro hijo héroe Teniente Diego Alejandro Barrero Guinand, hoy en el ejército celestial.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 19 de septiembre de 2021.

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