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César Salas Pérez   

La historia política reciente de la patria nos enseña que un buen ciudadano es aquel que se ha hecho con sacrificio y esfuerzo, es quien ostenta la calidad de ser un hombre de familia y de principios morales y éticos, una persona  honorable y ejemplar creyente en Dios y apoyado irrestrictamente al imperio de la ley, y ante todo, una persona que jamás haya utilizado las vías de hecho, ni la violencia, ni menos aún, la dolorosa experiencia de haber militado en el terrorismo, para hoy en día mirar a los ojos a todos los colombianos y pedirle su apoyo en las urnas con miras a ganar la candidatura de su coalición y luego, ser el candidato único de las mayorías, para enfrentar con contundencia a la candidatura de la muerte, del comunismo y del desorden social, ético, económico y político que hoy es una  amenaza real y que puede llegar a ser el principio del fin de  nuestra democracia y libertad.

Les hablo de David Barguil, el gallo de pelea del conservatismo, quien está llamado por la militancia, la juventud, las mujeres, los que se han matriculado desde la independencia y la opinión, y por supuesto, de los millones de pobres y  excluidos de este país, quienes claman su nombre y le han encomendado a través del deseo popular, que lidere y se apersone de una vez por todas, de la transformación política y el revolcón social que hoy clama este país de regiones, esta tierra golpeada por la violencia pero engañada por una falsa paz, por la calamidad de padecer por décadas infinidad de necesidades insatisfechas, restablecer el orden constitucional y legal, y devolverle la alegría y confianza a los colombianos en las instituciones, en el estado de derecho y en la democracia.

Él lo sabe, y en su vida pública lo ha vivido en carne propia. No tener poder político y carecer de músculo financiero, son las trabas del ciudadano de a pie para acceder al poder bogotano que es el que al final de cuentas rige los destinos de la patria.

David, hombre de municipio y sin ostentar ninguna calidad, solo el amor de la gente,  ha venido rompiendo los esquemas mañosos e impositivos de quienes sí lo han tenido todo y van por más, esquemas de esa vieja clase dirigente que desde el parque de la 93 o desde  el club el Nogal en Bogotá, se vienen repartiendo las burocracias y dividiendo el mapa del país como si los ciudadanos y los presupuestos de sus entes territoriales fueran sus feudos y sus cajas para usurpar y saquear las arcas del tesoro público.

David les duele a los corruptos porque los denuncia, le odian los banqueros porque legislativamente los ha derrotado y les ha venido desmontando sus prebendas en pro de favorecer a los ciudadanos, así lo dice por ejemplo la reciente Ley de “Borrón y cuenta nueva” que ha beneficiado a más de diez millones de colombianos permitiéndoles limpiar su historial crediticio negativo para acceder al nuevo crédito.

David le duele al guerrillerismo, el narcotráfico, al petrismo y al progresismo porque les recuerda que prima la ley sobre la delincuencia delictiva, que el hecho de haber pertenecido al M- 19 no le da licencia a Petro para legitimar la violencia e imponer el comunismo como sistema, doctrina y filosofía política protectora de la corrupción, el hambre, la anarquía y la muerte. Les duele a los aliados del narcotráfico que se oponen al glifosato pero que financian sus campañas y llenan plazas enteras con su dinero.

Y al progresismo porque primero está la fe en Dios, la familia como eje central de la sociedad y el respeto de la norma jurídica sobre la moda de dejarle a todos hacer lo que quieran, patrocinar el vandalismo, aliarse con los bandidos, ser permisivos con los corruptos, atacar al empresariado,  aniquilar a la fuerza pública, y excusarse en el descontento popular para que los que no comulguen con sus doctrinas, sean atacados de forma violenta. Eso del progresismo de hacer una nueva política no es más que un cuento modernizado para seguir usurpando la plata y el honor de los ciudadanos.

David es joven, inteligente y proactivo porque pasa del dicho al hecho de manera inmediata.

Jamás ha sido un camaleón político al mejor estilo del expresidente Santos, porque nunca se ha avergonzado de su condición humilde y de sus enseñanzas al seno de un hogar modesto pero con principios, y menos, de sus ideas y convicciones, las cuales no negocia ni están listas para ser transadas al mejor postor.

Barguil habla de frente y sin miedo, no es lacayo servil de dirigente político alguno, es más bien una especie de político del pueblo que antes que sentarse a manteles con poderosos, prefiere compartir una cena con un líder social, degustar un trozo de pan en un hogar de un barrio popular, salir a caminar y escuchar a quienes no tienen voz, prefiere dar la pelea en los ministerios y en las entidades descentralizadas para que los servicios públicos lleguen a todos, que alcaldes y gobernadores puedan gestionar en Bogotá los recursos para las obras fundamentales de sus municipios y departamentos; ha sido un senador que ha legislado para el pobre. David, es un excelente ser humano, tendrá sus falencias pero a diario busca mejorar, crecer y aprender sin parar.

Si su partido le responde, de seguro ganará la consulta de “equipo por Colombia” y en mayo enfrentará con honor y fuerzas al terrorismo y a sus secuaces.

Candidatura que tendrá ya no solo a su histórico partido azul sino a todas las fuerzas vivas que aman a Dios como ser supremo, la democracia, la libertad, la justicia,la seguridad, el orden y la verdadera paz con justicia social y equidad.

Estamos advertidos, si ellos ganan, no volveremos a ser los mismos.

Votar bien es un compromiso de todos.

La unión hace la fuerza, y David puede unir a quien no ha querido llegar a la gran coalición de derecha.

Barguil es el gallo de pelea para enfrentar con contundencia la delincuencia vestida de democracia.

Publicado en Columnistas Regionales

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