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Armando Barona Mesa

La política fue descubierta por el hombre y adoptada de inmediato cuando, según su espíritu gregario, entendió que había que formar una aldea, de la que siguió la ciudad y un país. Por supuesto el primer gobierno fue impositivo y violento. Porque la violencia llegó y con ella la guerra que fascinó al ser humano. De allí en adelante, la carrera fue incesante descubriendo e inventando las armas. Estamos lejos de haber terminado.

Es claro además que la política ha servido siempre en la historia en cuanto a lograr unos resultados pacíficos en la lucha por el poder. Pericles fue el padre de la democracia. Pero el desbordamiento pasional sembró el odio y el fanatismo malsano. Por siglos la paz estuvo ausente mientras el pueblo debía soportar el suplicio de los malos gobiernos afianzados en la fuerza brutal. Todavía, como en Venezuela, Cuba, Nicaragua y muy seguramente en Perú, se impone la dictadura, que dicen sin rubor, es del proletariado, aunque detrás está una camarilla corrompida. La lujuria del poder.

En la campaña electoral actual en Colombia han acudido con furor al odio de clases y al odio de personas. Siempre hubo antes una integración social que funcionaba; pero ahora metódicamente han preparado a unos jóvenes en pos de la destrucción y el crimen. Los utilizan como fuerza de choque, mientras ellos se camuflan y desarrollan sus métodos violentos por mano ajena. Son hábiles y saben muy bien para dónde van en su propósito de ganar el poder y perpetuarse en él, manteniendo la opresión y la fuerza como primer elemento de gobierno.

Podría decirse como antaño, si no le temes a Dios, témele a los mamertos. Aman la violencia como elemento esencial de su credo, porque dicen que ésta es la gran partera de la historia.

Hay ahora una gran profusión de aspirantes al primer cargo de la Nación. Hace poco eran sesenta, hoy han disminuido a unos veinte. Puede que algunos sean grandes ambiciosos, otros obran bajo la libido de la vanidad para figurar.

No importa, esos son escarceos democráticos. Pero se palpa que hay un estado de conciencia en el sentido de buscar sumarse a posteriori en una segunda vuelta al que saque más votos para hacer la mayoría. Eso está bien. En mi caso personal no tengo reparos por ninguno de los que no son mamertos.

Tengo mis preferencias sí que son conocidas, porque ese es mi derecho. Pero no dejo de advertir el grave peligro en que nos encontramos de vivir otra Venezuela, o Cuba o Nicaragua. Aunque ahora resulte el señor Petro diciendo que él es de centro, a pesar de que el ‘Pollo’ Carvajal sostiene que le entregó dineros del régimen de Maduro para la campaña, algo prohibido por la ley colombiana. Ah, y esa joya de la política amenaza dentro de su odio profundo con expropiar a Uribe. ¡Qué belleza!

Ese Petro que recibe los fajos de billetes de Montes y los cuenta con deleite y que es el mismo que importó con gran desvergüenza como vehículos para el aseo de Bogotá unas chatarras desbaratadas.

Todos los que amamos la democracia, que al decir de Churchill es el peor de los sistemas pero no existe uno mejor, entendemos como un acto de defensa, sin odio, que debemos impedir en las urnas que esos mamertos llegaren a ganar las elecciones con la fuerza de la violencia con que tratan de imponerse: los ejércitos vandálicos, la guerrilla genocida y el dinero que les llega a profusión del delito.

Sigue en Twitter @BaronaMesa

https://www.elpais.com.co/, Cali, 28 de octubre de 2021.

Publicado en Columnistas Nacionales

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