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Rafael Rodríguez-Jaraba*

Para entender el presente e intentar prospectar el futuro, es necesario estudiar y conocer el pasado, de lo contrario, tan solo seremos forasteros despistados o trashumantes desorientados en la vida. De seguro que algunos lectores no sabrán quién fue Joaquín Vallejo Arbeláez.

Hoy, de nuevo, y luego de transcurrido algo más de 18 años de su partida, deseo rendir homenaje a su memoria y, a su invaluable legado, el que estimo, que muchos jóvenes y adultos desconocen, por creer que la vida es tan solo lo que escasamente alcanzamos a percibir, y no, la amplia y profunda dimensión de todo aquello que, con pasión y maestría, construyeron quienes nos antecedieron y, nos sobrevivirá.

Y es que Joaquín Vallejo Arbeláez fue vigía agudo del mercado y visionario adelantado de la economía; además, sembrador de esperanzas de desarrollo posible, y labrador de alternativas de crecimiento sostenibles, quien vivió para servir con devoción y fervor a Colombia. Su legado, es inestimable y lleno de logros y realizaciones, el que debería servir de ejemplo para gobernantes, dirigentes, empresarios y falsos académicos.

Joaquín Vallejo Arbeláez, fue grande de corazón y generoso de alma; agudo pensador y maestro insuperable; estadista aventajado; y, promotor de las mejores causas cívicas, políticas y económicas de la nación.

Muchos ignoran que, siendo miembros de la Junta Militar, ayudó a Colombia a regresar a la democracia, a fundir los cimientos del Estado de Derecho en el que vivimos y, a construir el desarrollo económico que tenemos.

Anticipado en el entendimiento de las bondades del intercambio internacional como instrumento cierto de crecimiento empresarial, expansión económica y mejoramiento social, visualizó la necesidad de crear mecanismos leales y legales de promoción y fomento para el comercio internacional.

Soñó, prospectó y creó el -llamado en su honor-, Plan Vallejo, por lo que su nombre es inextinguible en el comercio exterior, el cual, en esencia consiste, en que a las empresas se les permita importar insumos, materias primas, bienes de capital y repuestos sin pago de aranceles, bajo la condición que los bienes producidos con ellos, sean exportados, y así evitar competencia desleal con las empresas que también los importan, pero los bienes que producen solo se venden en el mercado interno.

Estudioso y aplicado al pensamiento de Adam Smith y David Ricardo, Joaquín Vallejo Arbeláez, con el diseño de su Plan Vallejo, rebatió y puso en entredicho el tramposo modelo de desarrollo económico denominado “Sustitución de las Importaciones”, el que, en los años 50, desde la CEPAL, promovió el economista argentino Raúl Prébisch, quien pretendía que en las operaciones de comercio exterior, la tasa de cambio la decretaran los gobiernos, bien fuera devaluando la moneda local al momento recibir el pago por las exportaciones o bien, revaluándola al momento de realizar el pago de las importaciones.

Joaquín Vallejo Arbeláez, modelizó un esquema sostenible de crecimiento económico mediante la ampliación del horizonte industrial hacia el comercio exterior, señalando el camino hacia la conquista de mercados externos, en la certeza que el aumento progresivo de las exportaciones, multiplicaría el ingreso nacional por aumento de los medios de pago procedentes del exterior, lo que provocaría la creación de nuevos puestos de trabajo y, por ende, expansión económica, progreso social y bienestar para la población.

Su modelo impulsó la internacionalización de nuestra economía y su aplicación ha sido fuente de desarrollo industrial y económico. Se necesitaron cerca de cincuenta años y que la comunidad de las naciones acogiera el intercambio como estrategia de desarrollo, para que el Plan Vallejo fuera entendido, revisado y ponderado por la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Joaquín Vallejo Arbeláez, fue Ministro de Fomento, Ministro de Hacienda, Delegado ante la ONU, promotor del Pacto Andino (CAN), empresario, gestor y fundador de importantes empresas, entre ellas, Cementos del Valle, así como miembro del Consejo Superior de la Fundación para la Educación Superior (FES) y de la Universidad EAFIT, caracterizado siempre, por su esclarecida inteligencia, brillante capacidad de gestión y voluntad inquebrantable de servicio en favor de la modernización del país y su educación.

La claridad y firmeza de sus actuaciones nos enseñaron que la pulcritud, la preparación y la capacidad de gestión, son condiciones infaltables en un dirigente y que, la dirección del Estado, las empresas y la sociedad, debe estar reservada a ciudadanos íntegros, sobresalientes y capaces.

Con la partida de Joaquín Vallejo Arbeláez, Colombia perdió uno de sus mejores maestros, quién, con su consejos y enseñanzas mostró nuevos caminos, infundió amor por el progreso y nos ilusionó con la esperanza posible de convertirnos en una nación educada, desarrollada y sostenible, en la que reine el orden y la libertad, y siempre impere la democracia.

La nación entera, y en especial Antioquia y el Valle del Cauca, deben en parte su progreso y modernidad, al esclarecido pensamiento, a la aventajada visión y a la extraordinaria gestión de Joaquín Vallejo Arbeláez, por lo que deberían rendirle un gran homenaje para honrar su vida y perpetuar su memoria.

Qué justo sería que el puerto de Buenaventura, el más importante de Colombia, llevara su nombre y que la máxima distinción del comercio exterior también.

Las enseñanzas adelantadas y visionarias de Joaquín Vallejo Arbeláez, nunca serán antiguas, siempre serán modernas y actuales.

Joaquín Vallejo Arbeláez fue un grande; Colombia necesita grandes como él.

*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

 
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