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César Salas Pérez   

El pueblo se manifestó y dejó en claro muchas cosas, entre ellas que la gente está cansada de Santos, de Uribe, de la tal paz, de la corrupción, del desempleo, de las mismas castas politiqueras enquistadas en el poder, y por supuesto, de Petro, un personaje recalcitrante, odioso, mal elemento y llamado a ser derrotado por tercera vez en su intento por ganar la presidencia.

Muchos de los candidatos de hoy aún creen que los electores están en los noventas, cuando cinco familias de estirpe, tres grandes banqueros, dos noticieros televisivos y un periódico bogotano decidían quién sería el presidente de Colombia, muy alebrestados en un club, sentados a manteles y fumando habanos, mientras en las regiones del país, la violencia, el hambre y la miseria carcomía a los incautos ciudadanos quienes finalmente votaban por el ungido de la aristocracia.

Afortunadamente, la vida cambió, la tecnología y la forma de comunicarnos y estar más cerca del mundo exterior es un gran avance del que hoy disfrutamos todos, la manera de pensar y de actuar es otra, somos si bien una sociedad agresiva, pero que al borde del abismo trata de unirse y recomponer el camino.

También la política ha venido transformándose y con ella la votación presidencial más como expresión de opinión y muchísimo menos como un instrumento de maquinarias partidistas.

 Y eso fue lo que vimos el 29 de mayo, un voto silencioso pero efectivo manifestándose por un candidato independiente hasta hace unos meses, desconocido en todo el país. Ni los afamados analistas, ni las encuestas acomodadas, ni el establecimiento, y menos, el que ya se creía presidente sin haber ganado en las urnas, previeron que Rodolfo Hernández sacaría seis millones de votos.

Mientras que Fico en tan solo tres meses puso cinco millones de votos, gracias a sus ideas, su trabajo, una imagen favorable y carisma de todos los colombianos y sobre todo que los que votamos por Fico votaremos en segunda antipetro, es un deber moral a estas alturas del partido.

Contrario sensu, insisto, el eterno candidato, quien jamás imaginó que se gestaba el principio de su final político.

Aquel que lleva más de ocho años en campaña incendiaria, desestimando y arrasando a todo el que no piense como él, propiciando una candidatura mesiánica y caudillista, reclutando en su pacto histórico a cuanto delincuente y cartel se le sume, proclamando la honestidad y el cambio cuando tiene en sus filas a los peores delincuentes de este país apoyándolo y a los corruptos de marca mayor desde el legislativo, principalmente.

La gente hoy día y gracias a las redes sociales, ve noticias, debate, se entera de cómo el erario público es devorado por los mismos de siempre, en las calles, el colombiano de a pié sabe que estamos viviendo como sociedad una profunda crisis de carencia de valores y principios éticos y morales reflejado en los líderes políticos, en la justicia parcializada y con sesgos ideológicos, en gobernantes territoriales mediocres que solo esperan el momento oportuno para torcerle el cuello a la ley y cometer delitos contra la administración pública saliendo millonarios de sus cargos de elección popular y con una robusta la caja menor para enfrentar una irrisoria condena y así burlarse de la justicia y de los ciudadanos.

La gente se cansó y por eso hoy el fenómeno político cuya bandera primordial es la lucha frontal contra la corrupción en cabeza de Rodolfo Hernández, se perfila para ganarle a Petro, el hasta ayer, invencible e inmaculado prospecto.

Todos sabemos de qué es capaz Petro en el poder, por ejemplo, reformaría la Constitución Política y pondría un articulito que aprueba la reelección indefinida, se acabarían nuestras libertades y Democracia, miles de empresas cerrarían sus puertas, empezaría la feria de los subsidios a los vagos y flojos que detestan trabajar, Timochenko sería el canciller de Colombia, la fuerza pública sería reemplazada por las milicias bolivarianas al servicio del régimen, la exploración y explotación de Petróleo llegaría a su fin, reinaría la anarquía, el caos, la inseguridad como en Bogotá, se acabaría la educación por el adoctrinamiento de la izquierda, Benedetti sería el Ministro de Hacienda y Roy Barreras el de salud, se legalizaría la coca y la regalaría a las afueras de las escuelas y colegios, los opositores a la cárcel, al exilio o a una fosa común si se encuentra el cuerpo claro está, Maduro, Ortega,  Correa, Lula Da Silva y todos esos vejestorios de izquierda más los españoles comunistas y Hezbolá de Irán visitarían con frecuencia la casa de Nariño embriagados de poder y locura desenfrenada, el dinero de las pensiones de los colombianos serán utilizados para comprar millones de mercados y repartirlos en los barrios; la hiperinflación y las reservas internacionales vueltos dinero de bolsillo de los Petristas; detestable seria ver a Santos con Samper, abrazados con  las Farc, clan del Golfo y el ELN riéndose de Colombia . Nunca olvidemos que a los venezolanos les prometieron un cambio y les cambiaron la autonomía de su país por la independencia castrista, el pensamiento propio por el de la cúpula comunista y su libertad, el empleo y el desarrollo por el hambre, la esclavitud y la muerte.

Que esta tragedia nunca le pase a mi Colombia.

Mientras que con Hernández ya vimos que su llegada a segunda vuelta generó que el peso colombiano se trepara un poquito frente al dólar, las acciones subieron y hasta el costo de la deuda bajó, es decir que los inversionistas prefieren por ahora la incertidumbre del ingeniero al penoso programa de Petro.

Realmente, no sé qué hará Rodolfo como presidente, pero lo que sí tengo muy en claro es lo que hará Petro. Al final de cuentas con Hernández se conservan la libertad y la democracia y en cuatro años habrá elecciones. ¡Eso es mucho!

Publicado en Columnistas Regionales

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