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César Salas Pérez   

Hemos visto que una de las estrategias que más le ha dado buenos resultados a los políticos de la izquierda radical en Colombia a la hora de blindarse jurídicamente ante decisiones judiciales que le son desfavorables o adversas, es precisamente, acudir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con sede en Washington DC. Solicitando las ya conocidas medidas cautelares bajo el supuesto de que la decisión tomada por un ente de control en el país de origen en el ejercicio de su actividad política o por ocupar un cargo de elección popular, les ha sido violatoria de sus derechos humanos, so pena de sufrir un daño irreparable producto de una situación grave y urgente.

Actualmente, es válido pensar siquiera un momento en el desprestigio y falta de credibilidad de muchos de los organismos y cortes internacionales que desde hace muchos años perdieron la misión y visión de lo que debían hacer y más bien hoy están convertidas en un club de aristócratas millonarios y dueños de la verdad absoluta quienes tienen amigos poderosos en todos lados y toman decisiones conforme a las circunstancias y la efervescencia del momento, según del Estado de que se trate y del personaje y sus quilates políticos y económicos.

Pues bien, no solo la ONU sino también la CIDH no ha sido ajena a este declive institucional y su falta de rigor o de conocimiento de la esfera política y del diario vivir en los países de la región, labrando el camino para que cualquier fulano de ideas marxistas o progresistas en Colombia, una vez se haya proferido decisión en su contra, vuele como alma en pena directo a Washington DC. para hacer el respectivo looby autoritario y buscar seducir a través del chantaje diplomático al funcionario que conocerá y fallará la tan anhelada solicitud de medidas cautelares en su favor.

Hay un hecho cierto e indiscutible al interior de este tipo de cortes y organismos y es que se encuentran totalmente sumergidos en un mundo inalcanzable de burocracia, en enfrentamientos internos de coaliciones y alianzas en bloques para fortalecer el nepotismo de su  poder, olvidando, repito, sus originarios propósitos de salvaguardar los derechos humanos en esta parte del mundo.

Si bien es cierto que cualquier persona u organización puede presentar una solicitud de medidas cautelares (Art. 25 Reglamento de la CIDH), es necesario decirles a los lectores que cuando se trata de un político izquierdista o de particular patrocinado por estos acudiendo a esta corte, casi siempre y muy extrañamente en tiempo récord, logran el otorgamiento de las medidas cautelares en su favor, pero cometiendo un groso error: decirle a la opinión pública que la Corte en definitiva, les dio la razón. Y no es así por lo siguiente: “el otorgamiento de dichas medidas y su adopción por el Estado NO constituirán prejuzgamiento sobre la violación de los derechos protegidos en la convención americana sobre derechos humanos… Además, las decisiones de otorgamiento, ampliación, modificación y levantamiento de medidas cautelares serán remitidas mediante decisiones fundamentadas”.

Lo anterior, jamás suele explicarse porque a muy pocos le interesa, lo que si es gravísimo para la institucionalidad, en este caso de Colombia, es que los beneficiados con el otorgamiento de estas medidas, le vendan al país la absurda idea de que fueron víctimas de persecución judicial y de instrumentalización política por parte de las autoridades judiciales o de control, cuando en realidad lo que el organismo está queriendo decir es que mientras se estudia, analiza y emite una decisión fundamentada en una resolución cesan los efectos iniciales.

En otras palabras, la función “cautelar” y la función “tutelar” de la corte ha sido mal interpretada y más bien, tóxicamente politizada. El mejor ejemplo sería el caso Petro en 2013 cuando fue destituido por la Procuraduría siendo alcalde de Bogotá. Desde entonces, a los señores de la izquierda radical solo les han servido los fallos que les son favorables en Colombia y si no, se van para Washington, fingen ser dizque perseguidos políticos, hacen su meritorio y rastrero looby tomando café y fumando habanos Cohibas (los de Fidel Castro) con personalidades ejecutivas hasta lograr sus medidas e inmediatamente, regresar al país a despotricar y enlodar el nombre de las instituciones, con la vieja artimaña de la revictimización.

Por supuesto que hay muchísimos casos de ciudadanos y de organizaciones colombianas que juiciosamente, fueron expuestos en la corte y lograron además de las medidas cautelares, una decisión final favorable, sin embargo, a la hora del show político, de la búsqueda de votos y pensando en reelecciones o en perpetuaciones en el poder, los grandes maestros de la tergiversación de las medidas cautelares han sido desde entonces, los zurdos.

Sin duda alguna, la solicitud de dichas medidas está íntimamente relacionada con las supuestas persecuciones políticas de las que suelen ser víctimas estos personajillos, cuyo argumento es que sufren por sesgos ideológicos, por enfrentamientos entre la derecha y la izquierda, o porque la oligarquía opresora está acostumbrada a cooptar los órganos de control,  o de actuaciones impulsadas por funcionarios que en el pasado fueron adversarios políticos y están pasando cuenta de cobro a esas inocentes ovejas que un lobo feroz quiere deleitarse en su cena.

Lo realmente cierto es que estas medidas se volvieron “express” si se pertenece a la corriente petrista y medidas cautelares procedimentales, si se trata de otro pensamiento o contexto político.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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