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Álvaro Uribe Vélez*

Mi familia sufrió en el campo la violencia política, pero ese dolor no me ha desprendido de allí. Siento miedo como colombiano y trabajador del agro.

En Venezuela, las expropiaciones dejaron las tierras inútiles, el país sin comida y el Gobierno buscando a quién entregarlas. En Argentina, con impuestos han expropiado las utilidades.

Aquí se amenaza con expropiaciones, otro día con más impuestos, se engaña y enreda con cifras que no corresponden. Se dicta cátedra sobre productividad que se ignora, la guía es el odio de clases.

Mi familia, como tantas familias colombianas, sufrió en el campo la violencia política. A principios de los sesenta, el Epl destruyó una hacienda de mi padre, entre Tarazá, Antioquia, y Uré, Córdoba. Las Farc lo asesinaron en Guacharacas. Después, el Eln quemó la mayoría y mató a un trabajador que permanecía allí por afecto. La violencia echó a mi familia de la finca. Solamente quedan acusaciones infames de paramilitarismo, como en La Carolina.

En 1979 entregué el Ingenio Panelero La Mundial, en Maceo, Antioquia, al sindicato, me cansé de la interferencia de las Farc. La empresa se avaluó en 20 millones; los pasivos laborales, en 6 millones, no se cobró la diferencia. ONG en Europa salieron con la falsedad de que yo había asesinado a los trabajadores para no cumplir el negocio.

A mi hermano Santiago, el Eln le destruyó una parcela de alta productividad por la razón de que yo era gobernador.

Tanta violencia y dolor no han logrado desprenderme del campo. Trabajo con responsabilidad integral. Siento el discurso amenazante por una estancia con un nombre centenario, El Ubérrimo.

Como Presidente puse mi fe en Agro Ingreso Seguro, casi el 90 % de los recursos llegaron a pequeños y medianos propietarios. Se agilizó la legislación para extinguir el dominio de la propiedad de origen ilícito. Se compraron tierras productivas para campesinos sin causar temores expropiatorios.

Rusia mostró que destruir la clase empresarial del campo es fácil; revivirla, casi imposible.

Nuestros cafeteros son de 59 años en promedio, los jóvenes temen al campo por inseguridad, física y jurídica, por rentabilidad, inundaciones y sequías.

En Estados Unidos, la producción agropecuaria tiende a concentrarse en grandes corporaciones. Escuché a Fidel Castro justificar la crisis del campo cubano por el desafecto que generó el avance educativo, pero ocultaba que todo lo desató la expropiación comunista.

El productor campesino sale adelante en un ambiente de confianza para el campo; al contrario, su situación empeora con la recesión agropecuaria que se genera al maltratar a empresarios productores.

Hacer empresa en el campo lo determina un factor romántico superior a la factibilidad del computador. Colombia mantiene la ilusión, no la maten.

Reto: para 2050 habría que aumentar en un 70 % la producción de alimentos de 2010, con 25 % menos de productividad por cambio climático.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 18 de diciembre de 2021.

Publicado en Columnistas Nacionales

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