Al final, no dijo nada en concreto en cuanto a sus promesas de gobierno, entre ellas, la de restablecer la seguridad ciudadana, acabar con la corrupción, con los cultivos ilícitos, con la producción de narcóticos, con los grupos terroristas y con las bandas criminales.
Tampoco dijo, cómo acabará con la autonomía al Banco de la República; cuánto papel moneda emitirá para cubrir el déficit fiscal derivado de la pandemia; cuándo declarará la moratoria de la deuda externa; cuándo acabará con los fondos de pensiones; cómo democratizará las cotizaciones de los trabajadores; de dónde conseguirá los 75 Billones de su reforma tributaria; cuándo comprará las tierras productivas pero desaprovechadas, entre ellas, las de comunidades indígenas; cómo reformará la justicia y la salud; cuándo suspenderá la exploración, explotación y exportación de petróleo; cómo y cuándo iniciará la transición energética; con qué recursos construirá el tren eléctrico elevado entre Barranquilla y Buenaventura; cómo será su "perdón social"; cómo logrará la Paz Total; y, lo más importante, cómo acabará la desigualdad y la pobreza para que la gente viva "sabroso".
Tanto tiempo que tuvo para elaborar un discurso serio y coherente que integrara la nación y creara confianza; pero no, su retórica autoritaria, demagógica y sectaria, terminó fatigando y aburriendo a los invitados extranjeros y hasta a sus más fervientes seguidores. Al parecer, para Petro no existe la mitad de la población que lo aborrece o le teme.
Es claro que resultó mejor la intervención del cínico, mentiroso y adulador Roy Barreras, que la de Petro, quien se mostró nervioso, inseguro y hasta asustado. Pareciera que quien le escribió tan pobre discurso, no logró que Petro lo asimilara y asumiera, al punto que el show de la espada y con ello, la burla a la memoria de los magistrados inmolados en la sangrienta toma del Palacio de Justicia por parte de la banda criminal del M-19, terminó siendo el protagonista del acto de posesión, así como el abucheo a algunas instituciones del Estado y al mismo Rey de España, quien de seguro, estará arrepentido de haber venido a semejante parodia.
El radiante sol que iluminó el acto de posesión, de seguro contrastará con la oscuridad que caracterizará el gobierno de Petro. Ojalá que los ministros le duren y los pocos capaces que nombró, lo orienten y guíen, y no se plieguen a la improvisación, el repentismo y la errada inventiva que caracteriza al nuevo presidente con ínfulas de emperador.
Días difíciles, muy difíciles le esperan a Petro y a todos los colombianos, en especial, a quienes le siguen creyendo sus disparates, mentiras y falacias. Tan solo basta repasar el resumen de su absurda y muy gravosa reforma fiscal, para advertir lo que será su enrevesado gobierno.
Dios salve a Colombia y no permita que se malogre su democracia.
*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Catedrático Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.