El mayor logro y evidencia de la grandeza de su reinado, fue hacer y dejar el trono más fuerte que cuando lo heredó. También le correspondió, afrontar las secuelas de la Segunda Guerra Mundial y sortear toda clase de hechos políticos, laborales y culturales, desde la aparición de los Beatles hasta el Brexit, así como de avances tecnológicos, de cambio de importantes líderes políticos, entre ellos el inolvidable Winston Churchill y de amenaza a la continuidad de la monarquía. La partida de Isabel II deja un hondo vacío, y su vida será referente en la historia universal.
La sucederá en el trono su hijo Carlos, Príncipe de Gales de 73 años; hombre frío, distante, hermético e inconmovible, de quien no se conoce bien su talante, como tampoco, expresiones de su sentir, ni manifestaciones de su pensamiento, siendo quizás, la más publicitada, y no solo por reciente y discutida, la de comparar a Vladimir Putin con Adolfo Hitler.
Si algún error ha cometido el nuevo Rey, aparte de su infidelidad conyugal, fue el viaje que realizó a Cuba en el año 2019, el que se interpretó en occidente, como una afrenta al pueblo cubano y una tácita aprobación a la cruel y sanguinaria dictadura comunista, impuesta por Fidel Castro, luego prolongada por su hermano Raúl y ahora, por el desteñido aprendiz de dictador Manuel Díaz-Canel, quien, valiéndose de la intimidación y el terror, mantiene un ruinoso régimen absolutista que no respeta los derechos humanos, prohíbe y castiga la libertad de pensamiento y expresión, restringe la libre locomoción y proscribe el ejercicio de derechos fundamentales.
No se debe olvidar, que la visita del entonces Príncipe a Cuba, desató fuertes polémicas y enconadas críticas en Gran Bretaña, así como pronunciamientos de algunos líderes mundiales, entre ellos, Rick Scott, senador estadounidense y ex gobernador de la Florida, quien le envió una carta al Príncipe, en la que le pidió que desistiera de su viaje a Cuba, y lo invito para que se reuniera con la disidencia cubana refugiada en Miami y conociera la opresión, el encarcelamiento, la tortura, la miseria y las atrocidades que el régimen comunista implantó en la isla afligiendo a los cubanos.
Pero no, el Príncipe, a pesar de haber tenido la oportunidad de evitar tan craso error, mantuvo su prurito y periplo, lo que hizo parecer, que mayor era su curiosidad turística, que la prudencia y distancia que debía mantener con la dictadura cubana, dada su condición de heredero del trono británico.
Con su infortunada visita, el antes Príncipe y hoy Rey, se congració con la ruinosa dictadura comunista, traicionando la tradición democrática del pueblo británico y desestimando la vida y el sacrificio de millares de cubanos asesinados por soñar con la libertad.
Es claro, que Carlos III inicia su reinado siendo deudor de un desagravio al pueblo cubano y que, en algún momento tendrá que demostrarle, que no es neutral frente al delito, la barbarie y la villanía, máxime, cuando el mundo civilizado reprueba, rechaza y condena la expansión de las dictaduras en occidente, tal y como sucede en Nicaragua y Venezuela, cuyos gobiernos no son más que dóciles papalotes de la desvencijada y moribunda dictadura cubana.
El Rey Carlos III tendrá que enfrentar exigentes retos desde el inicio de su reinado, como el de igualar la popularidad y simpatía que tuvo su madre; cohesionar las naciones de Gran Bretaña e Irlanda del Norte; apaciguar y hacer olvidar los escándalos en que se ha visto envuelto, entre ellos, su infidelidad conyugal con la malograda Princesa Diana y sus furtivos amores con Camila Parker; avanzar en la transición energética; detener la desbordada inflación que asola el Reino Unido; y, neutralizar las consecuencias adversas que se derivan del retiro de la Unión Europa.
Ojalá que Dios salve al nuevo Rey y le señale y esclarezca su camino, para que los mejores días de la Gran Bretaña estén por venir.
*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Catedrático Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.