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Luis Guillermo Echeverri Vélez*

Si en Colombia tenemos el café más suave y más aromático del mundo; ¿No sería lo más inteligente, construir un sistema inteligente para sacar provecho de que 22 departamentos pueden producir una exquisita variedad de aromas y sabores, y hacer con ello una verdadera Ruta del café, turística y ambientalista de alta gama, que aporte al desarrollo de oportunidades socio-económicas en las zonas rurales montañosas del país?

Por lo general la personas que nacimos y vivimos en el trópico creemos que todo en la naturaleza y en la agricultura funciona igual en todo el mundo, pero el asunto no es así de simple. Colombia es un país; tropical - andino y ello significa por una parte que tiene que vivir con una constante naturaleza exuberante que nunca descansa y es abundante en biodiversidad, la tierra y sus nutrientes al igual que las pestes viven y trabajan 365 días al año, no cuentan con la dormancia de los inviernos, la explosión primaveral, ni el rico letargo y las lluvias otoñales.

El trópico es pura fotosíntesis, y en Colombia lo es, en su más fuerte expresión exuberante. Colombia está caracterizada por una multiplicidad de micro-climas, micro-suelos, con temperaturas constantes que solo cambian con la altura no con la época del año y por tanto lo único que varía son los regímenes de lluvias y en mucho menor medida la cantidad de luminosidad en días nublados y muy poco en cuanto a las horas de luz en su promedio diario. El otro factor complejo para manejar en una geografía como la nuestra es que las planicies tienen regímenes de lluvia semestrales mientras en las zonas montañosas andinas las temporadas de lluvia tienen regímenes trimestrales, lo cual dificulta la agricultura y la ganadería en las zonas planas sin un manejo de riegos en épocas secas y de canales que conserven aguas a los niveles freáticos deseados en las épocas de sequias.

Por eso nuestra agricultura es diferente a la del resto del mundo. Así es que nuestras laderas son el ámbito perfecto para el cultivo del café y sus complementos, y hay una correlación directa entre la altura y las condiciones del grano que se traduce en características de calidad.

Todo lo anterior para decir que basados en la famosa frase de que; "El buey es lento pero la tierra es paciente", albergo el sueño y la esperanza, de que aún con los efectos inminentes del cambio climático, seamos como nación, capaces de evolucionar en el modelo cafetero de manera positiva y volver a lo básico en materia institucional.

Debemos promover conectividad rural y por su conducto nuevas tecnologías que ayuden a la nuestra cultura y nuestra familia cafetera a convertirse como ha ocurrido con la seda, con el té y con los vinos y viñedos, en toda una Ruta del Café, que se pueda no solo disfrutar en los salones de té y los cafés de las calles de París, Suiza y Alemania, en Japón o la China, sino directamente en nuestras montañas y que genere un flujo de turismo sofisticado de alta gama que recorra nuestras trochas y veredas, disfrutando con todos sus sentidos, de la belleza de nuestra naturaleza y exuberancia montañosa rica en paisajes, en pájaros y todo tipo de especies desconocidas en los sub-trópicos, de aguas claras y temperaturas constantes todo el año, de la calidez del servicio de nuestras gentes y de los aromas y sabores diversos cafés especiales que produce la tierra.

Pero eso demanda un cambio en la mentalidad con que se maneja la Federación de Cafeteros de Colombia y su relación con el Estado. Requiere un plan que construimos como un sueño desde el BID en el 2009 y que por pura y legitima politiquería nunca se le dio la oportunidad que merecía. Se trata en pocas palabras de descentralizar nuevamente la Federación Nacional de Cafeteros y revivir el espíritu federativo y cooperativo al empoderar a los comités departamentales dándoles instrumentos para que ellos mismos desarrollen ese sueño de la ruta del café colombiano.

La idea es recuperar el sistema de extensionismo agrícola cafetero que hace años está perratiado, de empoderarlo creando empresas de manejo cafetero que encuentren el numero óptimo de predios y extensión que deban trabajar, de manera que una pequeña empresa de jóvenes profesionales en diversas áreas maneje los cafetales mientras el viejo cafetero, pignora su cosecha y recibe seguridad social y mejoras que le pagan por cuidar su tierra y poder hacer las adecuaciones para recibir en su vereda el flujo turístico que traiga la ruta del café.

No es tarde para comprenderlo, la finca cafetera puede ayudarse con otro tipo de soluciones como la producción porcina en las partes altas que a la vez ayuda a fertilizar las laderas de forma eficiente con nuevos sistemas de fertilización, como la producción de plátano, papaya y otros frutos que no han contado con espacio en la cultura de la cooperativa municipal que es y seguirá siendo el corazón del sistema federado que deben recuperar todas las zonas productivas de nuestra importante caficultura nacional. 

Si alguien quiere entender nuestra cultura y nuestra distribución sociopolítica, lo resumo: Las zonas cafeteras de Colombia son las más pobladas del país y su cultura es: "Café con Leche, monta en moto, escucha radio, ve La Voz-Kids y se comunica por Face-book".

* Economista Agrícola, Abogado, Agricultor y Ganadero.

Publicado en Columnistas Nacionales

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