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César Salas Pérez   

La economía colombiana sigue reactivándose en todos los frentes, sin embargo, en materia de desempleo falta más y mucho por hacer. Antes de la pandemia la cifra se situaba en un 12,2%, mientras que en julio de este año ronda el 14.3%.

Son buenas noticias que se inclinan hacia la recuperación, pero la realidad es que no se está generando el suficiente empleo de calidad que reclama un trabajador promedio o un desempleado que aspira a integrarse a la fuerza laboral activa.

Varios economistas afirman que la clave es avanzar en la generación de empleo formal y mantener la creación de puestos de trabajo, en especial con enfoque de género, incluyente con los jóvenes menores de 28 años, propender por planes de choque que incentiven a los mayores de 50 años, en una línea de generación de empleo equitativa.

Sin embargo, observando el comportamiento de las tasas de crecimiento como por ejemplo la de desocupación situada en 51,2% en el primer semestre de este año, la tasa de participación de 60,3% , se concluye que los indicadores de recuperación del empleo han venido moviéndose favorablemente; pero las grandes preocupaciones de los  colombianos siguen siendo, con pandemia o sin ella, el fuerte ascenso de la informalidad y el trabajo por cuenta propia de millones de compatriotas que se la rebuscan día a día para sobrevivir, pagar los servicios públicos domiciliarios, comprar comida, cumplir con el arriendo, cancelar puntualmente al pagadiario, y lo demás, que se espere, incluyendo créditos bancarios, pago a seguridad social y los impuestos. En fin, menos ingresos y más gastos. Ni hablar del grave problema que representa la población inactiva que ni trabaja ni busca hacerlo, calculada en más de 16 millones de personas.

Estos últimos ítems, sin duda, son una condición que impacta negativamente no sólamente el trabajo decente, la dignidad del trabajador, sino también la recuperación de la demanda agregada ( el consumo, la formación de capital, crecimiento del gasto público o el crecimiento de las exportaciones, principalmente).

Cuando se dice que los hogares colombianos tienen menos ingresos y más gastos, se hace referencia a que las dinámicas de gasto vienen siendo impulsadas en gran medida gracias al apalancamiento en las tarjetas de crédito, lo que genera mayores costos en el servicio de deuda de los hogares. El hogar promedio compra fiado y paga altos intereses, tenga o no empleo. Esa es la realidad que no puede ocultar ni el mejor de los economistas.

Otro dato económico que no podemos dejar pasar inadvertido es que, a corte de agosto, la inflación anual se sitúa en 4.4%, superando el aumento del salario mínimo y generando que la población mayormente de ingresos bajos se vea afectada por la pérdida de capacidad adquisitiva de compra.   Mientras tanto, en materia de salud, el desempleo es una enfermedad que produce una cadena de consecuencias no solo en la economía sino en el bienestar y la salud pública. Según estudios de McKee- Ryan, estar sin empleo genera ansiedad, depresión, tristeza y desequilibrios emocionales que podrían llevar al suicidio. Por algo se dice que el desempleo es la otra pandemia.

El Doctor Guillermo Arévalo en su artículo “Tendencias en la Investigación Psicológica sobre desempleo y salud”, parafrasea a Barbosa, 2003, quien plantea el desempleo como un “concepto relacionado con la noción de desequilibrio en el mercado de trabajo, pues es una situación en la cual, la oferta de mano de obra excede a la demanda de puestos de trabajo”. Entonces, este fenómeno no es solo estar por fuera de la fuerza laboral, también es sentir que el alma y el cuerpo están inmersos en una profunda tristeza, reflejada en el comportamiento personal, familiar y social del individuo.

Así las cosas, mientras el poder político y el económico están bastante preocupados por las cifras, el crecimiento y la generación de empleo formal de calidad, la otra pandemia, la del desempleo femenino y juvenil, principalmente, vienen tocando fondo y la ausencia de medidas preventivas y de intervención por parte del Estado, brillan por su escasez.

Después nos preguntamos ¿Por qué somos tan violentos, intolerantes y agresivos en el seno del hogar y en la sociedad?

Sencillamente, no existe una política pública gubernamental que complemente los estudios que han desarrollado los perfiles de los individuos más vulnerables al desempleo, peor aún, no se ha fomentado en los desempleados los recursos de afrontamiento, de ayuda a minimizar la autoevaluación negativa de la pérdida de trabajo y de no poder encontrar otro.

El panorama es sombrío cuando nos preguntamos ¿Qué estarán pensando los 3.5 millones de colombianos que no tienen empleo ni ingresos?

Equivocadamente, el mensaje no puede ser que tengan fe o que sigan pasando hojas de vida que “empleo si hay''.

Es un trabajo mancomunado entre el sector público y el privado para que realmente puedan ser más efectivas las soluciones. El señor gobierno inyecta los recursos a los diversos sectores, pero y los demás ¿Que están haciendo? Paradójicamente, hay candidatos presidenciales que están proponiendo una gran feria de subsidios al desempleo, como si ello fuese la solución de fondo a la problemática. Eso se llama populismo, da votos, pero condena al país.

Este 2021 no tendrá mayores variaciones en la materia, seguiremos en pandemia hasta que no se logre la inmunidad de rebaño, en 2022 se vendrá la contienda electoral, el mundial de fútbol, habrá nuevo (a) huésped en la casa de Nariño, se volverá paulatinamente a la nueva normalidad o post pandemia, y, sin embargo, el tema del desempleo seguirá siendo la propuesta por excelencia de los gobernantes y el anhelo fundamental a solucionar de millones de desempleados.

Publicado en Columnistas Regionales

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