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César Salas Pérez   

La conferencia de las partes de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP 26), en Glasgow, Reino Unido, tiene al planeta entero en expectativa total, ya que de lo que allí se discuta y concluya, pende el futuro del planeta tierra amenazado y terriblemente vulnerado por la mano del hombre.

Y es que es tan significativo el evento que se darán cita representantes de unos 200 gobiernos con el objetivo de acelerar la acción climática para el cumplimiento del acuerdo de París.

Recordemos que, en el 2015, en el marco de la COP 21, se aprobó un Acuerdo histórico para frenar el cambio climático y sus impactos y lograr que los flujos de financiación internacional fueran consistentes con la transición hacia una economía baja en carbono y un desarrollo resiliente a dichos cambios climáticos.

Pero pasados 6 años, la realidad, incluida la pandemia mundial por Covid-19 dista muchísimo de esos objetivos trazados con el Acuerdo de París, al que le han faltado no sólo dientes para que los gobiernos cumplan sino también, la falta de voluntad de las potencias industrializadas como China o Estados Unidos que en sus discursos mencionan las circunstancias más no las soluciones en el mediano o largo plazo.

En realidad, lo que clama la humanidad es simple pero a la vez muy complejo: Que el ser humano y los gobiernos que rigen sus destinos, a nivel mundial y sin distinción alguna, incluyan dentro de sus programas de gobierno, unas políticas públicas de Estado que intensifiquen esfuerzos para adaptarse a los impactos del cambio climático, la recuperación de la vida natural íntimamente entrelazada con los desafíos de la salud pública, la recuperación de biodiversidad, la protección del medio ambiente, la calidad del aire, el detenimiento de la destrucción de flora, fauna y  fuentes hídricas, la recuperación de la naturaleza, la reducción de residuos y la eficiencia de los recursos, con la extremada urgencia de avanzar hacia una economía neutra en carbono, y finalmente, el de acudir a la cooperación internacional para hacer frente a los retos más graves a los que se enfrenta el mundo por cuenta del imparable sacrificio naturalístico.

Si bien el Acuerdo de París es la principal hoja de ruta, también lo es que la política y la competencia por el poderío mundial en todos sus niveles, ha estado primando sobre los propósitos intrínsecos del Acuerdo.

No sería sano para la comunidad internacional volver a escuchar lo que ya se dijo hace 6 años sobre principios ambientales como el de responsabilidades comunes pero diferenciadas de los países desarrollados; del desarrollo sostenible; del principio precautorio; el de equidad internacional y equidad intergeneracional; el principio de cooperación, el de buena gobernanza; el tema de Derechos Humanos; la seguridad alimentaria; perspectiva de género; la transparencia de los Estados; o la Transición justa.

De todo esto se encuentra infinidad de información en diversos textos de talla mundial. Lo que realmente nos interesa como ciudadanos preocupados y conscientes de la gravedad del tema es la ratificación y el compromiso de los países primermundistas de cómo van a cumplir la normatividad vigente, en cuánto tiempo lo harán, cuánto será el presupuesto anual a mediano plazo para cumplir lo prometido en materia de cambio climático; cómo serán los términos y las condiciones para hacer efectiva la cooperación internacional; qué va a hacer la ONU para que sus grandes y burocratizadas agencias no sigan repitiendo en foros e informes extensos y tecnocráticos lo que ya todos sabemos y más bien cómo ejercerá presión mediática para que los objetivos se cumplan y las naciones que más contaminan muestren resultados en los próximos cinco o diez años.

Hay una frase parisina que viene al caso en todo este temario: “Debemos pasar de la ambición a la acción”. Esto es lo que espera el mundo de Glasgow 2021, no tantas fotos, ni titulares de prensa con mensaje político sino más bien, de cuáles son los planes de reducción de emisiones creíbles y a corto plazo, como acción internacional, basados en la ciencia y alineados con los ya mencionados objetivos de París.

Sin duda alguna, la pospandemia estará marcada con el reverdecimiento del planeta donde la aceleración por la reactivación económica dependerá del hecho de crear conciencia a nivel internacional sobre la importancia de actuar ahora contra el cambio climático, no sólo desde los gobiernos en una agenda climática global, sino también desde las organizaciones internacionales, grupos de interés o asociaciones, la empresa privada, ONGS, observadores, científicos, académicos, estudiantes, líderes de opinión, expertos en clima y comunidades comprometidas con el ajuste de este amplio corolario.

Glasgow tiene su lema “Uniendo al mundo para hacer frente al cambio climático”, y fue elegida por su compromiso y trayectoria con la sostenibilidad. Es una ciudad escocesa que tiene como propósito ser neutra en carbono en 2030 y aspira a convertirse en una de las ciudades más verdes de toda Europa gracias a su campaña “Sustainable Glasgow” o Glasgow sostenible.

Por otra parte, Reino Unido e Italia, presiden la COP 26, en reconocimiento a su liderazgo en la lucha contra el cambio climático porque han reducido sus emisiones más de un 40% desde 1990 y son los mayor productor de energía eólica marina del mundo y porque están comprometidos en duplicar su financiación climática internacional y movilizar apoyo para los países en desarrollo como Colombia, al que se ha venido acercando diplomáticamente para concretar planes y acuerdos de cooperación en nuestra Amazonía y parques naturales, principalmente.

Mientras esto ocurre en el mundo, aquí, ciertos políticos inescrupulosos nos siguen hablando de otros temas bastante desactualizados y acudiendo al populismo mentiroso para ganar votantes.

Publicado en Columnistas Regionales

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