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César Salas Pérez   

La derecha no tiene camino distinto que sentarse a dialogar con los sectores independientes, partidistas y de tendencias democráticas, con miras a abonar el terreno para la cristalización de unos puentes de entendimiento que fortalezcan una única candidatura presidencial que enfrente el terror ideológico marxista del señor Petro.

No cabe duda que, en estos momentos el espíritu crítico de los líderes políticos y el egocentrismo incrustado en sus posiciones, debe pasar a un segundo plano debido a la amenaza latente del neo comunismo.

Precisamente, es el gran debate de las ideas y las tesis el que debe anteponerse a todo lo demás.

El clima político es tenso, pero la visión de vida que queremos en nuestro país es una sola: Vivir en democracia, con el respeto a las libertades e instituciones.

Uno de los principales obstáculos para ceder en posturas es el coste personal que hay que pagar por intentar buscar esos puentes de entendimiento con otros partidos y movimientos.

Para ello, recordamos que una de las características esenciales en la política como en la vida, es la capacidad de apertura, el admitir que otros también pueden tener razón y que el futuro puede construirse tanto desde las ideas propias como desde el diálogo y el entendimiento.

Y la peor característica para destruir consensos es seguir las teorías ortodoxas más radicales o el enfrentamiento más extremo entre pares.

Por ejemplo, groso error es que el partido de gobierno case discusiones banales con sus aliados históricos del partido conservador; o que la coalición de los ex alcaldes y ex gobernantes donde están Char, Peñalosa, Fico y Dilian Francisca se enfrasque en dardos y críticas entre ellos mismos o entre otros ex mandatarios que busquen un espacio para integrar el quórum del debate electoral.

Desde la perspectiva filosófica del “deber ser”, la retroalimentación electoral en todo el país desde la derecha es el de trabajar unidos con el objetivo de arrastrar buena parte del voto antipetrista caribe, andino, pacífico, de los llanos orientales, del oriente con los santanderes, el sur del país, de la gran Antioquia  y el de la Bogotá de todos.

Esos puentes de entendimiento que se le exigen a la derecha son tan necesarios en esta contienda electoral que de ellos depende el futuro y la salud de la democracia.

Si el candidato a vencer “es el señor de las bolsas de dinero de dudosa procedencia”, la coalición a derrotar masivamente en la primera vuelta es la que le hará el comodín al ex guerrillero, la llamada “coalición de la esperanza” (Fajardo, Cristo, Los Trivagos Galán, y Robledo).

Venciéndolos con autoridad y evidente amplitud en votos en la primera vuelta, llegarían heridos de muerte a entregarse a Petro, con el sol a cuestas y un monumental desprestigio como auténticos mercaderes politiqueros.

Las demás coaliciones que se puedan tejer, realmente serían muy incipientes, por falta de peso político y tiempo de estructuración.

Es una lástima que el centro democrático no haya escogido un candidato fuerte que pueda aglutinar tanto liderazgo en su interior. Distinto a hace cuatro años, no tienen la primera opción para ganar la candidatura única de la derecha.

 Sin embargo, prácticamente, están llamados a estar en la gran consulta que escogerá el candidato único de la centro-derecha, como dicen los más pragmáticos, aunque eso del centro es un híbrido.

Sentados en una sola mesa de trabajo, proyectando ideas, recepcionando conocimientos, tejiendo puentes de entendimiento y como se espera, consiguiendo más de la mitad de los escaños en el congreso, esta gran coalición de la derecha deberá ser inatajable, con el fin primordial de ganar la presidencia derrotando a Petro, al santismo que quiere volver con su refrito de la paz; a las Farc del congreso, las del monte y Venezuela y sus disidencias; al tóxico progresismo que detesta a Dios, la familia y la autoridad; a las altas cortes politizadas que añoran a un marxista en el poder; la derrota de Soros por su lucha por un comunismo latino íntegro; la debacle de Maduro quien imagina visitar a Colombia de manera oficial; el fin de la imposición de la impunidad de los delincuentes sobre la humillación a sus millones de víctimas; que sea visible la vergüenza de cómo es gobernar desde la izquierda a Bogotá, Cali y Medellín, esta última con una particularidad muy linda y un plus hermoso, el de la probable primera revocatoria de un Alcalde de una gran ciudad como la de la “eterna primavera”.

El hecho de que se logren tejer puentes de entendimiento no necesariamente significa ceder a los ideales y posturas políticas, por el contrario, es una muestra significativa de amor por Colombia. Cerrar el 2021 con agendas adelantadas en el diálogo e iniciar con toda el 2022 es una premisa inmediata de esta gran coalición de la derecha.

La política actual no debería conllevar dogmatismos ni verdades absolutas. Compartir un ideario de país y de regiones no es incompatible con la existencia de matices que enriquecen el proyecto común. Alguna vez un abuelo sabio decía “que la actividad política se asemeja frecuentemente a una estrategia militar donde la necesaria disciplina y unidad impide la existencia de aportaciones diferentes a las del gran general y su estado mayor, sin rayar con el sumo liderazgo”. Simplemente, porque las convicciones y las críticas constructivas son compatibles con los puentes de encuentro.

Que nunca se nos olvide que el arte de la política es discrepancia, pero no necesariamente una confrontación desmesurada. A los tibios o moderados les pesa lo que se les viene encima, una lucha sin cuartel por la defensa de nuestra democracia y libertad.

Publicado en Columnistas Regionales

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