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Carlos E. Cavelier   

El impacto desmedido en la inflación de alimentos fue generado por el paro de mayo. Al ojo, economistas la inflación hubiera sido sólo del 5%.

Durante la campaña electoral presidencial en los Estados Unidos en 1992, como es ampliamente conocido, la promoción de la frase “es la economía, estúpido!” fue crítica en la victoria de Bill Clinton.

 En la encuesta de Invamer sobre el estado de la opinión revelada la semana pasada, la mayor preocupación de la población es la economía; este hecho no sucedía -aparte de durante el inicio de la pandemia- desde hacía 12 años. El elemento principal de la inquietud es obviamente la inflación.

Por ello causa sorpresa que al magnifico director del Dane, Juan Daniel Oviedo, los medios le destacaran que el principal efecto del paro de mayo hubiese sido un punto menos de crecimiento y no la inflación, tema que también enfatizó. Pero el impacto del paro en la inflación fue enorme, y sobretodo en alimentos.

La inflación internacional ha tenido que ver en nuestra economía claramente con los aumentos de precios de materia primas, no se diga el aumento del dólar.

Pero el impacto de manera desmedida en la inflación de alimentos fue generado por el paro de mayo. Al ojo, economistas destacados estiman que la inflación hubiera sido sólo del 5% vs la repostada 5,65% en el 2021, pero sin contar los efectos residuales del corte de las cadenas nacionales de producción. Añadiendo estos efectos residuales, probablemente la inflación hubiere llegado, me atrevo a estimar, solo al 4,5% (vs una entonces comparable de 7% en Estados Unidos!). Y la inflación de alimentos colombiana en vez de haber sido casi el 12%, habría sido un poco más de la mitad.

La interrupción de las cadenas de abastecimiento del sector avícola lanzó el precio de pollo y del huevo fuera de borda; no fue diferente el de la ganadería donde en la carne y la leche los campesinos no pudieron seguir alimentando el ganado por la falta de concentrado, bajaron igualmente sus producciones y muchos finalizaron abruptamente la lactancia de sus vacas al no poder ser recogida la leche. La falta de abonos por el cierre de los puertos y el subsecuente aumento desbordado en precios dejó a los productores muy abajo en su producción de arroz, papa, maíz, sorgo o soya.

Ahora, es obvio que el Banco de la República tenía que reaccionar con un incremento importante en la tasa dadas las cifras de inflación de enero; pero están en el aire la duda si el desestímulo monetario puede recomponer en corto plazo la cadena de oferta. Minhacienda redujo aranceles a elementos importantes de la cadena alimenticia.

Pero si queremos ser contundentes con el tema deberíamos volver a modo ‘marzo 2020’ en términos de apoyos a los agricultores en mucho mayores créditos irrigados, en subsidios para la agricultura de manera a contrarrestar el alza en la IBR y en aumentos en las garantías si queremos recuperar producción muy pronto.

No es tanto el esfuerzo para lograr el resultado. Sin duda podemos ser más inteligentes para reencauzar la inflación en base a cadenas de abastecimiento normalizadas.

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*Coordinador de sueños de Alquería

https://www.portafolio.co/, Bogotá, 22 de febrero de 2022.

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