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Andrés Felipe Londoño

Te hablo desde la segunda economía más poderosa del mundo para intentar evitar un daño irreparable en tu país a causa de la puesta en práctica de tu ideología progresista con la que crees estar apoyando la llamada justicia social. Te voy a dar tres consejos desde la experiencia del comunismo chino que permitieron que pasáramos de ser un país pobre en 1990, desde una economía de un tamaño de US$1,3 billones (sí, billones) (dólares constantes de 2015) a una economía de US$15,8 billones de dólares en 2021, multiplicando por 15 veces la magnitud de lo que éramos hace apenas 30 años.

Primero, reconoce la cruda realidad de que los modelos de planeación centralizada de la economía fracasaron. El modelo económico comunista condujo al colapso de la Unión Soviética ante su insostenible ineficiencia. Desde la década de los 70 se hizo evidente que la visión de unos pocos burócratas poderosos no era rival para el dinamismo del capitalismo occidental para producir e innovar. Por su parte, el Gran Salto Adelante de nuestro gran líder Mao Zedong, una serie de reformas agrarias dirigidas a industrializar, colectivizar y hacer más justo el reparto del campo, desembocó en la mayor hambruna causada por el ser humano donde murieron aproximadamente 50 millones de personas, al destruirse todos los incentivos para producir y distribuir los alimentos. Si Stalin, Jrushchov o Mao no pudieron lograr resultados favorables con un modelo centralizado, no esperes que Petro lo logre.

Segundo, protege la propiedad privada y el ánimo de lucro. En China sabemos que es incontestable que el capitalismo es el modelo económico para producir prosperidad en una sociedad. Mientras en los albores del capitalismo moderno en 1800 el 92% de la humanidad era extremadamente pobre y vivía con menos de US$2 al día, según el Banco Mundial hoy ese porcentaje es de apenas 8,6%. En China logramos sacar de la pobreza a 800 millones de personas desde 1970 fue precisamente porque Den Xiaoping reflexionó sobre los errores del dogmatismo ideológico de Mao. Adaptó pragmáticamente el comunismo chino a una mayor liberalización y apertura de su economía, teniendo la propiedad y la empresa privadas como ejes de la transformación económica. Es protegiendo la propiedad privada y no descuidándola que las sociedades avanzan. Entre más nos demoramos en entender esto en China, más tardamos en despegar.

Tercero, revolucionarlo todo trae más problemas que soluciones. Como somos un país autoritario, nunca hemos dejado de creer que el Estado debe estar presente en todo. Por eso hoy estamos padeciendo los efectos del intervencionismo estatal con las consecuencias negativas de la política cero covid, el sobre estímulo al mercado inmobiliario, el marchitamiento de nuestras empresas líderes tecnológicas y el despilfarro masivo de dineros públicos en desarrollo de tecnologías estratégicas que siguen estando rezagadas. Por querer intervenirlo todo, no solo no hemos logrado dejar de tener los mismos niveles de desigualdad que el país símbolo del capitalismo liberal (Índice de Gini de China 38,2 v. 41,5 de USA) sino que la incesante intromisión inherente a nuestra promesa de Prosperidad Común ha frenado el ritmo de crecimiento de nuestro país, amenazando seriamente nuestra aspiración de llegar a ser algún día la principal economía del mundo.

En suma, la persecución de una ideología paradisiaca no sustituye las verdades decantadas por la historia; en la China comunista lo sabemos.”

*Asesor en transformación digital legal de servicios financieros

https://www.larepublica.co/, Bogotá, 21 de septiembre de 2022.

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